Pedro y Santiago

Juan y Andrés hablaron pronto con Santiago y Simón, hermanos suyos.  

Las cosas se pueden decir y escuchar de muchas maneras. No es lo mismo una comunicación fría y distante, que lo dicho con alegría y entusiasmo. No es igual trasmitir una información rutinaria y anodina, como el estado del tiempo, que manifestar el descubrimiento de aquel que quita todos los males del mundo. Juan y Andrés estaban entusiasmados. Ni podían hablar fríamente, ni podían ser escuchados con indiferencia.

Durante el tiempo anterior al encuentro con sus hermanos se encontraban como fuera de sí, con un gozo y una alegría más que naturales: habían encontrado al Mesías esperado desde hacia tantos siglos. Les parece sorprendente que precisamente ellos fuesen los afortunados y, además, los primeros. Es cierto que no había en Jesús de Nazaret nada extraño o extraordinario, pero estaban seguros de que era él; les bastaba el testimonio del Bautista; y una seguridad interior, difícil de explicar, les movía a creer.

Fue Andrés el que abordó a su hermano diciendo lo que llevaba dentro: "Hemos encontrado al Mesías".

Así, sin rodeos, con una seguridad sorprendente. No habló de Jesús como un profeta, o un hombre de Dios; le llama el Mesías. No es posible calibrar la primera reacción de Simón. Conociéndole a través de su vida posterior, sabemos de su carácter impetuoso y noble. Simón conocía bien a su hermano y sabía que no era un visionario, no era uno que cree al primero que le cuenta algo extraordinario. Por eso la sorpresa es mayor. Ambos eran pescadores, es decir, hombres prácticos y endurecidos desde niños por los trabajos manuales. Simón parece ser el mayor de los dos, y es comprensible una desconfianza inicial; pero, ¿y si tiene razón este entusiasta de Andrés? Además, por comprobar quién es ese Jesús no se pierde nada. No nos cuentan los evangelios la conversación de Santiago con su hermano Juan, pero debió ser muy similar; quizá hablaron los cuatro, no en vano eran convecinos y compañeros de pesca; lo cierto es que todos acudieron otra vez a escuchar a Jesús.

Cuando llegaron ante Jesús, mirando a Simón "fijó en él sus ojos". También debió ser una mirada que caló hasta el fondo del alma del recién llegado, y antes de que Andrés hiciera las presentaciones, Jesús habló: "Tú eres Simón el hijo de Juan, tú te llamarás Pedro"(Jn). Siendo más precisos, el nuevo nombre que Jesús atribuye a Simón es Cefas o Piedra, nombre desconocido en Israel. La sorpresa de Simón y de los demás fue enorme. ¿Qué significaba esto? ¿De qué me conoce? ¿Será cosa de mi hermano Andrés? La palabra de Jesús actúa como una simiente lanzada en su alma y dará fruto en el momento oportuno. De momento Jesús deja un tiempo, para que reflexione.

El pensamiento de Simón debió tener muchos matices. ¿Será cierto lo que me dice mi hermano de que éste Jesús es el Mesías? Parece que me conoce bien, incluso hace una referencia a mi padre. Pero, sobre todo, ¿por qué me ha dado un nuevo nombre? El nombre para los judíos contemporáneos de Jesús era más que una palabra para diferenciar a las personas. Un nombre era una vocación. Sólo podía imponerlo quien tuviera autoridad. ¡Cuánto más si se trataba de cambiarlo! Además quien daba el nombre tomaba a su cargo al nominado; se declaraba, de algún modo, su padre o su dueño.

Las palabras de Jesús escondían un misterio. Es seguro que lo ocurrido diese más y más vueltas en el interior de Pedro cuando volvió a Cafarnaúm con su familia, y mientras trabajaba con las barcas y las redes: “¿Qué ha querido decir ese Jesús? Si es cierto que es el Mesías, significa que me llama a seguirle; pero, ¿cómo puedo estar seguro?” Simón más que buscar, fue buscado, pero el resultado es el mismo que en su hermano. Una llamada fruto de un primer diálogo con Jesús que despierta un interrogante y una inquietud. ¿En qué acabará todo? desde luego no podía ya quedarse tranquilo o indiferente; debía hacer algo y pronto. Pero ¿qué?

Reproducido con permiso del Autor,

Enrique Cases, Tres años con Jesús, Ediciones internacionales universitarias

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Un comentario

  1. esto es una verdadera sorpresa para simon en ese momento jesus ya le tenia su mision aqui en la tierra, pero simon.que se llamaba ahora pedro osea roca iba hacer el vicario de cristo, pero pedro no sabia, que felicidad, el señor nos conoce y el sabe que es lo que, nosotros tenemos que hacer en la tierra. por eso ahi que sçdecirle al señor que nos ayude a encontrar nuestra vocacion, y que se haga su voluntad.

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