Pbro. José Martínez Colín
1) Para saber
“Aprendemos a amar no cuando encontramos a la persona perfecta, sino cuando llegamos a ver de manera perfecta a una persona imperfecta”. Esta frase del filósofo Sam Keen, nos da una luz sobre el alcance del amor. El Papa Francisco abordó la virtud de la caridad, tercera de las virtudes teologales, una vez vistas la fe y la esperanza. El amor, la caridad, es el culmen al que se dirigen las virtudes y es inseparable de ellas.
San Pablo menciona la prioridad entre las virtudes: “En una palabra, quedan estas tres: la fe, la esperanza y el amor. La más grande es el amor” (1 Co 13,13). Estas palabras las dirigía a personas que no eran muy distintas a las de ahora: había divisiones internas, quienes pretenden tener siempre la razón y no escuchan a los demás considerándolos inferiores; no obstante, estaban convencidos de que eran buenas personas. Hoy en día, dice el Papa, el amor está en boca de muchos, de «influencers», y en los estribillos de muchas canciones, sin saber muchas veces lo que es un amor pleno. A san Pablo le preocupaba que estuvieran tan confusos los corintios —como hoy también los hay— y que, no conocieran la caridad teologal, la que viene solo de Dios.
2) Para pensar
Para representar a algunos santos se les asocia a un hecho de su vida: a San Martín dividiendo su capa con el pordiosero, a San Francisco de Asís con un lobo manso a su lado. A San Juan de Dios (1495-1550) cargando sobre sus hombros a un pobre enfermo. Después de una vida azarosa se dedicó al cuidado de los enfermos. Se cuenta que un día encontró en la calle a un pobre moribundo; lo cargó sobre sus hombros, lo llevó al hospital, cuidó y le lavó los pies, y al querer besárselos, vio con sorpresa que estaban heridos como los de Cristo. Y al levantar los ojos hacia el rostro del enfermo, reconoció con sorpresa que era Jesús que le sonreía que le decía: “Juan, todo lo que haces por los pobres, a Mí me lo haces. Sus llagas son mis llagas, y a Mí me lavas los pies cuando a ellos se los lavas”.
3) Para vivir
Todos experimentamos el amor: Se ama naturalmente lo bueno, lo bello: la amistad, la patria, la naturaleza, el amor universal a toda la humanidad… Incluso por un ideal o un afecto podemos ser generosos y realizar actos heroicos.
Pero frente a los que nos insultan, es común regresar el insulto. ¿Debe ser así? Pero hay un amor más grande, un amor que viene de Dios y que nos empuja a amar a Dios, a ser sus amigos, y nos impulsa a amar al prójimo como Dios lo ama. Este amor, por causa de Cristo, nos lleva a donde humanamente no iríamos, es un amor que va más allá. Un amor por los desfavorecidos: enfermos, pobres, por lo que no es amable, por los que no nos quieren y no son agradecidos, un amor que perdona y bendice a los enemigos. El amor cristiano bendice a los que nos maldicen. Es amor por lo que nadie amaría. Sería un amor imposible sin el Espíritu Santo. Este amor es la “puerta estrecha” para entrar en el Reino de Dios, es lo que Dios espera de cada uno.
El Papa Francisco nos invita a pedirle al Señor que aumente nuestra caridad, y nos conceda un corazón abierto y generoso para no ser indiferentes ante las necesidades de los demás. (articulosdog@gmail.com)
28 de junio de 2024
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Padre José Martínez Colín: Ingeniero en Sistemas por la UNAM, Licenciado en filosofía por la Universidad Panamericana y Doctor en Filosofía por la Universidad de Navarra.Capellán del Colegio Chapultepec en Culiacán.Lleva más de 20 años dando clases sobre todo de Lógica y Gnoseología en el Seminario de Culiacán.