Era verano en una pequeña ranchería escondida en la aridez del norte de México, donde de una manera inusitada adquirí un gusto especial por estudiar la Biblia, tendría entonces 13 o 14 años y mi abuelo que era una especie de patriarca de una denominación religiosa no cristiana, me invitaba a leerle pequeños fragmentos de la Sagrada Escritura, su afán era que yo percibiera contradicciones entre la fe católica y algunos textos que él me mostraba.
Lo que quizá aquel buen hombre nunca pensó es que esos retos despertarían mi curiosidad por aclarar esas posibles contradicciones, así que terminando las vacaciones, regresé a casa con el propósito de preguntar y estudiar los textos que antes yo había conocido solo a través de “Las bellas historias de la Biblia.” Así desde la adolescencia surgió mi interés por la Biblia y la apologética, y además tuve la posibilidad de dialogo con personas de diferentes religiones.
En septiembre se celebra en la Iglesia católica el mes de la Biblia, con la intención de resaltar el papel que juega en la vida de fe, además de promover su lectura y estudio, que lleven a un mayor conocimiento y vida cristiana. No es una tarea fácil en nuestro país donde, según el INEGI, aún existen casi 8 millones de personas que no saben leer ni escribir, y por otra parte, donde saber leer no significa amor a la lectura, y menos si ésta no es de entretenimiento.
Para poner en perspectiva la importancia de acercarnos a la Biblia, quizá lo primero que hay que resaltar es que no es un texto común, es la Palabra de Dios que se ha revelado y se expresa a través de múltiples autores y estilos literarios, y en distintas épocas de la historia. Por lo tanto, es un texto al que nos podemos acercar con la actitud de escucha y diálogo, no con una actitud pasiva o desapegada sino atenta y abierta a un encuentro con Dios.
Ya San Juan Pablo II nos señalaba en Ecclesia in America, que “la Sagrada Escritura leída a la luz de la Tradición, de los Padres y del Magisterio, profundizada en la meditación y la oración” es un espacio privilegiado de encuentro con el Señor, y lo es precisamente porque podemos escuchar y responder. Esa interacción profundamente personal nos puede llevar a reconocer el carácter “vivo” del texto sagrado, que nos habla a lo largo del peregrinar cristiano.
No se trata de leer o estudiar para saber más, sino para tener sabiduría, tampoco se trata de memorizar citas o de saber en qué parte encontramos un pasaje en particular, lo importante es conocer para amar, conocer acerca de Dios Padre y Creador; de la vida, ejemplo y amor de Dios Hijo Jesucristo; y de la fuerza, luz y obra de Dios Espíritu Santo. Para poder amar y servir a los demás, ¡para nunca ser indiferentes!
El Papa Francisco dijo mientras regalaba versiones del Evangelio de bolsillo a todos los asistentes a la Plaza de San Pedro el 4 de abril pasado: “Hoy se puede leer el Evangelio con muchos instrumentos tecnológicos. Se puede llevar la Biblia con uno mismo en un teléfono móvil, una tableta. Lo importante es leer la Palabra de Dios, con todos los medios, pero leer la Palabra de Dios: ¡es Jesús que nos habla allí! es acogerla con el corazón abierto. ¡Entonces la buena semilla da fruto!”
Aquellos que no acostumbramos llevar la Biblia en el bolsillo, podemos “cargar” en nuestras computadoras, celulares o tablets, alguna de las múltiples aplicaciones que existen para la lectura diaria de la Palabra de Dios, yo recomiendo además de la página de Encuentra.com, la aplicación para celulares de Evangelizo donde se pueden leer las lecturas de la misa del día y además un comentario al evangelio.
Hay días en que no sabemos cómo reaccionar ante el dolor, la pobreza, o la injusticia que vemos a nuestro alrededor, y nos dejamos agobiar, sin embargo, la cercanía de Dios a través de su Evangelio, es una guía segura que nos puede ayudar a no ser indiferentes y a comprometernos con quién lo necesita en nuestras actividades diarias.
Oscar Fidencio Ibáñez Hernández
@OFIbanez
Casado, padre de 3 hijos, profesor e investigador universitario, y bloguero. Ingeniero Civil, Maestro en Ingeniería Ambiental y Doctor en política y políticas ambientales.
Mexicano, católico, autor entre otros textos de «El Espíritu Santo en tiempos de Twitter: Documentos del Concilio Vaticano II para tuiteros. Celebrando el #AñoDeLaFe»
Admirador de la Creación en todas sus dimensiones. Nací en La Misión de Nuestra Señora de Guadalupe de los Mansos del Paso del Norte (Hoy, Ciudad Juárez, Chihuahua).
Es curioso cómo el ser humano responde a través de los retos. Dirían por ahí algunos que la agresividad es una de las características muchas veces mal interprteadas por la mayoría de las personas, ya que es asociada con violencia y dolor, por tanto como negativa. Sin embargo, es uno de los elementos que permiten la preservación de la persona, enciende mecanismos automáticos de defensa junto con un aumento a la capacidad para hacerlo, mayor fuerza, velocidad, perceptividad.
Así pues, cuando lo que creemos se ve retado o puesto en prueba, debemos ser agresivos, pero no sin antes tener un entrenamiento y un conocimiento de cómo defenderse. Para la batalla intelectual, el conocimiento teórico y académico, para la batalla espiritual, fe sólida y oración constante, y para la batalla intelectual sobre lo espiritual: La Biblia, estudiada y vivida.