Algunos acuden a los tribunales eclesiásticos en busca de la nulidad matrimonial con pretextos o justificaciones insuficientes que van en contra de la promesa hecha a Dios, al cónyuge y a los hijos, lo cual quebranta la promesa ante el amor de Dios que unió a los esposos de manera indisoluble.
Cuando hay dificultades matrimoniales es necesario renovar el amor unidos a Jesús, cargando la cruz de cada día, rechazando el pecado y la vida mundana y, con la ayuda de su gracia, el amor sale fortalecido sin ir en contra de las leyes divinas, ni arriesgar la vida eterna de los esposos, quienes ante la alianza contraída con Dios deben luchar por sacar adelante a la familia y a los hijos creciendo en el amor.
Considero que se debe revisar el proceso de nulidad porque cuando se otorga sin razones reales válidas se puede poner en peligro el alma de los implicados. He visto en diferentes situaciones y parejas cómo se desconocen años de convivencia con múltiples hijos, se argumenta falta de madurez contando ambos contrayentes con todas sus capacidades mentales para ser responsables por sus actos y además que cuando los dos cónyuges uno defiende el vínculo y el otro es quien solicita la nulidad, no se solicita la suficiente información para comprobar que los argumentos que expone el cónyuge son realmente válidos y si tienen el peso para justificar ese acto tan importante como es declarar que ese matrimonio no existió.
Hay muchos casos amañados en los cuales quien solicita la nulidad se vale de medias mentiras o de falsos testimonios para desfigurar la realidad y la falta de compromiso y lealtad con su cónyuge y familia. Se llega a desconocer un pasado, una historia a veces de más de 20 años de esa unión, donde existen hijos fruto de ese amor. Es importante profundizar en la verdad según cada caso que es presentado ante un tribunal eclesiástico, porque sería una falsa misericordia si se le otorga la nulidad sin las razones reales ante Dios.
Por eso el Tribunal Eclesiástico debe ser muy riguroso en la investigación de la realidad de la pareja. Notificar a cada uno de los miembros de la pareja de cada paso que se da, para que cada uno pueda profundizar las explicaciones, verificando que el proceso no esté amañado. Conozco casos en los cuales la persona que defiende su vínculo no es notificada de estos pasos y se entera en forma extemporánea de la nulidad de su matrimonio sin poder tener derecho a la defensa del vínculo.
Nuestro Señor Jesucristo, cuando se le preguntó sobre el divorcio, fue muy claro al decir que no era admisible y que exponía a los esposos a cometer adulterio y los remitió a la creación, porque Él estaba haciendo nuevas todas las cosas según el plan de Dios Padre: “Pero, al principio de la creación, Dios los hizo hombre y mujer; y por eso dejará el hombre a su padre y a su madre para unirse con su esposa, y serán los dos una sola carne. De manera que ya no son dos, sino uno solo. Pues bien, lo que Dios ha unido, que el hombre no lo separe” (Mc 10,6-9).
Dios nunca tuvo en sus planes la nulidad de matrimonios válidos bendecidos por Él. Su plan es perfecto para los esposos, la familia y la sociedad. La nulidad, al igual que el divorcio, si obedecen a procesos amañados para complacer a las personas, contradice el plan de Dios. Dar una nulidad sin motivos válidos estaría propiciando que la personas incurran en pecado.
Muchas de estas realidades tienen su origen en terceras personas que irrumpen el matrimonio y luego convencen a que se solicite la nulidad matrimonial para regularizar ante el mundo su situación. No debemos olvidar que todo lo que hacemos o decimos se hace frente a Dios, quien ve la realidad y la verdad de las situaciones y circunstancias, por mucho que se logren propósitos humanos, para Dios solo es válida la verdad.
En últimas, en estas situaciones quienes más se perjudican son los hijos, porque no encuentran la seguridad que ofrece una familia fundamentada en el Sacramento y que luego justifica el abandono de ésta, llegando a la nulidad, por parte de alguno de los padres. Esto genera confusiones frente a la fe y al valor profundo del sacramento del matrimonio indisoluble creado por Dios.
Según el Derecho Canónico, existen unas causales estrictas para conceder la nulidad matrimonial en casos muy específicos y extremos, pero hoy existe el riesgo de desvirtuar dichas causales, interpretando de manera imprecisa los motivos para declarar nulo un matrimonio que pudo salvarse con ayuda de esos mismos tribunales.
Oremos por los sacerdotes, por los obispos, y por todas las personas que están implicadas en estos casos de nulidad, para que pidan la guía del Espíritu Santo antes de proceder a dar falsas sentencias de nulidad, para que actuen conforme a las leyes de Dios y eviten causar más daño y más dolor a las familias.
Es oportuno, además, recordar que la Iglesia favorece, cuando es posible, la convalidación de matrimonios nulos. Así lo explicaba Juan Pablo II: “Los esposos mismos deben ser los primeros en comprender que sólo en la búsqueda leal de la verdad se encuentra su verdadero bien, sin excluir a priori la posible convalidación de una unión que, aún sin ser todavía matrimonial, contiene elementos de bien, para ellos y para los hijos, que se han de valorar atentamente en conciencia antes de tomar una decisión diferente” (Juan Pablo II, Discurso a la Rota Romana, 28 de enero de 2002, n. 6).
Por Luce Bustillo de Schott
Querida Luce. Tu escrito esta perfecto, pues,se nota,que ha sido inspirado por el mismo Díos, para,llevar un mensaje a todos los cónyuges que se atreven a solicitar un supuesto anulamiento de su matrimonio a base de mentiras y engaños y a los que creyéndoles, dejándose guiar por el mismo demonio y no por el Espíritu Santo, pasan por encima al otro conyuge que ha dado una versión contraria y verdadera fácilmente han dado una sentencia firme, pisoteando el Sacramento del matrimonio sin el más mínimo temor a Dios. Triste realidad que hoy vemos en nuestra Iglesia. Sólo nos queda pedir misericordia ante esta semejante afrenta que se le hace al Señor, pues tanto el cónyuge como el que da la sentencia, tendrán que dar cuentas a Díos y corren gran peligro de perder su alma y seguir conduciendo a otros fieles a que se pierdan
Excelente artículo. Estoy de acuerdo con lo que se afirma. Me parece que la metodología que se utiliza no permite esclarecer la verdad. Los sacerdotes que terminan decidiendo si hay o no nulidad se basan solo en testimonios escritos independientes con base en preguntas a algunos testigos, sin poder ahondar l realidad del matrimonio que se declara nulo.
Ante unas palabras tan contundentes de Nuestro Señor Jesucristo al preguntarle sobre el tema, defendiendo el vínculo matrimonial, creo que la Iglesia está frente a la gran responsabilidad de revisar esos procedimientos.
Muy cierto Luce. Inclusive, ha sucedido que no llaman a la persona que esta defendiendo el vínculo, para que comparezca a dar su testimonio sobre los hechos objeto de la demanda de nulidad.
Otro problema bastante común es que confunden el proceso de nulidad con el de divorcio y piensan que aplican las mismas causales.
Así es! Gracias por tu comentario fundamental pues en eso me he basado porque muchos casos que investigue hubo irregularidades en el proceso, y consideró que se les olvida que Dios todo lo ve y sabe y duele que no se piensa en la salvación de las almas. Dios te bendiga