Santoral 31 de marzo | San Benjamín

San Benjamín (m. hacia el 425)

Los cristianos persas vivían tranquilos desde hacia cincuenta años hasta que a Abdas, Obispo de Tesifón, se le ocurrió quemar un templo pagano. El incendio enfureció al rey Yezdigerd, quien por desgracia tardó tres años en comprender que ese prelado había perdido la cabeza y que en su actuación no había nada de lo que Cristo enseñó a los Apóstoles.

Al principio de la persecución fue detenido el diácono Benjamín. Era hombre de un celo y una elocuencia extraordinarios, y que, de hecho, había logrado numerosas conversiones entre los sacerdotes de Zaratustra. Estuvo dos años enmoheciéndose en un calabozo hasta que un embajador bizantino obtuvo su liberación asegurando al rey que el prisionero no tuvo nada que ver con el incendio del templo y que no habría nunca una sola queja contra él. «¿Y dejará en paz a los magos?», le preguntó Yezdigerd. «No convertirá ni uno», le contestó el embajador.

Sin embargo, desde el momento en que recuperó la libertad, Benjamín recomenzó su labor apostólica entre los magos, declarando públicamente que jamás dejaría de iluminar con la luz de la Verdad a los que la buscasen.

«Si hiciese otra cosa -proclamaba- incurriría en el castigo que el Señor reserva a aquellos que desperdician sus talentos». Esta vez el embajador no pudo hacer nada. Benjamín fue arrestado de nuevo y el emperador lo mandó empalar.

*  Uno de los talentos que el Señor te confió, fue el tiempo. No lo desperdicies.

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