Microhábitos: cómo lograr el éxito en las pequeñas cosas de cada día

El pequeño esfuerzo diario será nuestro aliado número 1.

El psicólogo Guillermo Dellamary propone una mirada positiva a la lucha que supone alcanzar las virtudes. La clave está en trabajar «los pocos diarios»

Como muchas modas, nos ha llegado esta idea de Stephen Guise, quien subraya la importancia que tienen los pequeños hábitos cotidianos para alcanzar tus objetivos.

Se trata de enfatizar la trascendencia que tiene el mantener viva la motivación y la fuerza de voluntad para conseguir tus sueños.

El problema es que tras los buenos hábitos cotidianos, en los que debemos perseverar, se encuentran los enemigos naturales del éxito, que son:

  • la pereza,
  • la procrastinación,
  • dejar las cosas a medias,
  • desanimarse ante los primeros fracasos,
  • perder la continuidad en los objetivos
  • y andar picando por aquí y por allá.

Tenemos que comprender mejor cómo funciona la mente, y un concepto que sí vale la pena considerar es la idea del autor. Dice que «hacer poco todos los días es infinitamente mejor que hacerlo mucho solamente unos días, porque las acciones que se realizan a diario se convierten en hábitos adquiridos y útiles para la vida

No es una idea nueva, pero sí muy oportuna, ante una oleada de inmensos distractores que evitan que las personas se mantengan atentas y concentradas en lograr sus metas y no brincar de tema en tema y perder el tiempo en tantas cosas inútiles que nos ofrece el consumo en las redes sociales.

Finalmente, hay que desarrollar hábitos saludables, que en automático hagamos las cosas. Ya con una inercia tan fluida que incluso las hagamos de manera automática.

Se supone que los buenos hábitos influyen directamente en nuestro mundo inconsciente y trabajan a nuestro favor para que hagamos las cosas que nos hemos propuesto, sin que las dejemos a un lado por los múltiples motivos que nos apartan de lo que verdaderamente vale la pena.

Digamos que los buenos hábitos ya nos ahorran la necesidad de reflexionar y tomar decisiones de cada cosa que es buena para conseguir lo que queremos. Simplemente lo hacemos y ya, porque el hábito ya está instaurado y funcionando sin mucho esfuerzo más allá del que nos llevó a tenerlo como un estilo de vida.

Más que mantener un alto nivel de motivación, requerimos una mayor fuerza de voluntad que nos permita sostener un comportamiento constante y a prueba de los múltiples sabotajes que nosotros mismos nos autoimponemos.

Así que más vale la pena fortalecer nuestra voluntad y adquirir la determinación de realizar esos pequeños hábitos, pero hacerlo todos los días.

Perseverar es la clave

Tener éxito en la vida es un largo camino que no todos alcanzan a conquistar. Y los que sí lo logran, es debido a que han sabido hacerlo con constancia.

De aquí la importancia que tienen los buenos hábitos, que al fin y al cabo son las virtudes que tanto ponderamos en la filosofía cristiana. Son esas características que forman el carácter y le dan un sentido al esfuerzo que realizamos.

Hacer el bien todos los días a nosotros mismos y al prójimo es una receta muy simple pero muy efectiva.

Una persona bien sabe que dejar de fumar es un bien para sí mismo, pero no puede dejar el cigarro, porque no tiene la fuerza de voluntad suficiente para hacerlo. 

Entonces cae en una irresistible dependencia de la cual no es fácil salir. El hábito de fumar se hizo poco a poco y haciéndolo todos los días, y por ello de igual modo el dejarlo es poco a poco y haciéndolo todos los días. Pero claro, lo que da placer es mucho más fácil hacerlo, que el abstenerse de ello. Comer en abundancia lo que es muy sabroso, aunque no sea una alimentación equilibrada, siempre será mucho más atractivo que comer lo nutritivo aunque no sea tan agradable al paladar.

El poder de la constancia es una lucha cotidiana por realizar las cosas que son buenas y convenientes, más allá del placer y del dolor.  Se convierten en un imperativo, y se hacen porque se hacen, se van a realizar llueve o truene. Se elimina el espacio a la pereza y a la procastinación.

No hay renuncia ni desánimo, se va a continuar con el propósito, sin darle oportunidad a un permiso para dejar la continuidad que nos hemos propuesto. Es cumplir con tu palabra y ser muy firme en doblegar las debilidades del momento, que pueden impedir que consigas tus metas y objetivos.

Si te propusiste dejar de fumar, lo vas a cumplir, en todo momento, aunque se te antoje fuertemente. Es un no tajante a las ganas de volver a tomar el cigarrillo; es más, ni tenerlo en la mano ni ir a comprar una nueva cajetilla.

La perseverancia es una fuerza que nos hace cumplir nuestras promesas. Por eso sabemos que es una gracia que recibimos del amor de Dios y de su misericordia, porque nosotros somos débiles y propensos a fallar y a ceder pronto a nuestros antojos y caprichos.

Por Guillermo Dellamary 
es.aleteia.org

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