¿Qué debe comunicar un católico?

Cada vez hay más católicos que están contribuyendo a la evangelización y formación de otras muchas personas católicos, simples creyentes, agnósticos o de otra religión–, haciendo uso de medios digitales: sitios en Internet, videos, podcast, redes sociales, memes, etc.

A todos nos ayuda mucho lo que el Papa Francisco les dijo a los participantes del Simposio “Universidades de Comunicadores Eclesiásticos”, promovido por la Conferencia Episcopal de Francia.

DISCURSO DE SU SANTIDAD EL PAPA FRANCISCO A LOS PARTICIPANTES DEL «SIMPOSIO COMUNICADORES EN LA IGLESIA«.

12 de enero de 2024

La comunicación es vuestra misión. Una gran misión, en un mundo tan hiperconectado y bombardeado de noticias. Por eso habéis decidido hacer una pausa de vez en cuando, esta vez en Roma, para compartir, rezar y escuchar. ¡Cómo lo necesitamos! Lo digo de primera mano, porque incluso el ministerio del Papa hoy está dentro del mundo de la comunicación. Y así, estos momentos sirven para redescubrir la raíz de lo que comunicamos, la verdad de la que estamos llamados a dar testimonio, la comunión que nos une en Jesucristo; nos ayudan a no caer en la trampa de pensar que nuestra comunicación consiste en nuestras estrategias o empresas individuales; a no encerrarnos en nuestra soledad, en nuestros miedos o ambiciones; a no apostarlo todo al progreso tecnológico.

El reto de una buena comunicación es hoy más complejo que nunca, y el riesgo es que lo afrontemos con una mentalidad mundana: con la obsesión del control, del poder, del éxito; con la idea de que los problemas son ante todo materiales, tecnológicos, organizativos, económicos.

Sé que celebrasteis vuestro primer encuentro en Paray-le-Monial, la ciudad del Sagrado Corazón, de Santa Margarita María Alacoque. Un lugar que recuerda el centro, la fuente de la que brotó y brota continuamente la salvación de la humanidad. Y que nos habla también de la importancia de comunicar con el corazón, de escuchar con el corazón, de ver con el corazón cosas que otros no ven; de compartirlas y contarlas, trastocando la perspectiva y las categorías del mundo. Hay una gran necesidad de esto. Volver a partir del corazón.

Habéis estado también en Lisieux, la ciudad de Santa Teresa, testigo de una radicalidad evangélica que es también saludable para la comunicación de nuestro tiempo, tan contaminada por las palabras grandilocuentes, por los sueños de poder y de grandeza. Comunicar para nosotros no es avasallar con nuestra voz la de los demás, no es propaganda; a veces también es silencio; no es esconderse detrás de eslóganes o frases hechas. Comunicar para nosotros no es centrarlo todo en la organización, no es marketing; no es simplemente adoptar tal o cual técnica. Para nosotros, comunicar es estar en el mundo para hacernos cargo del otro, de los otros, es ser todo para todos; es compartir una lectura cristiana de los acontecimientos; es no rendirse a la cultura de la agresión y la denigración; es construir una red de intercambio de lo bueno, lo verdadero y lo bello, hecha de relaciones sinceras; es implicar a los jóvenes en nuestra comunicación.

Cómo no recordar la famosa frase de San Francisco de Sales, patrón de los periodistas y comunicadores católicos: “Le bruit fait peude bien, le bien fait peu de bruit”. “El ruido hace poco bien, el bien hace poco ruido”.

Queridos amigos, pensando en vuestro trabajo, quisiera dejaros tres palabras como camino: testimonio, coraje y amplitud de miras.

La primera. Recordad que la comunicación es ante todo testimonio. Y cuando está hecha de palabras, de imágenes, es una manera de compartir este testimonio. Es esto lo que nos hace creíbles en nuestra relación con los medios de comunicación laicos; y es también esto lo que hace que nuestra red de comunicación sea cada vez más atractiva y que crezca día a día, de persona a persona. Sé que, tras la vergüenza del escándalo de los abusos, la Iglesia en Francia está en vías de purificación. Adelante. Los momentos más oscuros son a menudo los que preceden a la luz. En Marsella, pude comprobar cuánta vitalidad hay en la Iglesia de Francia. No dudéis en compartir a través de la comunicación todo lo bueno que hay en vuestras diócesis, congregaciones, movimientos. No dudéis en construir la comunión en la Iglesia y la fraternidad en el mundo a través de la comunicación. Sed creativos. Sed acogedores. La sociedad quiere y necesita escuchar la palabra de la Iglesia como Madre amorosa de todos.

El segundo camino: no tengas miedo, sé valiente. Un coraje diferente del coraje de los que se creen el centro. El coraje que nace de la humildad y de la seriedad profesional, y que hace de tu comunicación una red cohesionada y al mismo tiempo abierta, extrovertida. Lo sé, no es fácil. Pero esta es tu misión, nuestra misión. Y aunque los destinatarios puedan parecer indiferentes, escépticos, a veces críticos, incluso hostiles, no te desanimes. No les juzguéis. Compartid la alegría del Evangelio, el amor que nos hace conocer a Dios y comprender el mundo. Los hombres y mujeres de nuestro tiempo también tienen sed de Dios, buscan un encuentro con Él y también lo buscan a través de ti.

La tercera palabra es amplitud de miras. Mira lejos. Mira el mundo entero en su belleza y complejidad. En medio de las murmuraciones de nuestro tiempo, de la incapacidad de ver lo esencial, de descubrir que lo que nos une es siempre más grande que lo que nos separa; y que hay que comunicarlo, con la creatividad que nace del amor. Recordémoslo siempre. Es una verdad ignorada, pero es la caridad la que lo explica todo. Todo se vuelve más claro -incluso nuestra comunicación- desde un corazón que ve con amor.

Queridos hermanos y hermanas, ¡gracias por lo que hacéis! Os bendigo a vosotros y a vuestro trabajo. Y, por favor, no olvidéis rezar por mí. Francisco.

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