Juan 5, 31-47
Autor: Pablo Cardona
«Yo no busco recibir gloria de los hombres; pero os conozco y sé que no hay amor de Dios en vosotros. Yo he venido en nombre de mi Padre y no me recibís; si otro viniera en nombre propio a ése lo recibiríais. ¿Cómo podéis creer vosotros, que recibís gloria unos de otros, y no buscáis la gloria que procede del único Dios? No penséis que yo os acusaré ante el Padre; hay quien os acusa: Moisés, en quien vosotros esperáis. En efecto, si creyeseis a Moisés, tal vez me creeríais a mí, pues él escribió de mí. Pero si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?» (Juan 5, 31-47)
1º. Jesús, está claro que no puedo amarte si primero no creo.
La fe es muy importante, porque es el paso previo a la caridad, al amor.
Por eso, he de fomentarla y cuidarla; no puedo jugar con la fe, ponerla en peligro.
«En otros tiempos se incitaba a los cristianos a renegar de Cristo; en nuestra época se enseña a los mismos a negar a Cristo. Entonces se impelía, ahora se enseña; entonces se usaba de la violencia, ahora de insidias; entonces se oía rugir al enemigo, ahora, presentándose con mansedumbre insinuante y rondando, difícilmente se le advierte» (San Agustín).
La fe se robustece con el estudio, con la formación.
No es coherente que vaya creciendo mi cultura, mi ciencia, mi capacidad critica, y continúe con una formación religiosa «de primera comunión»: con explicaciones de la fe que no dan respuesta a las preguntas de una vida de adulto, ni pueden contrarrestar los ataques a la fe solapados bajo un lenguaje pseudo-científico y «progresista».
Por eso es importante asistir a charlas de formación, pedir consejo para leer libros interesantes sobre la doctrina y la vida cristiana, etc. …
«Si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?»
Jesús, lo mismo que dices sobre Moisés, lo dices también sobre los apóstoles y los ministros de tu Iglesia: «Quien a vosotros oye, a mí me oye; quien a vosotros desprecia, a mí me desprecia»(Lucas 10,16).
Si no oigo las enseñanzas de la Iglesia, si no las sigo, ¿cómo voy a creer?
Los judíos «creían» en las escrituras; sin embargo, Tú les dices que no creen en los escritos de Moisés porque creen a su modo, interpretan a su manera.
Igualmente, yo no puedo interpretar la escritura a mi manera. «Quien a vosotros oye, a mime oye.»
2º. «Te aconsejo que no busques la alabanza propia, ni siquiera la que merecerías: es mejor pasar oculto, y que lo más hermoso y noble de nuestra actividad, de nuestra vida, quede escondido… ¡Qué grande es este hacerse pequeños!: «Deo omnis gloria!» -toda la gloria, para Dios»(Forja 1051).
«¿Cómo podéis creer vosotros, que recibís gloria unos de otros, y no buscáis la gloria que procede del único Dios?»
Si me busco a mí mismo: quedar bien, triunfar, y que los demás me admiren, ¿cómo voy a entenderte?
Tú mismo has dicho: «Yo te alabo, Padre, Señor del Cielo y la tierra, porque ocultaste estas cosas a los sabios y prudentes, y las revelaste a los pequeños»
Por eso, «¡Qué grande es este hacerse pequeños!»
Jesús, Tú eres Dios y naces en un establo, vives pobre en una aldea perdida, mueres ajusticiado en una cruz, y te escondes bajo las especies de los alimentos más vulgares de la tierra: vino y pan.
¿Por qué actúas así?
¿Qué me estás queriendo enseñar con esto?
Posiblemente quieres enseñarme que es mejor pasar oculto, y que lo más hermoso y noble de nuestra actividad, de nuestra vida, quede escondido.
No significa que deba hacer las cosas mal, o que me tenga que dedicar a labores de segunda categoría.
Tú me quieres con prestigio profesional y humano, y en los lugares en los que el ejemplo de mi vida cristiana pueda llegar a más gente.
Pero sin buscar la alabanza propia, ni siquiera la que me merecería.
Toda la gloria te la mereces Tú, que eres quien me ha dado mi inteligencia, tantos medios materiales, la formación religiosa, continuas gracias espirituales, una familia como la que tengo, etc.
Ayúdame, Jesús, a buscar siempre y en todo tu voluntad y tu gloria.