Oscar Ibáñez
Unos sujetos llegan sin identificarse y secuestran a la esposa de un empresario exitoso, un familiar pide ayuda, identifica los vehículos y horas después le confirman que son de la policía. La mujer ha sido arrestada acusada de mandar asesinar a la amante de su esposo, el asesino a quién pago para que matara a quién le arrebataba a su marido, confesó y la detuvieron.
¿Cuántas tragedias humanas como ésta o similares suceden todos los días en el mundo? Y muchas con desenlaces inesperados: El esposo demuestra que nunca fue infiel; la mujer se suicida mientras espera juicio; en realidad no es culpable y el asesino solo la inculpó para que le redujeran la sentencia; la acusada es encontrada culpable y cumple su condena, y muchas posibilidades mas.
Una es la justicia humana, y otra muy diferente la divina.
El Padre nunca se cansa de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón, nos recuerda el Papa Francisco. El Cordero de Dios quita el pecado del mundo, murió por nosotros para nuestra redención, tiene poder de perdonar los pecados y darnos la paz. Y el Espíritu Santo es quién nos da la gracia para perdonarnos, perdonar a los demás, e incluso hacer el bien a quién hemos dañado o nos ha dañado.
¿Cómo evitar que ante un crimen, el culpable no trate de quedar impune a través de la corrupción, la mentira o incluso mediante otro crimen? Pensemos como casi siempre tratamos de justificar nuestras faltas o debilidades buscando culpables, o acallando nuestra conciencia relativizando la falta cometida.
El perdón de Dios es automático por su misericordia, porque conoce lo que hay en nuestro corazón y sabe cuando estamos arrepentidos. Perdona los pecados incluso por la fe de otros, cómo en el caso del paralítico que fue bajado por sus compañeros a través del techo, a quién Jesús le perdonó sus pecados al ver la fe de ellos. (Mt. 9, 2-6)
El perdón de Dios restaura nuestro ser, nos permite iniciar de nuevo en la perspectiva del arrepentimiento, la reconciliación, y la paz. Es la oportunidad especial para romper el círculo vicioso de falta, error, debilidad, pecado, y más pecado para caminar a través de la impunidad, la injusticia, la mentira y el duro corazón que lleva a no arrepentirse, y por el contrario, a perseverar en la violencia.
El error de considerar que nuestra fe cristiana debe vivirse separada de la realidad del mundo, limita nuestra capacidad de transformarlo.
La reconciliación cristiana es una respuesta práctica a la violencia y múltiples injusticias en nuestra sociedad, les propongo que nos demos la oportunidad de voltear al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, al Cordero de Dios que nos da la paz, para acogernos a su misericordia y poder caminar reconciliados hacia un mundo mejor.
Oscar Fidencio Ibáñez Hernández
@OFIbanez
Casado, padre de 3 hijos, profesor e investigador universitario, y aprendiz de bloguero. Ingeniero Civil, Maestro en Ingeniería Ambiental y Doctor en política y políticas ambientales.
Mexicano, católico, autor entre otros textos de «El Espíritu Santo en tiempos de Twitter: Documentos del Concilio Vaticano II para tuiteros. Celebrando el #AñoDeLaFe»
Admirador de la Creación en todas sus dimensiones. Nací en La Misión de Nuestra Señora de Guadalupe de los Mansos del Paso del Norte (Hoy, Ciudad Juárez, Chihuahua).