Martes. 6º Semana del Tiempo Ordinario

Marcos 8, 17-25

Autor: Pablo Cardona

«Se olvidaron de tomar panes y no tenían consigo en la barca más que un pan. Y les advertía diciendo: Estad alerta y guardaos de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes. Ellos comentaban entre sí que no tenían pan. Al darse cuenta Jesús, les dice: ¿Qué andáis comentando de que no tenéis pan? ¿Todavía no entendéis ni comprendéis? ¿Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís? ¿No os acordáis de cuando partí los cinco panes para cinco mil? Le respondieron: Doce. Y cuan do los siete panes para los cuatro mil, ¿cuántas espuertas recogisteis? Le contestaron: Siete. Y les decía: ¿No entendéis aún?» (Marcos 8, 17-25)

 

1º. Jesús, ¡qué paciencia tenias con tus apóstoles!

No entienden nada.

Cualquier comparación les supera.

Pero les explicas una y otra vez, y ellos no te dejan cuando los demás se excusan diciendo: «Dura es esta enseñanza, ¿quién puede escucharla?» (Juan 6,60).

Jesús, tus enseñanzas a veces son duras: cuestan, exigen mayor sacrificio.

Tú no predicas el camino fácil; tu señal no es la santa fiesta o la santa cama, sino la Santa Cruz.

Por algo será.

Más o menos lo entiendo: veo, por experiencia, que lo que vale cuesta, y que el verdadero amor conlleva sacrificio, aunque sea un sacrificio gustoso y alegre.

Pero, a veces, no entiendo: ¿por qué dejas que esa persona sufra?; ¿por qué hay gente que pasa hambre, enfermedad, soledad, odio?

Y me contestas: «¿Todavía no entendéis?»

¿No veis los milagros que he hecho y que tengo poder para hacer lo que quiero?

Si algo pasa, es que hay un bien superior escondido en ese aparente mal.

«La permisión divina del mal físico y del mal moral es misterio que Dios esclarece por su Hijo, Jesucristo, muerto y resucitado para vencer el mal. La fe nos da la certeza de que Dios no permitiría el mal si no luciera salir el bien del mal mismo, por caminos que nosotros sólo conoceremos plenamente en la vida eterna» (C. I. C.-324).

 

. «No eran cultos, ni siquiera muy inteligentes, al menos en  que se refiere a las realidades sobrenaturales. Incluso los ejemplos y las comparaciones más sencillas les resultaban incomprensibles y acudían al Maestro: «Domine, edissere nobis parabolam», Señor, explícanos la parábola. Cuando Jesús, con una imagen, alude al fermento de los fariseos, entienden que les está recriminando por no haber comprado pan […] Estos eran los Discípulos elegidos por el Señor; así los escoge Cristo; así se aparecían antes de que, llenos del Espíritu Santo, se convirtieran en columnas de laIglesia. Son hombres corrientes, con defectos, con debilidades, con la palabra más larga que las obras. Y sin embargo, Jesús los llama para hacer de ellos pescadores de hombres, corredentores, administradores de la gracia de Dios» (Es Cristo que pasa.-2).

Jesús, a veces pienso en los apóstoles y en los santos como en gente muy lejana no sólo en el tiempo, sino también en cuanto a capacidad.

Y me veo pequeñito y… normal, vulgar.

¿Para qué aspirar a más?

¡Si no puedo ni conmigo mismo!

Debe haber gente capaz en alguna parte: gente capaz de entregarse, gente capaz de vivir santamente.

Estos eran los Discípulos elegidos por el Señor; así los escoge Cristo.

Son hombre corrientes, con defectos, con debilidades.

Como yo.

¿Qué me falta entonces, Jesús?

Si yo me excuso, ¿quién no podría hacerlo?

Y hacen falta nuevas columnas en tu Iglesia: una columna en cada actividad, en cada hogar.

«¿Todavía no entendéis ni comprendéis? ¿Tenéis embotado vuestro corazón? ¿Teniendo ojos no veis, teniendo oídos no oís?»

Jesús, que entienda, que te deje sitio en mi corazón; que viendo la necesidad de personas santas en medio del mundo, no cierre los ojos; que oyendo a gritos tu llamada, no me haga el sordo.

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