Tres ejes del pensamiento del Papa Francisco: difusión, encuentro con Cristo y vida eclesial

El pensamiento del Papa Francisco tiene sus fuentes en una formación jesuita que busca el encuentro personal con Cristo y en la vivencia pastoral de las necesidades de la gente común. Por su celo misionero y su búsqueda del bien de los cristianos, Francisco ha sido llamado el Papa de la gente.

Difundir el kerygma. Salir a buscar a la gente.

La Compañía de Jesús, fundada por San Ignacio de Loyola en el Siglo XVI, tiene como uno de sus principales fundamentos la difusión del Evangelio y del encuentro personal con Cristo para todos los hombres de todas las culturas.

Jorge Mario Bergoglio tomó en cuenta este pilar del movimiento jesuita desde su ingreso en la orden. La importancia de este pilar ideológico de la Compañía de Jesús se hace patente en la formación de sus novicios. Los jóvenes deben aprender a difundir el Evangelio según la cultura de los hombres que lo recibirán. De este modo los novicios aprenden lenguas y culturas nuevas para dar a conocer a Jesús a todos los hombres.

La difusión del Evangelio tiene una Historia que se remonta a la época de los Apóstoles. Los primeros cristianos designaron con la palabra griega «kerygma» al anuncio del Evangelio. Esta difusión debía hacerse con caridad y apertura a todos los pueblos y hombres, sabiendo que Cristo había salvado a muchos y no había impuesto barreras de cultura, lengua, época o clase social. En suma, los primeros cristianos salían a buscar a la gente para predicar a Cristo y su Buena Nueva.

Salir a buscar a la gente para que sean discípulos de Cristo implica considerables esfuerzos. Uno de ellos es hablar a los hombres sobre el Evangelio en un lenguaje que puedan entender y valorar. Es por esto que la principal lengua de difusión del cristianismo, durante sus primeros siglos, fue la griega, lengua de filósofos, políticos, comerciantes y la gente común.

De una manera semejante, Jorge Mario Bergoglio dedicó esfuerzos considerables para la difusión del Evangelio para todos los hombres. Desde su juventud trabajó en los barrios pobres de Buenos Aires o «villas de emergencia». Bergoglio salió al encuentro de los jóvenes, los pobres y los necesitados de esperanza a la mitad de la calles.

Los primeros cristianos sabían que anunciaban un Mesías Salvador personal que era esperado por individuos con problemas concretos y diferentes para cada uno. Es por esto que anunciaron una salvación personal que se daba en el seno de una comunidad de creyentes, la Iglesia. Los primeros misioneros hablaban para cada individuo y lo invitaban a seguir a Jesús como verdadero y único camino seguro al Padre. En este sentido, interpelaron al individuo y sus problemas particulares para que encontrara en Jesús un Salvador personal.

Jorge Mario Bergoglio también apostó por esta predicación personal del Evangelio, pero siempre en el seno de la Iglesia como comunidad de los creyentes. Siendo arzobispo de Buenos Aires dio la siguiente opinión  sobre la difusión del Evangelio que sale al encuentro de la gente: «Creo sinceramente que la opción básica de la Iglesia, en la actualidad, no es disminuir o quitar prescripciones o hacer más fácil esto o lo otro, sino salir a la calle a buscar a la gente, conocer a las personas por su nombre. Pero no sólo porque sea su misión, salir a anunciar el Evangelio, sino porque el no hacerlo le produce un daño. (…) A una Iglesia que se limita a administrar el trabajo parroquial, que vive encerrada en su comunidad, le pasa lo mismo que a una persona encerrada: se atrofia física y mentalmente (…) A una Iglesia autorreferencial le sucede lo mismo que a una persona autorreferencial: se pone paranoica, autista. Es cierto que si uno sale a la calle, le puede pasar lo que a cualquier hijo de vecino: accidentarse. Pero prefiero mil veces a una Iglesia accidentada a una Iglesia enferma». (1)

La religión es encuentro con Cristo, no una serie de limitaciones morales

La espiritualidad del carisma de San Ignacio de Loyola tomo como centro el encuentro personal con Cristo. Este encuentro no es con el Dios que nos cumple nuestros deseos, sino con el Dios que se hace hombre, nos redime, nos fortalece y nos da su gracia para que seamos dignos de Él. Este Dios que Cristo nos presenta interpela a cada uno de los hombres, y se presenta en Cristo mismo como el Dios que nos tiende la mano para que lo alcancemos.

El Papa Francisco, como jesuita cuya formación tardó 12 años, sabe que seguir a Cristo no es una decisión temporal, sino fundamental para el proyecto de vida. Seguir a Cristo implica una renuncia a ciertos bienes para ganar otros mejores. Dios da su gracia para que podamos seguir su camino. Sin embargo, no está todo en la disposición de Dios, pues la acción del seguimiento de Cristo sería indigna de Dios si fuera hecha por obligación y no con la aceptación humana. En palabras sencillas diríamos que Dios invita a seguir su camino, pero no obliga a nadie, sino que convence y ayuda con su gracia.

Antiguamente se llamaba «religión» a cada espiritualidad de las órdenes católicas. Así, había hermanos en la «religión» dominica, franciscana o jesuita. Esto se puede entender más fácilmente si buscamos el origen etimológico de «religión». Esta palabra viene del latín religare que significa «ligar con, unir». La religión es el acto que nos reúne, nos liga con Dios.

Uno de los pilares del pensamiento de Bergoglio es la cualidad de la religión como un encuentro personal con Dios, y no como una serie de prescripciones morales. El Papa desea que la religión sea principalmente el encuentro personal del Dios de Jesucristo y no una serie hueca de reglamentos y prohibiciones que queden en el plano moral y no den posibilidad de trascender.

Para dar con claridad su opinión, Bergoglio se basa en una idea de Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, que propone al cristianismo no como una serie de reglas morales que hay que seguir para salvarse, sino un encuentro amoroso y personal con Cristo, del cual surgen las leyes que hay que seguir. Es decir, las leyes morales y las prescripciones nacen del compromiso de seguir y amar a Cristo.

La religión no es primeramente una ley, sino que del amor que nos liga a Dios nacen las leyes que nos ayudan a llegar a Él. La Religión que es sólo una ley es un fariseísmo seco que no busca un encuentro personal con Dios. En cambio, la religión que origina a la ley como una consecuencia de la relación amorosa con Dios llena el corazón del hombre y le da fuerzas para continuar por el camino de la trascendencia.

En palabras del propio Bergoglio, vemos que el orden de procedencia de la ley es a partir del encuentro personal con Cristo: “…Después del encuentro con Jesucristo viene la reflexión, que sería trabajo de catequesis. La reflexión sobre Dios, Cristo y la Iglesia, de donde se deducen luego los principios, las conductas morales religiosas, que no están en contradicción con las humanas, sino que le otorgan una mayor plenitud». (2)

Profundizar la vivencia de la conciencia social en la vida evangélica.

Los primeros cristianos predicaron a un Dios que se encuentra en la intimidad individual. Con ello predicaron una salvación personal que cada hombre debe buscar con la vida de la gracia. A pesar de esta propuesta salvífica el cristianismo no se consolidó como una religión individualista, pues cada creyente tenía un apoyo en los demás, que formaban una asamblea o comunidad de creyentes, una Iglesia.

La Iglesia, como el cuerpo comunitario de creyentes en Cristo, tiene una misión en la sociedad que no se puede reducir a un plano moral. Es decir, la Iglesia debe actuar en la sociedad movida por el verdadero espíritu cristiano que busca la trascendencia y el bien de todos los hombres. El Papa Francisco ha dicho que la Iglesia no es una Organización No Gubernamental que se dedique a hacer obras de filantropía. Los cristianos practican la caridad como modelo de vida basado en el camino que Cristo ha mostrado para llegar al Padre.

Los cristianos viven en el mundo y no fuera de él. Sin embargo, la vida cristiana tiene una meta que va más allá del mundo. Las acciones de la caridad no se hacen para «ganar un premio», sino que se llevan a la realidad porque son expresión de la perfección espiritual y moral que se busca. Es decir, las acciones de los creyentes en Cristo están en consonancia con el modo de vida que Cristo ha enseñado, y en cierto modo, es ya un modelo de perfección.

La vida de la Iglesia es presidida por Cristo mismo y se ve revitalizada por la acción del Espíritu Santo. Es el Espíritu quien mueve a los creyentes a la realización de las obras buenas en el mundo para que todos los hombres noten que los creyentes son hijos de Dios y tratan de tener una vida digna de Él. Es decir, la Iglesia se mueve en el mundo para predicar a Cristo como el Hijo en el que somos hijos de Dios, con lo que pretendemos tener una vida digna del Padre.

Con respecto a la participación de la Iglesia en el mundo, dice el Papa Francisco: » Tenemos que ver, con gran creatividad, cómo nos hacemos presentes en los ambientes de la sociedad haciendo que las parroquias e instituciones en instancias que lancen a esos ambientes. Revisar la vida interna de la Iglesia para salir hacia el pueblo fiel de Dios. La conversión pastoral nos llama a pasar de una Iglesia ‘reguladora de la fe’ a una Iglesia ‘transmisora de la fe'». (3)

(1) El Papa Francisco, Conversaciones con Jorge Bergoglio, RUBIN. S, AMBROGETTI. F, Ediciones B, Querétaro, México, 2013. pp. 77-78.

(2) Ibídem. p. 91

(3) Ibídem. p. 80

Por Gabriel Gonzáles Nares

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Un comentario

  1. Papa Francisco, Gracias!!! porque las Iglesias vuelven a estar colmadas gracias a ti!!!!!
    Tu generosidad es inmensa, confío plenamente en que nombres CARDENAL, a Monseñor Héctor AGUER – Muy merecido lo tiene, además, un intelectual muy admirado-

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