Los Milagros

Una parte importante en la aceptación que Jesús encontró fue por la abundancia de milagros que hacía. Después del milagro de la boda de Caná, -que queda en un ámbito más bien domestico-, Jesús rodea su predicación del reino de muchas curaciones y expulsiones de demonios.

Los milagros son el lenguaje de Dios. La naturaleza habla de la gloria de Dios. Para los ojos despiertos, que no están nublados por la rutina, toda la creación es un canto de alabanza al Creador que pregona: Él nos ha hecho. La belleza del mundo es palabra hermosa que habla de Dios. El sol y la luna; las estrellas, la noche y el día; las estaciones, las flores, los mares y los ríos; los desiertos, los bosques y los animales. Todo habla de Dios y de su esplendor de gloria. Pero el milagro tiene un lenguaje especial. Es el lenguaje privado de Dios. Sólo Él puede emitir una palabra que vaya más allá de los límites que ha querido establecer en la naturaleza. Los milagros hablan del amor omnipotente del eterno. Y Dios habla en Jesús con tantos milagros que, al cabo de los tres años, casi se acostumbran a esa grandeza. Todos los milagros de Jesús son para el bien; nunca realiza ningún milagro para castigar o hacer caer fuego del cielo sobre los injustos o los malhechores. Los que los observan, ven el dedo de Dios que señala: mirad a mi Hijo. Los beneficiados se gozan. Los ciegos se llenan de alegría, al ver; los paralíticos saltan de gozo, y los leprosos estrenan nueva convivencia al quedar limpios.

Es significativa la cantidad de milagros destinada a sanar las enfermedades. El dolor es un efecto del pecado de origen. Cristo, al vencer al dolor, quiere demostrar que viene a vencer a su causa que es el pecado. No sana todas las enfermedades, sólo unas pocas, aunque sean cientos. Porque el dolor se va a convertir en instrumento del amor más grande. Gran misterio el del dolor; pero mayor aún el del amor que, en el dolor, no deja de querer. Jesús dará a conocer su mesianidad por medio de los milagros, pero cada milagro será un signo elocuente de lo que viene a traer al mundo: una felicidad nueva, traída por un amor generoso y fuerte, que llega de lo Alto.

Estos son los hechos: "al atardecer, cuando se puso el sol, llevaban hasta él a todos los enfermos y a los endemoniados; y estaba toda la ciudad agolpada junto a la puerta. Y curó a muchos que padecían diversas enfermedades, y expulsó a muchos demonios, y no les dejaba hablar, porque sabían quién era. De madrugada, todavía muy oscuro, se levantó, salió y se fue a un lugar solitario, y allí oraba. Salió a buscarle Simón y los que estaban con él; y, cuando lo encontraron, le dijeron: Todos te buscan. Y les dijo: Vayamos a otra parte, a las aldeas próximas, para que predique también allí, pues para esto he venido. Y pasó por toda Galilea predicando en sus sinagogas y expulsando a los demonios"(Mc).

Mas adelante, ya veremos uno a uno los milagros de Jesús, ellos son una constante en su primera predicación. "Recorría Jesús toda la Galilea enseñando en las sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y dolencia del pueblo" (Mt). Estas curaciones ocurrieron también en Judea (Jn).

Todo el mundo quiere la superación del dolor. Todos se alegran ante una curación repentina y alegre, hecha sin esfuerzo. Y la consecuencia es inmediata ¿por qué este Jesús puede hacer estos milagros tan sorprendentes? Porque tiene el poder de Dios, porque el reino de Dios ha llegado a Israel. Nicodemo acudirá a él diciéndole precisamente que "ninguno puede hacer esos milagros que tú haces, si Dios no estuviese con él" (Jn), y esto es un clamor general. Los milagros se convierten en signos de que Dios está cumpliendo sus promesas; por fin llega una acción de curación y de alegría; los tiempos mesiánicos han comenzado.

Así se entiende que al comienzo, en el primer año de su ministerio, Jesús "era honrado de todos" (Lc) Más aún, cuando Jesús proclama "un año de gracia del Señor" (Lc). Un año de misericordia en el que los corazones se van a llenar de esperanza.

Esto lo hizo "para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías: él tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades"(Mt). Jesús se muestra misericordioso y con poder para grandes y pequeñas curaciones. No era posible quedarse indiferente ante hechos tan luminosos y las conversiones van en aumento; algunas son de personajes importantes, la mayoría de gente sencilla. Jesús las acepta. El pequeño rebaño crece de uno en uno, que es el modo divino de contar. Jesús exige mucho porque no quiere que se trate de un entusiasmo pasajero, ni se sientan movidos sólo por lo extraordinario de sus acciones. Pero no deja de conmoverse ante las penas humanas. El fundamento de la entrega para entrar en el reino de los cielos debe ser sólido: una fe firme y una caridad verdadera dispuesta a todo. Pero también saberse querido y consolado cuando el dolor aprieta.

¿Cómo hace Jesús los milagros? No con grandes gestos, sino con suavidad. En algunas ocasiones se manifiesta majestuoso, como, por ejemplo, al mandar que se calme la tempestad; pero lo habitual es la sencillez y la naturalidad. Dan la impresión de un agua que brota de una fuente muy abundante. En ocasiones reza al Padre, pero es más una acción de gracias que una petición. Lo habitual es un acto de su voluntad, una palabra, un querer, y se produce el milagro. Es más, algunos milagros se realizan sin una intervención directa de su voluntad como arrancados al tocar sus ropas.

Jesús es la imagen del Padre, es su Palabra, y todo su actuar refleja su ser. Sus gestos son expresivos y sus palabras los aclaran. En los milagros es constante el testimonio de como se compadece del que sufre. No se trata sólo de signos de su poder, o de su divinidad, sino testimonio de su compasión por el que sufre. Son movimientos de su corazón misericordioso ante la madre que sufre, o ante el doliente, o el angustiado. Esta misericordia de su corazón es la fuente de donde brota el acto poderoso. En el milagro se revela la misericordia divina a través de los encuentros de Jesús con el dolor humano. Son, pues, una verdadera revelación de las entrañas de Dios hacia los dolores de los hombres

No es fácil saber por qué los fariseos se oponen a Jesús ya desde un principio. Pero, desde el comienzo, se da una oposición más o menos larvada. Sorprende que encuentren una explicación a lo inexplicable de los milagros atribuyendo el hecho al poder de Satanás; como si Jesús fuese un instrumento del demonio, o el mismo demonio. No pueden aceptar que realmente sea el dedo de Dios el que actúa en Jesús, porque no están dispuestos a aceptar un mensaje de amor pleno como el que se está formulando. Sin esto no tendría ninguna explicación su conducta.

Reproducido con permiso del Autor,

Enrique Cases, Tres años con Jesús, Ediciones internacionales universitarias

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Un comentario

  1. Tres años fueron suficientes para la vida publica de JESUS, demostrandonos con muchos milagros cual era el objetivo claro de su venida. Me pregunto cuantos años multi´plicados por tres nos tardamos en comprender esta entrega?.

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