Lucas 11, 29-32
Autor: Pablo Cardona
«Habiéndose reunido una gran muchedumbre, comenzó a decir: «Esta generación es una generación perversa; busca una señal y no se le dará otra sino la señal de Jonás.
Porque, así como Jonás fue señal para los habitantes de Nínive, del mismo modo lo será también el Hijo del Hombre para esta generación. La reina del Mediodía se levantará en el juicio contra los hombres de esta generación y los condenará; porque ella vino de los extremos de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, pero mirad que aquí hay algo más que Salomón. Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio contra esta generación y la condenarán, porque ellos hicieron penitencia ante la predicación de Jonás; pero mirad que aquí hay algo más que Jonás». (Lucas 11, 29-32)
1º. Jesús, en el evangelio de San Mateo explicas cuál fue la señal de Jonás.
«Pues así como estuvo Jonás en el vientre de la ballena tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el seno de la tierra tres días y tres noches» (Mateo 12,40).
Vas a morir por nosotros, pero resucitarás al tercer día.
Tu resurrección de entre los muertos será tu señal ante los hombres.
Jesús, dejas claro a la muchedumbre que Tú eres «algo más» que un profeta como Jonás o un sabio como Salomón.
No es suficiente que te considere un hombre realmente sabio e inteligente; ni siquiera basta con tenerte por una persona escogida por Dios, cercana a Dios.
Tú te presentas como el Hijo de Dios hecho hombre, Dios y hombre verdadero.
Por tanto, si no fueras realmente Dios, serías un embustero o un lunático.
Jesús, al resucitar me demuestras que lo que decías era cierto: realmente eres el Rijo de Dios.
Si no hubieras resucitado, «vana sería nuestra fe» (1 Corintios 15,14).
Por eso, los apóstoles entendieron desde el principio que su misión era la de ser testigos de la resurrección: mostrar al mundo que Tú vives entre nosotros, especialmente en la Eucaristía y en la Iglesia.
Yo, por el bautismo, también he recibido la misión de ser testigo tuyo ante los hombres.
«Los laicos cumplen también su misión profética evangelizando, con «el anuncio de Cristo comunicado con el testimonio de la vida y la palabra». En los laicos, esta evangelización «adquiere una nota específica y una eficacia particular por el hecho de que se realiza en las condiciones generales de nuestro mundo». Este apostolado no consiste sólo en el testimonio de vida; el verdadero apostolado busca ocasiones para anunciar a Cristo con la palabra, tanto a los no creyentes, como a los fieles» (C. I. C.- 905).
2º. «Enciende tu fe. -No es Cristo una figura que pasó. No es un recuerdo que se pierde en la historia.
¡Vive!: «Jesus Christus heri et hodie: ipse et in saecula!» -dice San Pablo- ¡Jesucristo ayer y hoy y siempre!» (Camino.-584).
Jesús, Tú eres más que un profeta o un filósofo sabio que dejó doctrinas admirables.
Eres Dios vivo: ayer, hoy y siempre.
Por eso vivir cristianamente no consiste sólo en conocer tu doctrina, sino que, sobre todo, consiste en vivir contigo, unido a Ti por la gracia y por el trato personal contigo en la oración.
Sólo si te tengo presente durante el día, convirtiendo cada actividad en verdadera oración contigo, podré ser testigo de tu resurrección anunciando con mi vida cristiana que Tú vives, que no eres una figura que pasó.
Jesús, a veces me despisto y no me doy cuenta de que Tú estás siempre a mi lado, y pasan las horas sin que te diga nada, sin ofrecerte el trabajo que estoy haciendo o sin encomendar a las personas que están a mi lado.
Perdóname.
¡Cuánta paciencia tienes conmigo!
Para acordarme más de Ti, es bueno concretarme pequeños trucos: tener una estampa de la Virgen en la cartera y decirle una jaculatoria cuando la vea; pedir por alguna intención cada vez que miro el reloj, o veo la cruz de una farmacia, o pongo en marcha el ordenador.
Enciende tu fe.
Jesús, a veces me falta fe porque no la ejercito y dejo que se apague.
Y entonces me pasa como aquellas personas que no supieron reconocerte como el Mesías.
Ayúdame a mantener mi fe ardiente, a base de rezar pequeñas jaculatorias y hacer actos de fe durante el día para crecer en la presencia de Dios.