Mientras en tu armario no cabe ni un alfiler, hay gente que no tiene ni lo indispensable. Tú puedes ayudarlos.
Tu guardarropa está al día, ni dudarlo. Jeans formales, jeans informales, camisas para la escuela, camisas para la fiesta, faldas para la playa, faldas para el colegio, lentes, bufandas, corbatas, accesorios y un largo etcétera que nada le pide al clóset de Britney o Ben Stiller.
Es más, aunque en algunos países el clima sea bastante estable —pregúntales a los alemanes por los climas extremos— te vistes según la temporada. Admítelo, eres fashion.
Pero hay días que te remuerde la conciencia al ver toda tu ropa amontonada en tu armario. Sobre todo cuando descubres esa playera que creíste perdida o los calcetines que te regaló tu ex en Navidad.
Pues no dejes que tu conciencia te recrimine nada y adelántate. Organiza un basar para pobres y listo, verás como guarda silencio. En serio. Con la cantidad de ropa que no usas podrías dejar en banca rota a los mejores almacenes de tu ciudad. Pero en lugar de hacer negocio, ofrécela a gente que no podría comprarla nueva aunque quisiera.
Pues manos a la ropa. Busca la que esté en mejor estado y conviértete en un magnate de la industria textil. Existen asociaciones que reciben este tipo de donativos para canalizarlos a quienes más lo necesitan.
Si de plano no sabes de ninguna organiza una colecta en tu escuela y déjale el trabajo a los profesores. Ellos sabrán qué hacer. Ahora, que si no eres tan abusivo, tú mismo puedes convertirte en altruista y hacerla de benefactor de los más necesitados.
Las parroquias también son buenos canales para repartir la ropa. Puedes preguntar en alguna parroquia por el mejor modo de deshacerte de esos jeans que te ponen a llorar por pasados de moda pero aún sirven.
Aprovecha por ejemplo un sábado para deshacerte de todo lo que te estorba, pero que a otros les podría servir.
No regales de manera tacaña. Que no sea por deshacerte de algo que te dará más espacio en tu armario. Si vas a regalar hazlo con generosidad.