Hace unos días escuchaba el testimonio de un joven de 40 años, a quien amo y admiro mucho, casado con 4 hijos, quien ha ido forjando un hermoso hogar junto a su esposa, él es hijo de padres separados y el planteaba que tenía dos caminos: imitar o no a sus padres; que siendo consciente del dolor tan grande que ha vivido por eso, eligió no imitarlos para que sus hijos no sufrieran como él.
Algunos dicen: “Todo hijo de padres separados algún día supera el dolor y se olvida de lo vivido como una tragedia”. Indudablemente las personas, gracias a Dios, aprenden a superar sus dolores y a perdonar a quienes se los originaron, pero eso no justifica causarlos, porque la pérdida de la estabilidad familiar es tan dolorosa que algunos comparan con el desgarramiento físico de los miembros del cuerpo.
No, esa frase no puede tomarse como excusa porque quien la expresa puede estar queriendo justificar una realidad que causa mucho dolor a los cónyuges y a los hijos y puede ser utilizada para esconder un poco el sentimiento profundo de culpabilidad que no se quiere aceptar.
Dice San Juan Crisóstomo: “Tenemos un gran depósito en los niños, atendámosles con gran cuidado”.
Es responsabilidad de los padres «formar al niño para que siga el buen camino». La Escritura enseña que la forma en la que vivimos es como una «carta de Dios», una carta que leen nuestros hijos, cada día.
Los padres han de dar ejemplo de cómo se vive bien (2ª Corintios 3,2-3)
Los hijos suelen ser las grandes víctimas de la separación de sus padres. Para ellos suele ser un hecho inesperado que les rompe la estabilidad a la que estaban acostumbrados y les llena de distintos sentimientos entre ellos el temor del abandono, a sentirse culpables por creer que ellos pudieron ser causa y un sin fin de sentimientos que crean en ellos inestabilidad, inseguridad, dolor y tristeza profunda.
No importa la edad que tengan los hijos, el dolor que viven por la separación de sus padres es una desilusión que los llena de incertidumbres sobre su propio futuro, cómo afrontarán sus propias relaciones amorosas en el momento que se presente la persona con quien ellos formarían sus propias familias, si serán buenos esposos y padres o si repetirán el mismo patrón de sus padres.
Nunca y a ninguna edad se puede afirmar que los hijos de padres separados y/o divorciados no se verán afectados por la decepción y el dolor que les causan sus propios padres. Podrán salir adelante de una u otra manera, algunos harán sus vidas buscando no repetir el mismo patrón otros tristemente lo imitarán, pero las heridas por más que ellos busquen ayuda para sanar quedan huellas que marcan interiormente sus vidas.
No podemos describir ni generalizar los efectos, no podemos dibujarlos con el mismo pincel, hay diferencias sobre cómo reaccionan los hijos y hay múltiples motivos en cada separación y cada uno enfrentará de distinta manera. Los efectos suelen ser distintos según la edad y la manera de ser, en algunos hijos adultos, como mencioné antes, pueden tratar de que sus matrimonios sean duraderos, mientras que otros, no contemplan ni siquiera buscar alguien para contraer matrimonio y formar su propio hogar porque asocian el amor con el dolor.
Los hijos que experimentan el dolor del abandono, que han vivido el fin del matrimonio de sus padres y posiblemente les puede dominar un sentimiento pesimista. La idea de pasar toda la vida con alguien es deseable, pero se aterran de no lograrlo. Pueden asumir que las personas se irán y las relaciones terminarán. ¿Podrán construir un matrimonio saludable cuando nunca fueron testigos de uno? ¿Podrán cumplir las promesas que se hacen uno al otro cuando vieron que sus padres las incumplieron?
Los niños aprenden de sus padres a quién y cómo amar. Sólo cuando son adultos, comprenden bien cómo la separación de sus padres afectó su visión de las relaciones románticas y las heridas que les quedan, pueden no ayudarles a abrirse y comprometerse con confianza a la persona con quien establecerán sus propios matrimonios.
Existen estrategias para mejorar las relaciones y desarrollar matrimonios comprometidos, duraderos y felices, pero esto no sucede por casualidad. Las relaciones requieren trabajo. Incluso, para los hijos de padres separados y/o divorciados, las habilidades y actitudes respecto del matrimonio pueden cambiarse y mejorarse.
Mostrad al niño el camino que debe seguir, y se mantendrá en él aun en la vejez. (Prov. 22:6)
Señor, nos elegiste a para ser padres, amar, educar y dar buen ejemplo a nuestros hijos, danos la gracia que como esposos busquemos por todos los medios mantener unido nuestro hogar para poderles dar amor, estabilidad, unidad, confianza y la seguridad, que sepan que siempre estaremos para ellos. Danos fortaleza cuando sintamos debilidad, sabiduría para resolver nuestras diferencias, humildad para reconocer nuestras equivocaciones, asumiendo nuestros errores cada uno y busquemos resolver todas las diferencias y dificultades unidos con amor, serenidad y paz. Señor que como esposos caminemos juntos de Tu mano y podamos guiar a nuestros hijos por el camino de santidad.
Por Luce Bustillo – Schott
Interesante, gracias!
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