“Hola Soledad no me extraña tu presencia, casi siempre estás conmigo, te saluda un viejo amigo, este encuentro es uno más”, canción de antaño que hoy a mis tantos años y analizando la letra me identifico con ella en el buen sentido de una gran verdad.
De joven no pensaba en la soledad, siempre estaba en constante movimiento, en actividades propias de la edad, visualizaba mi futuro casada y con hijos, era mi sueño más anhelado, por lo cual no contemplaba en ese proyecto de vida, la soledad.
Sin embargo la soledad es parte de nuestras vidas, llega con nosotros desde que nacemos, es sólo abrazarla y amarla para disfrutar de ella y aprender que, si le damos verdadero sentido, enriquece nuestras almas y trae frutos maravillosos que nos unen cada día más a Dios.
Dios sabe que en algún momento de nuestras vidas nos sentiríamos solos y por eso nos recuerda siempre: “No temas; porque yo estoy contigo. (Isaías 41,10).
Este yo estoy contigo me llena de esperanza, me da seguridad y certeza que mientras tenga a Dios en mi vida de primero podré disfrutar de esa soledad de que se habla tanto y que tantos le temen.
Después de mi separación experimenté muchos momentos de soledad como es normal. En ese tiempo aún alejada de Dios el dolor era intenso y las noches muy largas, después de compartir mi vida con mi cónyuge y criando nuestros hijos planificando un futuro juntos, jamás contemplé una separación.
Afloraron en mi muchas emociones fuertes, de las cuales me llevaron a sentir soledad, hasta cuando puse mi mirada en Dios, entendí que con Él nunca estaría sola y que abrazaría con amor y alegría cada momento, incluso aunque mi esposo no estuviera conmigo. No puedo negar que deseo su permanencia en nuestro hogar pero no porque tema la soledad sino porque quiero nuestra santidad y que nuestros hijos y nietos nos vivan unidos en amor a Dios y entre nosotros.
Hoy leí esta frase:” El mundo se divide entre las personas que están con cualquiera con tal de no estar solas y las personas que están solas con tal de no estar con cualquiera”; esta frase me reafirma la decisión que tomé desde siempre, seguir sola sin buscar llenar ese vacío reemplazando a mi cónyuge porque además de haber hecho votos de fidelidad, obediencia y amor hasta la muerte, pienso que buscar otra persona por no estar sola no es la solución.
Dios y la vida me han dado lo mejor que tengo y disfruto, nuestros hijos, nueras, nietos, hermanos, amigos y la libertad de elegir esos momentos de soledad que me unen cada día más a Dios.
“Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada tu puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará en público.” (Mt.6,6)
Señor, dame la gracia de vivir cada momento de soledad con fe, esperanza y amor y sepa utilizar este tiempo para buscarte más íntimamente, ayúdame a no temer estar solo, sino a aprovechar para sentarme contigo en tranquila unión y aprender a encontrar consuelo en tu presencia, orar por los demás sabiendo que me escuchas atentamente y seré respondida en el tiempo perfecto. Amén
“El amor un huésped, la soledad un compañero”.
Luce Bustillo-Schott
Interesante, gracias!
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