Un texto lleno de amor a la Eucaristía que nos anima a siempre tener presente a Jesús Sacramentado
«Dice el Señor Jesús a sus discípulos: Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie llega al Padre sino por mí. Si me conocierais a mí, conoceríais, por cierto, también a mi Padre; y desde ahora lo conoceréis y lo habéis visto. Felipe le dice: Señor, muéstranos al Padre y nos basta. Le dice Jesús: Tanto tiempo llevo con vosotros; ¿y no me habéis conocido? Felipe, el que me ve a mí, ve también a mi Padre (Jn 14, 6-9). El Padre habita en una luz inaccesible (1Tim 6,16) y Dios es espíritu (Jn 4,24) y a Dios nadie lo ha visto jamás (Jn 1,18). Y no puede ser visto sino en el espíritu, porque el espíritu es el que vivifica; la carne no es de provecho en absoluto (Jn 6,63). Ni siquiera el Hijo es visto por nadie en lo que es igual al Padre, de forma distinta qua el Padre, de forma distinta que el Espíritu Santo. Por eso, todos los que vieron según la humanidad al Señor Jesús y no lo vieron ni creyeron, según el espíritu y la divinidad, que él era el verdadero Hijo de Dios, quedaron condenados; del mismo modo ahora, todos los que ven el sacramento, que se consagra por las palabras del Señor sobre el altar por manos del sacerdote en forma de pan y vino, y no ven ni creen, según el espíritu y la divinidad, que es verdaderamente el santísimo cuerpo y sangre de nuestro Señor Jesucristo, están condenados, como ateistigua el Altísimo mismo, que dice: Esto es mi cuerpo y la sangre de mi nuevo testamento (Mc 14, 22.24); y: Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna (Jn 6,55). Así, pues, es el espíritu del Señor, que habita en sus fieles, el que recibe el santísimo cuerpo y sangre del Señor. Todos los otros, que no participan de ese mismo espíritu y presumen recibirlo, se comen y beben su sentencia (1Cor 11,29).
Y lo mismo que ellos con la vista corporal veían solamente su carne, pero con los ojos que contemplan espiritualmente creían que él era Dios, así también nosotros, al ver con los ojos corporales el pan y el vino, veamos y creamos firmemente que es su santísimo cuerpo y sangre vivo y verdadero. Y de esta manera está siempre el Señor con sus fieles, como él mismo dice. Ved que yo estoy con vosotros hasta la consumación del siglo (Mt 28,20).»
Todos los que ven el sacramento que se consagra por las palabras de señor Jesucristo sobre el altar, por manos del sacerdote en forma de pan y de vino, y no ven ni creen, según, el espíritu y su divinidad,que es verdaderamente el santísimo cuerpo y la sangre de nuestro señor Jesucristo.
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