¿Qué tiene que ver la fe con el amor y la sexualidad? ¿Por qué tanto empeño en hablar de fidelidad? Conoce los criterios fundamentales de la doctrina católica al respecto.
Concepción cristiana de la sexualidad
– Dios estableció la institución matrimonial como principio fundamental de la familia y de la sociedad. – El sexto mandamiento del Decálogo protege el amor humano.
– El sexo es un don de Dios abierto a la vida: al amor y a la fecundidad. Su ámbito natural y exclusivo es el matrimonio.
– El sexto mandamiento es un precepto de ley natural, que obliga, por tanto, a todos los hombres, que reciben ayuda de Dios para poder cumplirlo.
La castidad
Si el hombre quiere usar rectamente de la sexualidad, deberá esforzarse, moderar los impulsos, evitar el desorden, etc. Pues bien, ésa es la naturaleza de la virtud de la castidad.
La virtud de la castidad se define: virtud moral, parte de la virtud de la templanza, que inclina prontamente y con alegría a moderar el uso de la tendencia sexual, según la razón natural. En el caso de los cristianos, según la razón natural iluminada por la fe. La virtud de la castidad, pues, regula dentro de los límites razonables: no suprime o anula, porque ninguna virtud anula o suprime lo genuinamente humano. Regulación o moderación que debe hacerse según el estado propio de cada persona: en el matrimonio, o fuera del matrimonio.
La Declaración sobre ética sexual afirma: «La virtud de la castidad no se limita a evitar las faltas indicadas. Tiene también otras exigencias positivas y más elevadas. Es una virtud que marca toda la personalidad en su comportamiento, tanto interior como exterior. Ella debe calificar a las personas según los diferentes estados de vida: a unas, en la virginidad o en el celibato consagrado, manera eminente de dedicarse más fácilmente a Dios solo, con corazón indiviso; a otras, de la manera que determina para ellas la ley moral, según sean casadas o celibatarias. Pero en ningún estado de vida se puede reducir la castidad a una actitud exterior».
Educación de la castidad
Como cualquier otro aspecto de la vida humana, la castidad exige una correcta educación para ser vivida rectamente. Entre otras consideraciones referentes a la educación de la castidad, señalemos las siguientes:
– Conocimiento preciso de las exigencias de la ley de Dios.
– Positiva y prudente educación sexual según las edades.
– Custodia de los sentidos y del corazón para mantener los afectos y emociones dentro de los cauces de la razón y de la voluntad.
– Empleo de los medios sobrenaturales que facilitan la ayuda de la gracia: confesión y comunión frecuentes, dolor de los pecados, devoción a la Virgen Santa María, etcétera.
«Bienaventurados los limpios de corazón.»
El abuso de la función sexual
«El uso de la función sexual logra su verdadero sentido y su rectitud moral sólo en el matrimonio legítimo- (Declaración sobre ética sexual). La naturaleza de la sexualidad hace referencia a la entrega mutua en el amor del matrimonio; sólo en el matrimonio tiene rectitud el ejercicio pleno de la sexualidad, incluida la genitalidad, cuyo fin es la procreación. Cualquier otro uso de la sexualidad y la genitalidad será ciertamente un «abuso», es decir, un uso fuera de su naturaleza.
Relaciones prematrimoniales
El principio anteriormente expuesto deja bien clara la inmoralidad de toda unión sexual fuera del matrimonio legítimo (fornicación). ¿Son ilícitas las relaciones sexuales entre quienes piensan contraer matrimonio? La Declaración sobre ética sexual afirma que todo acto genital humano es lícito solamente en el matrimonio. Por mucho que los novios se hayan prometido amor, únicamente en la estabilidad y fidelidad del matrimonio es posible el verdadero amor. Además, esas relaciones prematrimoniales excluyen, en la mayoría de los casos, los posibles hijos, con lo que atentan gravemente a la finalidad última de la unión sexual carnal; y si vinieren los hijos, éstos no encontrarían la convivencia estable que es la familia, fundada en el matrimonio perpetuo, único ámbito en el que es posible una educación auténtica de la persona humana.
Homosexualidad
Están fuera del recto uso natural de la capacidad sexual las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo. Así lo ha declarado la doctrina constante de la Iglesia y el sentido moral de las personas normales.
La masturbación
La masturbación o búsqueda del placer genital solitario es un grave desorden moral; constituye un acto intrínseca y gravemente desordenado. Si es un acto consciente y voluntario es un claro abuso del sexo, y una forma de perversión, por ser un acto contra la naturaleza.
Igual calificación moral, es decir, pecado grave, merecen los tocamientos que tienden a producir un placer parcial, bien sean del propio cuerpo o del cuerpo de otra persona, hombre o mujer.
El desorden del pensamiento, el deseo, la palabra, la vista
El abuso del sexo no se limita a la acción externa y desordenada. Ya se ha visto antes que el hombre constituye una unidad íntima de cuerpo y alma; por consiguiente, se puede crear desorden en la sexualidad con actividades mentales, con palabras, con el sentido de la vista, etc. Estos actos serán graves cuando sean consentidos, cuando el hombre se recree en ellos libremente.
La malicia de todo pecado comienza en el interior del hombre. Consentir en pensamientos o deseos impuros es pecado, tanto cuando se traducen en una acción externa como cuando quedan en el interior del hombre.
Lo mismo hay que decir de las palabras y conversaciones que tratan de cuestiones sexuales cuando se hacen con malicia. Además, en estos casos, se debe añadir el posible daño, o escándalo, que afecte a otras personas.
También se deben vigilar las lecturas, el cine, la televisión, los espectáculos, las playas, etc. No se trata de vivir encerrado -entre cuatro paredes-; se trata de vivir el orden querido por Dios para la persona humana en lo que se refiere a la sexualidad. Solamente viviendo ese orden el hombre está en condiciones de manifestar rectamente el amor a Dios y a otra persona humana. No es cuestión de modas o usos sociales: se trata de un orden natural inmutable. Hay obligación de evitar las ocasiones próximas de pecar.
El trato con personas de distinto sexo
Es evidente que la sexualidad comporta en la persona humana la atracción hacia el sexo contrario: ése es el orden querido por Dios. Pero esa atracción sexual debe ser regulada, moderada, para que sea recta, teniendo en cuenta la delicadeza, el pudor, la modestia y la justicia.
El cuerpo, íntimamente ligado al alma, puede manifestarse en actitudes que sólo son rectas en la intimidad del matrimonio. Deben, pues, ser «veladas» para no provocar en uno mismo o en los demás una excitación o impulso desordenado. Esa es la finalidad de dos virtudes muy relacionadas con la castidad: el pudor y la modestia.
Los besos, caricias, etc., son plenamente legítimos en el matrimonio; fuera de él serán lícitos cuando sean manifestación de cariño y no provoquen, directa o indirectamente, el placer sexual; es decir, cuando no se busque con ellos este placer.
La delicadeza en el trato con personas de distinto sexo es consecuencia del respeto que las demás personas nos merecen. Lo que a uno no hace daño, sí puede hacerlo a otro. Una insinuación, palabras de doble sentido, determinadas caricias, etc., pueden producir desorden en la sexualidad de otras personas, por consiguiente, hay obligación de evitarlos. No se ha de olvidar la justicia, pues el daño producido en los demás por las faltas de pudor y de modestia (escándalo) obligan a la reparación conveniente.
Recto uso de la sexualidad y libertad
¿Es el hombre menos libre por tener que adecuar su conducta sexual a las leyes que emanan de su naturaleza? Juan Pablo II en la homilía pronunciada en Filadelfia el 3 de octubre de 1979, afirma al respecto: «Esto es especialmente relevante cuando uno considera el ámbito de la sexualidad humana. Aquí, como en cualquier otro campo, no puede haber auténtica libertad si no se respeta la verdad referente a la naturaleza de la sexualidad humana y del matrimonio.
En la sociedad actual observamos cantidad de tendencias perturbadoras y un gran laxismo por lo que respecta a la visión cristiana de la sexualidad; y todo ello con algo en común: recurrir al concepto de libertad para justificar todo tipo de conducta que ya no está en consonancia con el verdadero orden moral y con la enseñanza de la Iglesia. Las normas morales no pugnan con la libertad de la persona o de la pareja; por el contrario, existen precisamente de cara a esa libertad, toda vez que se dan para asegurar el recto uso de la libertad. Quienquiera que rehúse aceptar estas normas y actuar en consonancia con ellas, quienquiera (hombre o mujer) que trate de liberarse de estas normas, no es verdaderamente libre. Libre, en realidad, es la persona que modela su conducta responsablemente conforme a las exigencias del bien objetivo».
La salvación de Cristo y el cuerpo
Jesucristo es perfecto Dios y perfecto hombre, con alma y cuerpo. Dios quiso salvar a los hombres al modo humano, relacionarse con nosotros como uno más, comunicarse a través de gestos y palabras. A través de su cuerpo se nos manifiesta su divinidad; su cuerpo y su humanidad son instrumento de la divinidad.
Jesús no sólo manifiesta el valor del cuerpo al asumir un cuerpo como el de cualquier hombre, sino que de un modo rotundo muestra el valor del cuerpo con su Resurrección, que es anticipo de la nuestra.
Cuando Jesús quiere mostrar su amor sublime a los hombres, lo hace quedándose para siempre entre ellos en el sacramento de la Eucaristía. El sacramento de la Eucaristía es el Sacramento del Cuerpo y Sangre de Cristo. Unida a la humanidad santísima de Jesús está la divinidad, puesto que son inseparables; pero es a través del Cuerpo, realmente presente bajo los accidentes de pan y de vino, como Cristo se ofrece para alimento de todo hombre.
Con su Encarnación, Resurrección y con el sacramento de la Eucaristía, Jesús, Dios y hombre verdadero, nos muestra plenamente el valor y la dignidad de lo corporal: el cuerpo manifiesta el espíritu al que está radicalmente unido, y el hombre, alma y cuerpo, manifiesta el poder de Dios, ya que es imagen de Él. Al final de los tiempos resucitarán todos los hombres, recuperarán sus cuerpos transformados: los santos los recibirán glorificados, los condenados para mayor dolor.
Jesús es el modelo. Lo ha dicho Él: discite a me, aprended de mí. Y hoy deseo hablaros de una virtud -que sin ser la única ni la primera, sin embargo actúa en la vida cristiana como la sal que preserva de la corrupción, y constituye la piedra de toque para el alma apostólica: la virtud de la santa pureza.
Ciertamente, la caridad teologal se nos muestra como la virtud más alta; pero la castidad resulta el medio sine qua non, una condición imprescindible para lograr ese diálogo íntimo con Dios; y cuando no se guarda, si no se lucha, se acaba ciego; no se ve nada, porque el hombre animal no puede percibir las cosas que son del Espíritu de Dios.
Nosotros queremos mirar con ojos limpios, animados por la predicación del Maestro: bienaventurados los que tienen puro su corazón, porque ellos verán a Dios. La Iglesia ha presentado siempre estas palabras como una invitación a la castidad. Guardan un corazón sano, escribe San Juan Crisóstomo, los que poseen una conciencia completamente limpia o los que aman la castidad. Ninguna virtud es tan necesaria como ésta para ver a Dios. (J.Escrivá de Balaguer, Amigos de Dios, n. 175)
Hombre O Mujer
La persona humana es un ser sexuado. Esta condición sexual se extiende a todo el ser del varón y de la mujer. La sexualidad es un medio de comunicación y de diálogo, un lenguaje por el que se expresa la persona entera a través del cuerpo.
El encuentro del varón y la mujer en el amor es un gesto profundamente serio; supone una decisión de entrega, fidelidad y fecundidad que afecta a toda la persona, y que hace madurar la vocación de ser padre y madre.
Una sola carne
El libro del Génesis presenta la doble función de la condición sexual del varón y de la mujer: la relación con el otro y la fecundidad. Por eso dice la Escritura: «El Señor Dios se dijo: No está bien que el hombre esté solo; voy a hacerle alguien como él que le ayude. (Gn. 2, 18).
La Biblia resalta en muchos pasajes el valor y la bondad de la relación sexual en el matrimonio (Cant. 4, 1; 5, 9; 6, 4).
A partir del varón y de la mujer, Dios forma un ser único, -una sola carne» (Gn. 2, 24), misterio de unidad, de fidelidad, de amor. El Decálogo defenderá esta unión con estos preceptos: -No cometerás adulterios (Dt. 5, 18). -No pretenderás la mujer de tu prójimo. (Dt. 5, 21).
Jesús va más allá de una simple fidelidad exterior, va hasta la raíz: BUSCA LA FIDELIDAD DEL CORAZON (Mt. 5, 28). Es preciso buscar en el amor la fuente de la fidelidad. En efecto, lo de: no adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás, y todos los demás preceptos se resumen en esta fórmula: «amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Rom. 13, 9-10).
Fidelidad de corazón
Desde esta perspectiva, la sexualidad -en cualquier etapa de la vida- no puede convertirse en un simple juego, en un erotismo egoísta, en experiencias irresponsables, donde quedan ausentes la ternura, la fidelidad, el amor y la fe. Como dice San Pablo, hemos de -glorificar a Dios en nuestro cuerpo» (1 Cor. 6, 20).
Ayudados por el espíritu
Sólo del Espíritu Santo nos viene la fortaleza para ser castos, para poseer el cuerpo con respeto y santidad. El cristiano se abre a esta acción del Espíritu a través de la participación en los sacramentos -sobre todo de la Eucaristía- y en la oración. (C.v.e., p. 358).
Como podría aplicar estos conceptos a la catequesis de Padres?
Cuando el acto sexual esta considerado como pecado, como sucedia en la Edad Media, o desligado de su función primordialde la procreación y tratado sólo para el placer sexual, como sucede en nuestra civilización materialista, es signo de la eerronea "filosofia del mundo y de la vida"del hombre y del estado decadente de su naturaleza humana.El sexo es la parte mas importante y sagrada de todo ser viviente, ya que este es el portador de la voluntad de la Existencia Real, del Amor Puro, en su proceso de Autorealización. La prueba de este hecho es que, en cualquier caso, cuando los seres vivientes son sanos y se comportan de acuerdo con sus naturalezas justas, este acto siempre se realiza en Amor y siempre resulta bello.
Cuando el acto sexual esta considerado como pecado, como sucedia en la Edad Media, o desligado de su función primordialde la procreación y tratado sólo para el placer sexual, como sucede en nuestra civilización materialista, es signo de la eerronea "filosofia del mundo y de la vida"del hombre y del estado decadente de su naturaleza humana.El sexo es la parte mas importante y sagrada de todo ser viviente, ya que este es el portador de la voluntad de la Existencia Real, del Amor Puro, en su proceso de Autorealización. La prueba de este hecho es que, en cualquier caso, cuando los seres vivientes son sanos y se comportan de acuerdo con sus naturalezas justas, este acto siempre se realiza en Amor y siempre resulta bello.
Cuando el acto sexual esta considerado como pecado, como sucedia en la Edad Media, o desligado de su función primordialde la procreación y tratado sólo para el placer sexual, como sucede en nuestra civilización materialista, es signo de la eerronea "filosofia del mundo y de la vida"del hombre y del estado decadente de su naturaleza humana.El sexo es la parte mas importante y sagrada de todo ser viviente, ya que este es el portador de la voluntad de la Existencia Real, del Amor Puro, en su proceso de Autorealización. La prueba de este hecho es que, en cualquier caso, cuando los seres vivientes son sanos y se comportan de acuerdo con sus naturalezas justas, este acto siempre se realiza en Amor y siempre resulta bello.
Muy buena aproximación a tan complejo tema. Sería bueno contar con más bibliografía de referencia, y profundizar sobre el tema de las virtudes correlacionadas con este aspecto
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mui buenos estos articulos sigan asi. solo les pido que todo loque me manden sea con 3 dias de antisipacion. gracias
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Es un artículo muy completo, lo utilizare para dar charlas a los jóvenes.
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es un articulo muy completo; sería pedir un poco mas si ahondara más sobre las virtudes que se mencionan como reguladoras de la sexualidad humana.
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