El año de la Fe

El Año de la fe
Carta Semanal del Obispo de Osma-Soria
para el domingo 11 de marzo de 2012

Queridos diocesanos:

Su Santidad el Papa Benedicto XVI, con motivo del 50 aniversario de la inauguración del Concilio Vaticano II, ha convocado el “Año de la fe”, que arrancará el 11 de octubre de 2012 y concluirá el 24 de noviembre de 2013, Solemnidad de Cristo Rey.

No es la primera vez que un Papa convoca un año de estas características; ya Pablo VI lo hizo en 1967. Ahora bien, tanto en un caso como en otro el Sucesor de Pedro busca un mismo objetivo: hacer una llamada a todos los cristianos a profundizar y afianzarse en la fe; una invitación a una auténtica y renovada conversión por medio de una renovación verdadera de nuestra fe.

Esto significa que los cristianos somos llamados a hacer una revisión verdadera de la vivencia de nuestra fe, en orden a renovarla para que sea cada día más auténtica, sobre todo en estos momentos de cambios profundos que estamos viviendo en nuestro mundo. Y es que el “Año de la fe” es una invitación y una llamada a todos a confesar nuestra fe en medio de un mundo que se muestra tantas veces increyente y laicista; por eso, porque hemos de hacerlo en medio de un mundo que no desprecia o menosprecia la fe, hemos de ser auténticos y verdaderos creyentes, capaces de transformar nuestra vida desde la fe y desde el mensaje salvador de Jesucristo. Sólo así seremos creíbles ante los que no creen o se muestran indiferentes respecto a la fe, a Dios y a cuanto tenga relación con Él.

El “Año de la fe” es, también, una llamada urgente a los padres cristianos, como máximos y primeros responsables de la transmisión de la fe a los hijos, para que lo hagan con toda fuerza y convencimiento; sólo así lograrán construir un hogar en el que Dios tenga el lugar que le corresponde como familia cristiana y donde los hijos vivan los valores del Evangelio. La tarea no es sencilla pues los padres necesariamente van a tener que poner un gran esfuerzo para que la vivencia de la fe en su familia sea una realidad y la transmisión de la fe a los hijos ocupe un puesto prioritario en sus preocupaciones como padres cristianos.

Esta transmisión de la fe de padres a hijos, como la mejor herencia creyente que pueden dejarles, exige el compromiso por parte de los padres de valorar y vivir ellos mismos las exigencias de la fe, para ser modelo, ejemplo y testimonio en su familia. Si tantas veces decimos que “nadie da lo que no tiene” en ningún aspecto de la vida, lo mismo podemos afirmar en lo que se refiere a la fe: nadie puede ser transmisor de la misma si no la vive personalmente, lleno de compromiso y autenticidad.

El “Año de la fe” nos urge a una revisión profunda y seria de nuestra vida creyente, tanto a nivel personal, familiar y como comunidad cristiana; sin embargo, no debe serlo para desanimarnos ante los fallos sino para conocer donde en qué situación espiritual estamos y, desde ahí, emprender un camino de conversión a lo que Dios y los hermanos esperan de nosotros. El Señor nos lo pide y la sociedad actual nos lo reclama; el mundo tiene puestos sus ojos en nuestras vidas para comprobar si realmente se corresponde lo que decimos con lo que somos y vivimos. No podemos defraudarlos y, mucho menos, permitir que -por nuestra vivencia defectuosa de la fe- aquellos que no creen o son indiferentes, en vez de animarse a buscar a Dios, reavivar su fe y plantearse su vida como seguidores de Jesús, lleguen a la conclusión de que para vivir como nosotros, no merece la pena descubrir a Jesucristo.

El laicismo reinante en nuestra sociedad ha hecho verdaderos estragos en la vida de muchas personas y ha producido las más diversas situaciones en lo que se refiere a la fe. Así, descubrimos muchas personas que no creen porque no han vivido ya un ambiente creyente en sus familias, ni han encontrado nada ni nadie que les ayude a preguntarse por Dios y por la fe; comprobamos, también, que muchos creyeron en un momento de su vida pero han dejado languidecer la fe; finalmente, nos encontramos con quienes no sólo siguen siendo creyentes sino que incluso las dificultades del momento actual les han fortalecido en su relación con el Señor, ayudándoles a madurar verdaderamente como creyentes.

En este tiempo de gracia que será el “Año de la fe” se nos llama a todos a que revisemos nuestra vida creyente. Lo que de ninguna manera podemos es hacer de la fe, por así decir, algo ‘descafeinado’, que cada uno acomoda a sus circunstancias, subiendo o bajando de exigencias según el estado de ánimo en que se encuentre.

El Señor nos llama a que seamos sus verdaderos discípulos y seguidores; y, al mismo tiempo que nos conmina a manifestar con alegría la fe, nos exhorta a ser testigos, misioneros y apóstoles intrépidos en nuestros ambientes y con nuestra gente, para que desde nuestro testimonio puedan descubrir que merece la pena creer en Cristo y su Evangelio; que la fe en el Señor da respuesta a todos los interrogantes más profundos; y que la fe nos hace vivir la vida con alegría y con otras perspectivas mucho más amplias y plenas.

El “Año de la fe” nos anima a todos los diocesanos de Osma-Soria a colaborar activamente en la puesta en marcha y en la realización del ilusionante proyecto misionero para despertar a la fe, como concreción de la nueva evangelización que nos hemos propuesto como Iglesia particular. Queremos, así, salir al encuentro de los alejados de la fe y de la comunidad cristiana desde una doble perspectiva: reforzando y fortaleciendo nuestra condición de discípulos y seguidores de Jesús, por medio de nuestra propia y auténtica conversión de vida según el Evangelio; y, en segundo lugar, poniendo en práctica nuestra condición de misioneros y testigos, en virtud de la cual no queremos ni podemos guardarnos para nosotros la fe sino que nos comprometemos a ser portadores de la misma para los demás, llevándola al corazón del mundo y siendo llamada a encontrarse con el Señor para los que no creen.

Aprovechemos este “Año de la fe” y entremos de lleno -como discípulos y misioneros- en el proyecto de la Misión diocesana; de este modo, viviendo el espíritu de ambos, no sólo estaremos viviendo mejor y con más autenticidad nuestra realidad de cristianos sino que, al mismo tiempo, estaremos ayudando a otros -especialmente a los indiferentes e incrementes- siendo ‘evangelios vivos’ en los que ellos puedan ‘leer’ el Amor incondicional del Señor, animándose a salir al encuentro de Cristo que les espera.

¡Que Dios os bendiga a todos!

† Gerardo Melgar Viciosa
Obispo de Osma-Soria

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