Se dice fácil “Pero…¿en verdad rehacen su vida los divorciados?”… “¿qué han hecho primero para deshacerla?”
No sólo deshace su vida el que decide romper un matrimonio sino que deshace la vida de la esposa y los hijos, deshace los muchos años que juntos construyeron, deshace una familia completa.
“Y yo os digo que cualquiera que se divorcia de su mujer, excepto en caso de fornicación, y se casa con otra mujer, comete adulterio”. (Mateo 19,9)
Aquel que decide “ rehacer su vida” en una nueva unión se lleva con el, el dolor de la esposa y el de los hijos que por más que quiera borrar de un plumazo para reiniciar esa nueva vida no le será fácil con esa carga tan pesada.
Dios no elevó el matrimonio a sacramento para que el hombre lo deshiciera, Dios lo instituyó como un signo visible de Su gracia y así los esposos se amaran santamente y educaran a los hijos en valores cristianos.
Lo creó como una unión indisoluble de tal manera que pudieran sobrellevar las dificultades del día a dia una y otra vez.
“María le dijo a Jesús: Ya no tienen vino. Jesús le contestó: Mujer. ¿qué podemos hacer tú y Yo? Todavía no llega mi hora Pero Ella dijo a los que servían: Hagan lo que él les diga.”. ( Juan 2,3-5 )
Aquel que ha decidido salirse por la puerta ancha y escapar de la responsabilidad y compromiso que prometió un día ante Dios el día de la boda buscará de cualquier manera con miles de excusas atribuirle la culpa a la otra parte, sin reconocer en muchos casos la propia culpa.
Y esa parte se muestra tan buena, inocente, que en ocasiones llega hasta aceptar (o no puede dejar de reconocer) cierta culpa, ¿qué le queda? Según ella: “rehacer su vida”, puesto que se considera de alguna manera una víctima dejando a la otra parte como la mala y/o culpable de su desgracia.
Procediendo al siguiente paso que según le hará libre, el divorcio, con el cual creen destruir un vínculo que libremente aceptaron y que Dios santificó y estableció hasta la muerte de algún cónyuge.
Con papeles tan sólo papeles pretenden disolver un verdadero y legítimo matrimonio y legalizar el consecuente amasiato y/o adulterio. “Así, lo que Dios unió no lo puede separar el hombre.”
“La infidelidad es una puerta que se abre a la desdicha y se cierra a la oportunidad”. (Padre Bustamante)
El cónyuge que decide “rehacer su vida”, impide la verdadera reconstrucción, ya que crea nuevas estructuras familiares que lo atan y el cónyuge legítimo que no “rehizo” su vida manteniéndose fiel a Dios y a su cónyuge se ve impedido a verdaderamente tratar de reconstruir su matrimonio ya que estaría luchando contra un adulterio dizque legalizado, y se vería frustrada ante cualquier posible intento de rehacer su familia legítima.
El cónyuge que abandona su familia vive en permanente situación de pecado, engañará a todos -incluso a sí mismo-, pero no a Dios, colocándose y colocando a “su pareja”, en el enorme riesgo de morir como se está viviendo, en pecado mortal.
Dios espera con amor y paciencia que el cónyuge que abandona su hogar llegue al arrepentimiento reconociendo que se ha equivocado y sin justificación reconozca sus errores para que realmente inicie una nueva vida en Cristo y así realmente pueda “rehacer su vida”, reconstruyendo lo que en un momento había deshecho o hizo mal.
“Entonces el hijo regresó a la casa de su padre. »Mientras el hijo todavía estaba muy lejos de casa, su padre lo vio y tuvo compasión de él. Salió corriendo a su encuentro y le dio la bienvenida con besos y abrazos.”( Lucas 15,20 ) Nota: Ciertamente, la misma Iglesia acepta, en situaciones extremas, la separación, más no la falsa disolución de un vínculo para volverse a casar.
Luce Bustillo Schott