Malentendidos perniciosos

Oscar Ibáñez

Tengo un amigo sacerdote que trabaja en el Vaticano atendiendo asuntos muy delicados para la Iglesia, y en sus ratos libres, dedica tiempo entre otras cosas a ejercicios matemáticos con el ánimo de descansar. Este pasatiempo, lo llevó a descubrir hace menos de una década, la fórmula para calcular los números primos, que a pesar de ser conocidos hace cientos de años, aún no se había establecido la fórmula para calcularlos. Un avance en las ciencias matemáticas, aportado por un sacerdote que vive su fe con gran sencillez.

No existe una contraposición entre fe y ciencia, sin embargo, hay quienes desde una perspectiva atea o abiertamente antirreligiosa, denuestan la fe como enemiga de la ciencia. Y habría que decir también que algunos fieles y religiosos, ven a veces a la ciencia como una amenaza a sus creencias. En ambas posturas existe intolerancia, y desconocimiento, que generan desconfianza e incluso enfrentamientos.

Aún entre científicos hay debates muy encendidos sobre la validez de los métodos que se utilizan para sacar algunas conclusiones, y sobre la manera como dichas conclusiones pasan de ser observaciones, hipótesis, teorías y finalmente leyes o a datos aceptados como válidos por la comunidad científica o por un grupo de científicos, hasta que son refutadas por alguien más.

Y en materia de fe, también hay asuntos que el Magisterio, o la teología aún no han interpretado o definido, y muchos otros van revelándose en la lectura de la sagrada Escritura y atendiendo a los signos de los tiempos, por lo que, muchas teorías científicas, que aparentemente cuestionan algunas creencias, tampoco se pueden tomar siempre como agresiones a la fe o a la religión.

Ciertamente hay tesis y planteamientos explícitamente contrarios a la fe, derivados de planteamientos filosóficos, qué en su momento son aclarados por el Magisterio. En el caso de planteamientos científicos, sobre todo cuando se rompen paradigmas, de manera natural la fe ayuda a iluminar y a purificar creencias que no solo los creyentes daban por válidas, sino toda la comunidad científica también, asumiendo los nuevos paradigmas en el proceso de búsqueda de verdad.

Una actitud abierta a la fe y a la ciencia, puede ayudar a avanzar en el conocimiento de la verdad, reconociendo la autonomía de ambos espacios, y con la paciencia que requiere el diálogo constructivo entre ambos campos. Lo que hay que buscar, seamos creyentes o no creyentes, es la verdad, puesto que la renuncia a esa búsqueda es lo que invariablemente genera conflictos y malentendidos.


Oscar Fidencio Ibáñez Hernández
@OFIbanez

Casado, padre de 3 hijos, profesor e investigador universitario, y aprendiz de bloguero. Ingeniero Civil, Maestro en Ingeniería Ambiental y Doctor en política y políticas ambientales.

Mexicano, católico, autor entre otros textos de «El Espíritu Santo en tiempos de Twitter: Documentos del Concilio Vaticano II para tuiteros. Celebrando el #AñoDeLaFe»

Admirador de la Creación en todas sus dimensiones. Nací en La Misión de Nuestra Señora de Guadalupe de los Mansos del Paso del Norte (Hoy, Ciudad Juárez, Chihuahua).

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Un comentario

  1. Efectívamente, desde hace muchas décadas se ha determinado que entre ciencia y religión no existen divergencias, lo que existe es una complementación. La ciendia demuestra o trata de comprobar, haciendo uso del método científico, los planteamientos de la Religión. Gracias a ello muchos católicos han reforzado su fe y convicción de la existencia de Dios creador y misericordioso.

    Sin embargo,como siempre algunos pretenden definir a la Ciencia y la Religión, como separadas paralelamente, cada una siguiendo su camino. Esto ocurre precisamente porque existe el poder del mal que quiere confundir al hombre sobre su naturaleza y finalidad en esta vida, considerando en algunos casos que el hombre es el valuarte único de todos sus éxitos y avances en el conocimiento del mundo y el universo, dejando de lado la existencia de Dios, creador y personal.

    Debemos orar por todos aquello que no conocen LA VERDAD y que viven en tinieblas, dando testimonio permanente con nuestro obrar.

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