Tercer anuncio de la Pasión

La mezcla de admiración, maravilla y temor en los corazones en aquellos hombres es grande, exteriormente han dejado todo para seguir a Jesús, pero les queda mucho camino por recorrer.

Desde las orillas del Jordán, empieza un lento acercarse a Jerusalén que tendrá su etapa intermedia en la estancia en la región de Samaria, más cercana a Judea, en una población llamada Taybe. "Iban de camino subiendo a Jerusalén. Jesús los precedía y estaban admirados; ellos le seguían con temor". La mezcla de admiración, maravilla y temor en los corazones en aquellos hombres es grande, exteriormente han dejado todo para seguir a Jesús, pero les queda mucho camino por recorrer. Aman al Señor, pero son conscientes de que les separa una gran distancia. El abrirse los horizontes de su filiación divina y del nuevo modo de vivir la religión, les asusta.

En este ambiente, Jesús va a hacer una declaración importante: "Tomando aparte de nuevo a los doce, comenzó a decirles lo que le iba a suceder". Lo sabe todo; como Dios tiene toda la ciencia de lo pasado de lo presente y de lo futuro. En lo humano, con su inteligencia preclara, percibe como nadie los problemas y los enfrentamientos a que da lugar con sus declaraciones. Por eso dice: "Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los príncipes de los sacerdotes y a los escribas, lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles; se burlarán de él, le escupirán, lo azotarán y lo matarán, pero a los tres días resucitará" (Mc). Nada se le oculta del sacrificio que va a consumar, ni la alianza de sacerdotes y escribas, ni la intervención de los gentiles, ni los azotes, ni las burlas, ni los escupitajos, ni la muerte, ya les había dicho antes que el Reino se iba a realizar por medio de la cruz, el suplicio más doloroso e ignominioso que Roma reserva a miserables y esclavos. Eso sí, ahora declara que el final será una resurrección, una vuelta a la vida, o mejor, una vida para no morir. Creer en el sentido de estas cosas no era fácil. La derrota y la victoria se mezclan de una manera nueva y sorprendente. No tienen todavía la luz para ni siquiera entender lo que se va a realizar, y se sorprenden. Es más, "Ellos no entendieron nada de esto, y estas palabras quedaron veladas. No entendieron lo que había dicho"(Lc).

La soledad de Jesús es grande. No puede experimentar el consuelo de ser comprendido. Hasta los que le quieren no le comprenden, y es lógico, en cierta manera, pues está revelando un amor desconocido hasta entonces: Dios amando hasta el final. Jesús sufre ya con lo que va a sufrir; no se le concede el lenitivo de no saber lo que va a pasar. Lo sabe, y ya padece con ese saber doloroso. Pero no retrocede, pues su amor es más fuerte que la muerte. El final está próximo; ya ha dicho todo lo necesario para creer y entrar en la nueva vida, pero falta lo más importante: los hechos que abren la entrada en el nuevo reino del amor de Dios en el mundo. Cristo como hombre está dispuesto a todo. Ama de veras a los hombres y al Padre. El final se acerca

Reproducido con permiso del Autor,

Enrique Cases, Tres años con Jesús, Ediciones internacionales universitarias

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