La mentira es el arma más usada por los infieles para lograr los propósitos que los llevan a satisfacer sus pasiones, esta implica engaño, traición, injusticia.
La mentira es usada traicionando la buena fe de los demás por sacar provecho de las intenciones y deseos que los invade.
Entre algunas de las mentiras de los infieles: Tengo mucho trabajo y saldré tarde, tuve problemas con el automóvil, es solo una compañera de trabajo, no estoy casado ni tengo novia, mi jefe me retrasó…
La mentira nos separa de Dios porque se falta al octavo mandamiento: No levantar falsos testimonios ni mentir. Y nos dice también la Palabra de Dios: Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad. (1Juan 1,6 )
En el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 2482) también nos dice la definición de san Agustín sobre la mentira: “La mentira consiste en decir falsedad con intención de engañar” (san Agustín, De mendacio 4, 5).
La mentira daña enormemente los matrimonios, las familias y la sociedad, pero principalmente al que está diciendo la mentira porque socava el amor propio, perjudica su alma y lo lleva al desprecio de Dios y del hermano.
La mentira nace en el corazón del hombre por ocultar un deseo, un hecho, una ambición o para ocultar un pecado, para evitar un castigo, para no dañar la buena imagen que otros tengan de ellos.
“Pero lo que sale de la boca proviene del corazón, y eso es lo que contamina al hombre. Porque del corazón provienen malos pensamientos, homicidios, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios y calumnias.” ( Mt. 15,18-19 ).
Hay quienes dicen: “El fin justifica los medios”, nada más lejos de la verdad, pues está frase es un sofisma para salirse con lo que se propone en el fondo de sus malas intenciones y así el mentiroso pretende deshacerse de la consecuencia de sus acciones pecaminosas, no pagar el precio creyéndose más listo que los demás, abusando de la bondad del prójimo especialmente de aquellos que lo quieren tanto, pero no es sino la falta de integridad lo que lo pone momentáneamente sobre otros, hasta que su mentira es descubierta y su reputación se viene abajo. Quien dice mentira se hace esclavo del mal.
La persona que miente vive angustiada, no tiene un buen descanso, se hace víctima de las situaciones que el mismo crea, poniéndose a la defensiva, manipulando a los demás para no ser descubierto y seguir sacando provecho de sus mentiras aunque no sea lícito.
El esposo mentiroso pierde el sentido y valor de lo que posee, su esposa, sus hijos, su hogar, que con cada una de sus mentiras va perdiendo la confianza, la admiración y la valoración de quien tanto lo ama; vive convencido que fuera de su hogar se le está brindando lo que él en su enredo está queriendo creer por esos momentos de placer que otra le brinda pero que al final, solo le queda es un enorme vacío y sentimiento de culpabilidad y si, por dureza de corazón no se siente culpable, le queda el daño en su alma.
Muchas veces el infiel desea ser descubierto de sus mentiras para salir de esas aventuras trayéndole una sensación de alivio a la pareja infiel y puede ser un buen momento para rectificar y buscar el perdón del cónyuge y no seguir arriesgando lo más valioso que es su familia y la integridad de su corazón.
Oremos por todos aquellos que están atrapados en la mentira y el engaño del enemigo haciéndoles creer que no tendrán perdón al sentir arrepentimiento sincero de todo el mal y daño que le han hecho a sus cónyuges, a sus hijos y a ellos mismos para que encuentren el camino de la reconciliación y se dejen abrazar de la misericordia de Dios y el amor de su familia que siempre les espera!
“Otra caída… y ¡qué caída!… ¿Desesperarte? No: humillarte y acudir, por María, tu Madre, al Amor Misericordioso de Jesús. -Un «miserere» y ¡arriba ese corazón!- A comenzar de nuevo. (San Josemaría Escrivá de Balaguer, Camino, n. 711)
Por Luce Bustillo – Schott