“Me daba miedo verlo y tenía pesadillas, pero no podía dejar de mirar”
Manuel es el reflejo de cómo la tecnología puede convertirse en un escaparate accidental de sexo para los pequeños y de las consecuencias que acarrea esta sobreexposición en sus pensamientos, actitudes y comportamientos, en un país en el que se comienza a consumir pornografía de media a los 12 años
Manuel tiene 13 años, vive en las afueras Madrid y asegura que desde los 11 años era adicto al porno, que ahora está en terapia y “ya no consume”, gracias a que pudo hablarlo con sus padres. El niño habla con claridad. Su padre está a un lado durante la entrevista. Manuel parece menos nervioso que el adulto. “Yo qué sé cómo empezó todo esto. Sólo sé que yo juego en mi móvil y en mi iPad, que a veces esas aplicaciones te piden que aceptes cookies y yo le doy. Dale, dale, lo que quiero es jugar. No, no tienen nada sexual esos juegos, son de carreras de coches y fútbol, de guerras y así”.
Manuel no sabe de qué forma llegó el porno a él; nunca a los 11 años buscó sexo explícito en los navegadores de sus aparatos. “Empezaron a aparecer recomendaciones en Instagram y TikTok con los chicos que subimos cosas de esos juegos que nos gustan. Un chico del grupo dijo que había unos de anime 3D. A mí no me gustó porque no era de acción, solo tenías que perseguir a unas chicas para atraparlas y después, ya sabes, hacer sexo”. Respira un poco y piensa antes de hablar. “Una vez salió el TikTok de una chica y yo lo abrí. Decía que era gamer, que te enseñaba las tetas si entrabas a su cuenta; un amigo dijo que entrásemos y después, ya no sé cómo, estábamos todos en un grupo de WhatsApp donde subían porno de todo, o sea, de adultos y de chicas que estaban enseñando todo”.
Ante la pregunta de si él prefería ver a adultos teniendo relaciones sexuales o a chicas de su edad, Manuel confiesa que es lógico que prefiere ver a chicas y a chicos, así se aprende cómo es de verdad “porque los adultos saben mucho y los chicos no”. También es consciente de que la pornografía infantil es un delito, lo aprendió en la escuela. No tiene claro en cuánto tiempo desarrolló una “obsesión” por mirar vídeos de sexo explícito. Su padre tampoco lo sabe, lo más que puede hacer son cálculos basado en el recuento del niño con su terapeuta.
Le pregunto si se siente preparado a los 13 años para tener sexo y Manuel responde que no, que él piensa que hasta que sea mayor no se va a sentir seguro para ello.
Pesadillas durante dos años
Manuel descubrió que tenía que pasar cada vez más horas antes de dormir mirando esos vídeos. “Como a los dos meses de verlo todas las noches ya quería algo más y me metí a un sitio donde había de todo. Me daba miedo verlo, pero no podía dejar de mirar. Todas las noches tenía pesadillas, pero no podía dejarlo”. “Había chicas como de 15 años con tíos muy mayores, como de la edad de mi padre (39), eso no me gustaba. Había uno de simulador como dibujos animados que no son personas reales, es como un videojuego pero en lugar de perseguir y así, pues tú eres el que…eso, hace eso (sexo) con la chica que se parece a Chun-Li de Street Fighter”. Ante la pregunta de qué fue lo que más le angustió, revela que fueron los vídeos de hermanos mayores teniendo sexo con hermanas menores o con la nanny y los de padrastros con hijas.
Durante casi dos años Manuel tuvo pesadillas, no puede explicarlas. Solo explica que no podía dormir, que todo era muy violento, veía sangre y gente que se mataba y se ahorcaba. “No eran pesadillas de sexo, no, eran de gente haciéndose daño”, dice. “Luego por las mañanas veía a mis padres y pensaba que ellos tal vez se hacían daño también”.
Hay una terrible vergüenza cuando descubres que tu hijo está expuesto a eso, te sientes culpable y a la vez no sabes cómo manejarlo. Lo único que quieres es salvarlo
Su padre interviene por primera vez para decir que cuando su hijo les explicó que tenía miedo y no sabían que hacer, ellos encontraron en Internet una Guía específica para padres y madres en la página de Save the Children España. Gracias a ello pudieron pedir ayuda y comprender cómo hablar con su hijo sin re-victimizarlo. Ya estaba sufriendo suficiente mirando algo que no podía manejar. “Hay una terrible vergüenza cuando descubres que tu hijo está expuesto a eso, te sientes culpable y a la vez no sabes cómo manejarlo. Lo único que quieres es salvarlo”, asegura.
“Sentí mucha rabia –sigue hablando el padre de Manuel– porque yo mismo era de los que pensaban que esos chicos que aparecen en las estadísticas de los informativos debían ser unos pervertidos, tener unos padres irresponsables o adictos ellos mismos al porno. Uno se siente fatal porque quisiera que sus hijos no sufran. Encima te sientes un imbécil por no entender cómo funcionan en realidad las tecnologías”.
Manuel es parte de la estadística oficial, en España los chicos comienzan a consumir pornografía de media a los 12 años, aunque un 54% de los adolescentes situaron su primer contacto con contenidos porno antes de esa edad, según el informe (Des)información sexual: pornografía y adolescencia’ elaborado por Save the Children. Casi el 9% de quienes participaron en este estudio admitieron haberlo hecho antes de los 10, y una investigación de la Universitat de les Illes Balears situaba ese umbral en los ocho años.
Casi 7 de cada 10 menores (el 68,2%) consume porno de forma frecuente, según el trabajo de Save the Children, que resalta que un 17% de los menores se encontraron por primera vez con pornografía de forma accidental en su navegación por internet. El 45% de niños de 11 años en España tiene su propio teléfono móvil, y con 13 ese porcentaje se dispara al 85%, de acuerdo con la última estadística del INE.
Nada es casual: el algoritmo
Bajo la mirada de las chicas, Manuel seguramente sería considerado un chico inmoral “guarro”, “machista”, “obsesionado con el sexo”, como me han dicho niñas entrevistadas al respecto. Pero nada más lejos de la verdad; la gran mayoría de niños menores de 16 años que consumen pornografía en España han sido inducidos por la industria y por los algoritmos que están hechos para vincular a personas con intereses similares y patrones de comportamiento (como los videojuegos), para crear nichos de consumo que se ligan a industrias que ofertan productos y servicios para adolescentes. Un estudio demuestra que en 130.000 películas pornográficas las palabras “teen”, “niñas” y “adolescente” son los ganchos más comunes que llevarán a tu buscador a un vídeo de sexo explícito de producción pornográfica industrial. Una vez que has visto un vídeo de esta naturaleza, los algoritmos de diferentes aplicaciones harán lo suyo.
En junio 2023 el diario The Wall Street Journal publicó un estudio del Observatorio de Internet de la Universidad de Stanford, en él descubrieron a 405 vendedores de material de pornografía infantil en Instagram y 128 cuentas que ofrecen venta de material pornográfico en Twitter. Todo esto sucede gracias a las recomendación por algoritmo creada por el grupo Meta Inc., propietario de Instagram, Facebook y WhatsApp. Ya desde 2007 las respuestas de la empresa Meta Inc., fueron elusivas, pero una vez que se les presentó evidencia recopilada de los miles de vídeos de pornografía infantil que circulaban en sus redes, tuvieron que aceptar el problema.
En el caso del consumo de pornografía por parte de adolescentes definitivamente todo está en la programación: el algoritmo es amoral, le da igual si son adolescentes, lo importante es que consuman.
Meta se ha vengado de los investigadores, pues las cuentas de algunos de los expertos que buscaban evidencia fueron bloqueadas, canceladas e incluso dos de ellos fueron amenazados por Meta Inc., de que serían reportados a las autoridades por compilar imágenes que constituyen un acto delictivo. Es decir, la gente que documentaba la pornografía infantil que circulaba en Facebook e Instagram desde hacía meses fue acusada de cometer el delito en que la plataforma incurre sistemáticamente. Nada de esto es casual. Según el Fiscal de Distrito responsable del caso y el abogado David J. Kennedy, estos casos están relacionados con acciones puntuales en el uso y creación de algoritmos dirigidos a determinadas audiencias, es decir a la segregación de la población para que reciba la información de creadores de contenidos y anunciantes que Facebook recomienda a través de sus algoritmos “Objetivo por Similitud” o “Lookalike Targeting”. Una publicidad lleva a otra y a otra, encadenando el consumo.
Los documentos entregados por el Departamento de Justicia de Delaware expresan en los alegatos que Facebook e Instagram tienen más de 3 .000 millones de usuarios y que en el momento en que estos usuarios entregan su información para hacer uso de la red social y sus apps, Meta Inc., compila esta información para utilizarla comercialmente. En 2022 Facebook e Instagram tuvieron ganancias de 113.000 millones de euros por la publicidad dirigida a usuarios. El juez aseguró que para lograr esta estrategia la empresa ha diseñado una serie de algoritmos personalizados que permiten que sean Facebook e Instagram quienes decidan qué anuncios y contenidos llegarán a cada usuaria y usuario.
Desde hace seis años Pornhub comenzó a integrar en sus banners y pop-ups simuladores basados en videojuegos; las imágenes de las chicas son caricaturas hiperrealistas sexualizadas, siguen el modelo de gamers de aventuras y acción; esto es targetting puro
Para explicarlo mejor entrevisté a Mark, un programador que trabajó para Meta Inc., durante cinco años y que ha sido testigo en este y otros casos. “Yo estaba contratado para supervisar la aplicación de algoritmos basado en preferencias de edad, estatus económico, raza y gustos de consumidores. Lo que la gente no entiende es que usamos proyecciones predictivas para modelar el comportamiento de los consumidores. En el caso del consumo de pornografía por parte de adolescentes definitivamente todo está en la programación. Con una sola búsqueda entran en patrones de comportamiento y pierden el control, el algoritmo es amoral, le da igual si son adolescentes, lo importante es que consuman”.
Mark explica que es así como funcionan los algoritmos de las principales páginas comerciales de pornografía. “Desde hace seis años Pornhub comenzó a integrar en sus banners y pop-ups simuladores de juegos basados en videojuegos, las imágenes de las chicas son caricaturas hiperrealistas sexualizadas, siguen el modelo de gamers de aventuras y acción; esto es targetting puro”. Mark asegura que el Parlamento Europeo podría hacer mucho para regular esto. Todo parece indicar que no hay intenciones de enfrentar a la industria de la pornografía, además vinculada a la trata sexual de personas.
Lo buscan “para aprender”
Para comprender quiénes están detrás de los vídeos de sexo explícito que los menores de entre 11 y 18 años están consumiendo en España, es preciso mirar directamente a la industria. Si bien es cierto que muchos de estos niños buscan activamente los vídeos, ninguno espera volverse adicto y ni siquiera va en busca excitación. Diez niños entrevistados reconocen que en cuanto descubren sus primeras erecciones en la pubertad necesitan muy poco para sentirse excitados. Explican que lo buscan para aprender. O que lo ven en los móviles de algún amigo, porque los otros chicos y chicas dicen que es cool saber qué hacer durante las relaciones sexuales. Todos admiten que imitan los patrones de comportamiento del porno como un juego.
Una vez que satisfacen su curiosidad inicial, es la industria quien utiliza los algoritmos y los busca como consumidores para promover de forma estratégica la adicción consumista, en este caso, a una forma de sexualidad basada en la sumisión y plagada de violencia.
El Grupo de Estudios Avanzados en Violencia (GEAV), afincado en Barcelona publicó un estudio en 2020 sobre violencia sexual que reporta evidencia de 400 mil actos de violencia sexual cada año en España. Si analizamos los patrones de comportamiento sexual y consumo de material ‘formativo’ del porno, encontramos que el 93% de los hombres españoles aseguran que consumían pornografía en la adolescencia y el 62% de mujeres ahora comienzan a consumirla entre los 12 y los 16 años. Desde España se hacen 115 millones de visitas a sitios porno.
Llama la atención que se ponga más la mirada y el juicio en los menores consumidores y no en los productores y comerciantes de la industria que ha elegido a la niñez como público cautivo. Manuel, como millones de niños de 11 años, no tuvo que pagar ni un euro para entrar en el mundo de la pornografía, y tampoco tuvo acceso a programas públicos integrales de educación sexual que contrarresten el poder formativo de la industria del sexo comercial, que incluye buscar consumidores cautivos de pornografía, explotación sexual y trata de personas.
Por Lydia Cacho
www.almudi.org