La noticia explosiva revotó en todos los medios y fue comentada por millones de voces en el mundo entero.
En el ojo del huracán aparece el mayordomo del Papa, Paolo Gabriele, por quien he pedido en estos días. Fue arrestado en el Estado Vaticano, por posesión ilícita de documentos reservados, encontrados en su casa.
Todos sabemos que un huracán viene con una masa de nubosidad y vientos con velocidades mayores a los cien kilómetros por hora. Un huracán tiene fuerza destructora. En el caso del mayordomo infiel, la nubosidad gris del huracán está cargada por la gran cantidad de afirmaciones gratuitas e infundadas que la rumorología despliega como pretexto para atacar a la Iglesia y al Papa. Pero también sabemos que el paso de un huracán acarrea un enorme beneficio por la gran cantidad de agua dulce que riega en muchos kilómetros a la redonda. La actitud del Papa ante los sucesos en donde de momento solo aparece el mayordomo infiel, es agua fresca y saludable para toda la Iglesia.
Un mayordomo es la persona de absoluta confianza, caracterizado por su férrea lealtad, impenetrable mutismo sobre lo visto y oído e impecable corrección en el vestir y hablar. Esta posición privilegiada en cuanto a información y autoridad suele convertirlo en el primer sospechoso de crímenes, abusos y filtraciones tanto en el mundo novelesco como en el real.
Jesús, lo recordamos, habla de un mayordomo. Elogia al mayordomo bueno y fiel, a quien su señor deja a cargo de la casa y de la servidumbre, para que entregue a cada quien su ración y salario, tome providencias contra el ladrón y esté siempre preparado, con las luces encendidas, en espera de que su amo retorne. También esboza la imagen contraria. Se refiere al mayordomo irresponsable que en ausencia de su señor maltrata a los criados inferiores, celebra orgías y descuida sus deberes, hasta que el dueño de casa retorna en el día y hora menos pensados. Entonces el castigo será proporcional a su irresponsabilidad, imprevisión y traición: se le recluirá “al lugar de los hipócritas, ahí será el llanto y el rechinar de dientes” ( Mateo 24,51).
Cuando Cristo mismo juzgó cercana su partida, decidió dejar un mayordomo a cargo de su casa: la Iglesia. Y eligió a Pedro. A él le entregó las llaves, símbolo de autoridad doméstica. Y con las llaves, una suerte de poder en blanco : “lo que ates en la tierra, quedará atado en los cielos, y lo que tú desates en la tierra, quedará desatado en los cielos”(Mateo 16,19).
El primer mayordomo de la casa de Cristo comenzó de la peor manera. Intentó disuadir a su señor de encaminarse a la cruz ( le valió ser reprochado con un “Vade retro, Satanás!”). Dudó de su palabra al caminar sobre el lago. Renegó tres veces, con juramento, siquiera de conocerlo. Creyó locas a las mujeres que lo vieron resucitado. Ninguno de estos desvaríos, incoherencias y traiciones quedó encubierto : los evangelistas, contemporáneos del mayordomo, los consignaron por escrito. Y Cristo lo confirmó en su cargo.
El mayordomo de la casa de Jesús es piedra rocosa. La mentira y la hipocresía no prevalecerán contra su casa. Esto es lo que vemos hoy en día en el Papa Benedicto XVI.
Por supuesto que en el Papa hay un dolor sereno y fuerte. Pero está claro que no pierde la paz ni la visión sobrenatural.
En un gesto de cercanía, confianza y transparencia, el Papa Benedicto XVI se refirió el miércoles 30 de mayo de 2012, durante la Audiencia General, a los sucesos de difusión ilícita de documentos vaticanos que han llevado a la detención de su ayuda de cámara, o mayordomo.
«Los acontecimientos sucedidos en estos días -dijo el Papa-, respecto a la Curia y mis colaboradores, han producido tristeza en mi corazón, pero no se ha ofuscado nunca la firme certeza de que, a pesar de la debilidad del hombre, las dificultades y las pruebas, la Iglesia es guiada por el Espíritu Santo y el Señor nunca le hará faltar su ayuda para sostenerla en su camino«.
Benedicto XVI ha comentado luego la actuación de algunos medios de comunicación: «Se han multiplicado, sin embargo, ilaciones, amplificadas por algunos medios de comunicación, totalmente gratuitas y que han ido mucho más allá de los hechos, ofreciendo una imagen de la Santa Sede que no responde a la realidad«.
Por último, el Papa ha expresado, por ello, su deseo de «renovar mi confianza y mi ánimo a mis más estrechos colaboradores y a todos aquellos que, cotidianamente, con fidelidad, espíritu de sacrificio y en el silencio, me ayudan en el cumplimiento de mi ministerio«.
Demos gracias a Dios por tener a este magnífico mayordomo que es el Papa. Pero, hay que pedir intensamente por él.
Mi solidaridad y oraciones con el Papa. Hay de aquel que escandalizaré; Los poderes del Infierno no prevalecerán sobre la Iglesia. En su historia milenaria ha tenido que sufrir muchos dolores. Pero los cristianos no podemos juzgar y menos guiados por medios de comunicación de dudosa reputación
Solomente Dios puede juzgar, nosotros los verdaderos catolicost debemos orar y pedir perdon a nuestro padre Dios por tantos,tantos, malos pesamientos, y sobre todo por todos los que no necesitan mucho para condenar al papa BenedictoXVI quien fue elegido por voluntad del Espirtitu Santo.
Me gustó el artículo. En efecto, este Papa es sereno y humilde. Me da mucha pena que lo hagan sufrir. Me parece que tenemos que pedir más por él. De nuevo encuentro que encuentra (y no es redundancia), es el lugar ideal en donde se encuentra una luz que ilumina muy bien. ¡Gracias!