Santoral 3 de noviembre | San Martín de Porres, San Huberto, San Guénael , Santa Silvia, San Pedro José Almató…

San Martín de Porres, religioso (1579-1639) 

Nació en Lima el año 1579.  Era hijo de un hidalgo español, Dn. Juan de Porres, y de una muchacha mulata, Ana Velázquez.  Martín fue bautizado en la iglesia de San Sebastián, en la misma pila bautismal en que siete años más tarde lo sería Sta. Rosa de Lima.

Desde niño fue  muy generoso con los pobres, a los que daba parte del dinero cuando iba de compras.  Su madre lo llevaba con frecuencia al templo.  Su padre, gobernador de Panamá, le procuró una buena educación.

Martín aprendió el oficio de barbero, que incluía el de cirujano y la medicina general.  Cumplía bien su oficio, sobre todo en favor de los pobres, y aprovechaba la ocasión para hablarles de Dios, y era tal su bondad, que conmovía a todos.  Por el día trabajaba y  por la noche se dedicaba a la oración.

A los quince años entró como terciario dominico en el convento del Rosario de Lima.  Allí fue feliz, sirviendo con humildad y caridad a los de dentro y a los de fuera.  Convirtió el convento en un hospital.  Recogía enfermos y heridos por las calles, los cargaba sobre sus hombros y los acostaba en su propia cama. 

Los cuidaba y mimaba  como una madre.  Algunos religiosos protestaron, pues infringía la clausura y la paz.  «la caridad esta por encima de la clausura», contestaba Martín.  Sus rudimentarias medicinas, y más aún sus manos, obraban curaciones y milagros.  Su caridad se extendía a los pobres animalitos que encontraba hambrientos y heridos.  Había muchos vagabundos en Lima. Buscó dinero y fundó el Asilo de Santa Cruz para niños.  Allí les cuidaba y enseñaba una profesión.

Sus devociones preferidas eran: Cristo Crucificado, y en recuerdo de los sufrimientos de Cristo en la Cruz se daba tres disciplinas diarias.  Otra devoción era la de Jesús Sacramentado, y pasaba horas ante el Santísimo con frecuentes éxtasis, la devoción a la Virgen María -sobre todo bajo la advocación del Rosario- con la que conversaba amorosamente y la devoción al ángel de la guarda, al que acudía con mucha frecuencia.  Luchaba tenazmente contra el sueño en la oración.

Cuando la viruela empezó a causar estragos en Lima, la actividad y los cuidados de Martín se multiplicaron.  Todos acudían a él.  Todos le tenían por santo.  Era el ángel de Lima.  Aquel esfuerzo sobrehumano llegó a debilitarle peligrosamente.  Cayó enfermo.  El sabía que no saldría de aquella enfermedad.  Cuando vio que se acercaba el momento de su muerte, pidió a los religiosos  que le rodeaban que entonasen el Credo.  Mientras lo cantaban,  entregó su alma a Dios.  Era el 3 de noviembre de 1639.

Su muerte causó profunda conmoción en la ciudad.  Había sido el hermano y

enfermero de todos, singularmente de los más pobres.  Todos se disputaban por conseguir alguna reliquia.  Toda la ciudad le dio el último adiós.

Su culto se ha extendido prodigiosamente.  Gregorio XVI lo declaró Beato el año de 1837.  Fue canonizado por Juan XXIII en 1962.  Recordaba el Papa -en la homilía de la canonización- las devociones en que se había distinguido el nuevo Santo: SU PROFUNDA HUMILDAD que le hacía considerar a todos superiores a él, su celo apostólico, y sus continuos desvelos por atender a enfermos y necesitados, lo que le valió, por parte de todo el pueblo, el hermoso apelativo de «Martín de la caridad».

San Huberto (+727)

Fue obispo de la diócesis que comprendía las dos terceras partes de la actual Bélgica. La administraba con tanta sabiduría, que se ganó el afecto de todo el pueblo.  Viajaba sin cesar, construyendo iglesias, quemando ídolos, predicando ya en un caballo en el claro del bosque, ya en una barca amarrada a la orilla.  Ayudaba con todo su poder a los prisioneros, y les mandaba alimentos.

San Guénael (510-590)

Nació cerca de Quimper, Francia y fue sucesor de san Guenolé a la cabeza de la abadía de Landennec.  Se dirigió a Irlanda con el fin de conocer el tipo de vida monástica de la isla y le gustó tanto, que se quedó allí treinta y cuatro años.  De vuelto a Bretaña, no regresó a su antiguo monasterio, sino que fundó uno nuevo en la desembocadura del río Blaut, cerca de Lorient, y allí murió  tiempo después.

Santa Silvia

Nació en Sicilia (Italia) en el siglo VI. Fue esposa de un senador romano llamado Gordiano, que pertenecía a una noble familia. Fue cuñada de Amelia y Tarsilla que también son santas.

Es madre del papa San Gregorio Magno a quien educó en la fe y aconsejó durante toda su vida , aún siendo éste Pontífice.

San Pedro José Almató (+1861)

Dominico español, martirizado en Sciambara, Japón. En la puerta de la ciudad tuvo lugar un episodio que canta la fortaleza del santo y su valentía:  habían colocado un crucifijo en el suelo para que fuera pisado por los encadenados al pasar. Pero Pedro Almató paró la comitiva, se arrodilló y besó devotamente la imagen del crucificado.  Ni los golpes, ni los insultos, ni las amenazas hicieron desistir al misionero de su actitud, y no lo mataron allí mismo porque la ley obligaba a un juicio.  Tuvieron que apartar la cruz del suelo y sólo entonces consintió en seguir su camino hacia la cárcel.  Fue beatificado en 1906 y canonizado en 1988.

San Pedro Francisco Nerón (1818-1860)

Presbítero mártir en Vietnam. Fue canonizado en 1988. 

Beato Pío de San Luis (1868-1889)

Joven religioso pasionista, que se distinguió por su devoción a María Santísima y a la Eucaristía.  Aunque no destacó nunca en los estudios, y era de constitución enfermiza, se mantenía siempre jovial y cordial con todos.  Encontró la santidad en su entrega incondicional a la voluntad de Dios, la fidelidad en lo pequeño y el cumplimiento de metas y propósitos muy concretos. Fue Beatificado el 17 de noviembre de 1985.

Beato Ruperto Mayer (1876-1945)

Sacerdote jesuita, nacido en Stuttgart, Alemania, que fue profeta en tiempos difíciles- la Primera y  la Segunda Guerra Mundial- confesor de la fe católica y mártir de la obediencia religiosa.  Ésta es la síntesis de la vida y muerte de este sacerdote mutilado en la guerra, a quien Juan Pablo II beatificó en el estadio olímpico de Munich, la capital bávara, que había sido escenario de sus tareas apostólicas.  

*  La mejor forma de enseñar a otros la doctrina es conocerla y vivirla.  No descuides tu formación continua y tu esfuerzo por vivir todas las virtudes.

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