Fortalecimiento de los discípulos

Los discípulos se enteran del origen de Jesús en estos primeros tiempos de convivencia. Conocen su origen, a su Madre, al resto de su familia, su vida oculta de trabajo. Todo ello junto a la intensa enseñanza teórica y práctica que Jesús les imparte.

Sin embargo, la oposición de los familiares de Jesús y las críticas de los escribas y fariseos podían afectar a los discípulos con una fe todavía débil. Por ello Jesús se decide a apartarlos de Cafarnaúm por un poco de tiempo. Sube a las barcas y se dirige a la otra orilla en territorio pagano.

En este viaje va a ocurrir un gran milagro que sorprende grandemente a los suyos, a pesar ya de que han visto tantas curaciones. Se trata de la tempestad calmada. Sucedió así:

"Aquel día, llegada la tarde, les dice: Crucemos al otro lado. Y, despidiendo a la muchedumbre, le llevaron en la barca tal como se encontraba, y le acompañaban otras barcas. Y se levantó una gran tempestad de viento, y las olas se echaban encima de la barca, de manera que se inundaba la barca. El estaba en la popa durmiendo sobre un cabezal; entonces lo despiertan, y le dicen: Maestro, ¿no te importa que perezcamos? Y levantándose, increpó al viento y dijo al mar: ¡Calla, enmudece! Y se calmó el viento, y se produjo una gran bonanza. Entonces les dijo: ¿Por qué tenéis miedo? ¿Todavía no tenéis fe? Y se llenaron de gran temor, y se decían unos a otros: ¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?"(Mc).

Ante la tempestad surge el temor y el miedo a morir. No advierten que Jesús no puede morir de aquella manera, pues tiene una misión divina aún no acabada, y se ha declarado igual al Padre en tantas ocasiones. Pero el viento es fuerte, las barcas suben y bajan, pueden volcar, pueden hundirse. Jesús, sorprendentemente, duerme. Y se quejan del peligro, con visos de crítica al mismo Jesús que no hace nada ante el peligro. Le despiertan y, con gesto imponente, clama al viento que enmudezca, y lo hace. La calma vuelve de repente al pequeño mar. Y cuando Jesús les reprende por su poca fe, no se quejan, no murmuran, no protestan, y emerge en ellos el respeto ante alguien que es más que un maestro de vida coherente, y se preguntan: ¿Quién es éste? Aún le conocen poco, tienen que introducir en su fe el dato de que Cristo es Señor de todo, es el mismo Dios con nosotros.

Al llegar a la orilla surge otro inconveniente, se les acerca un hombre enfurecido, un energúmeno, que es como se denomina a los endemoniados llenos de furia. Es lógico el susto de todos. Jesús de nuevo va a consolidar la fe de los suyos curándolo y haciendo un gesto de difícil olvido. Si antes demostró su dominio sobre el viento y el mar, ahora va a demostrar su superioridad sobre el demonio y sobre los animales.

"Y llegaron a la orilla del mar, a la región de los gerasenos. Al salir de la barca, en seguida le salió al encuentro desde los sepulcros un hombre poseído por un espíritu inmundo, que vivía en los sepulcros y nadie podía tenerlo sujeto ni siquiera con cadenas; porque había estado muchas veces atado con grilletes y cadenas, y había roto las cadenas y deshecho los grilletes, y nadie podía dominarlo. Y se pasaba las noches enteras y los días por los sepulcros y por los montes, gritando e hiriéndose con piedras. Al ver a Jesús desde lejos, corrió y se postró ante él; y, gritando con gran voz, dijo: ¿Qué tengo que ver contigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes. Porque le decía: Sal, espíritu inmundo, de este hombre. Y le preguntaba: ¿Cuál es tu nombre? Le contestó: Mi nombre es legión, porque somos muchos. Y le suplicaba con insistencia que no lo expulsara fuera de la región.

Había allí junto al monte una gran piara de cerdos paciendo. Y le suplicaron diciendo: Envíanos a los cerdos, para que entremos en ellos. Y se lo permitió. Y, saliendo los espíritus inmundos, entraron en los cerdos; y con gran ímpetu la piara, alrededor de dos mil, corrió por la pendiente hacia el mar, donde se iban ahogando. Los porqueros echaron a correr, y contaron por la ciudad y los campos lo sucedido. Y acudieron a ver qué había ocurrido. Y llegaron junto a Jesús, y vieron al que había estado endemoniado, sentado, vestido y en su sano juicio; y se quedaron asustados. Los que lo habían presenciado les contaron lo que había sucedido con el que había estado poseído por el demonio y con los cerdos. Y comenzaron a rogarle que se alejase de su región. Y al subir en la barca, el que había estado endemoniado le suplicaba quedarse con él; pero no lo admitió, sino que le dijo: Vete a tu casa con los tuyos y cuéntales todo lo que el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti. Se fue y comenzó a proclamar en la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; y todos se admiraban"(Mc).

Es el primer paso – realmente sobrecogedor- de su predicación a los gentiles. Emociona ver al hombre liberado de los demonios que le suplica quedarse con él. Jesús prefiere que se quede en aquella región siendo portavoz de la buena nueva que tiene que llegar no sólo a los judíos, sino a todos los hombres de buena voluntad. Y la fe de los discípulos se fortalece con hechos tan extraordinarios.

Al volver a Cafarnaúm sucede un nuevo milagro que va más allá de las curaciones que ya se han convertido en cosa ordinaria. Se trata de la hija de un hombre importante, el jefe de la sinagoga. El dolor del padre es agudo: su hija se muere, y Jesús ha curado a muchos. Duda hasta que se decide a pedir el milagro. En el trayecto una mujer llena de fe arranca un milagro de Jesús que alaba su fe. Hasta que al llegar al lugar donde está la niña, de doce años.

"Y habiendo cruzado de nuevo Jesús en la barca hasta la otra orilla, se reunió una gran muchedumbre a su alrededor mientras él estaba junto al mar. Viene uno de los jefes de la sinagoga, de nombre Jairo, y, al verlo, se postra a sus pies, y le suplica con insistencia diciendo: Mi hija está en las últimas. Ven, impón tus manos sobre ella para que se salve y viva. Se fue con él, y le seguía la muchedumbre, que le apretujaba.

Una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, y que había sufrido mucho por parte de muchos médicos, y gastado todos sus bienes sin aprovecharle de nada, sino que iba de mal en peor, cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la muchedumbre y tocó su vestido; porque decía: Si pudiera tocar, aunque sólo fuera su manto, quedaré sana. En el mismo instante se secó la fuente de sangre, y sintió en su cuerpo que estaba curada de la enfermedad. Y al momento Jesús, conociendo en sí mismo la virtud salida de él, vuelto hacia la muchedumbre, decía: ¿Quién ha tocado mis vestidos? Y le decían sus discípulos: Ves que la muchedumbre te oprime y dices ¿quién me ha tocado? Y miraba a su alrededor para ver a la que había hecho esto. La mujer, asustada y temblorosa, sabiendo lo que le había ocurrido, se acercó, se postró ante él y le confesó toda la verdad. El entonces le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu dolencia.

Todavía estaba él hablando, cuando llegan desde la casa del jefe de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto; ¿para qué molestar ya al Maestro? Jesús, al oír lo que hablaban, dice al jefe de la sinagoga: No temas, tan sólo ten fe. No permitió que nadie le siguiera, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegan a la casa del jefe de la sinagoga, y ve el alboroto, y a los que lloraban y a las plañideras. Y al entrar, les dice: ¿Por qué alborotáis y estáis llorando? La niña no ha muerto, sino que duerme. Y se reían de él. Pero él, haciendo salir a todos, toma consigo al padre y a la madre de la niña y a los que le acompañaban, y entra donde estaba la niña. Y tomando la mano de la niña, le dice: Talita qum, que significa: Niña, a ti te digo, levántate. Y en seguida la niña se levantó y se puso a andar, pues tenía doce años. Y quedaron llenos de asombro. Les insistió mucho en que nadie lo supiera, y dijo que dieran de comer a la niña"(Mc).

Una vez más, los discípulos han presenciado un milagro que –como en otras ocasiones, o quizás más que antes- les reafirma en su fe en Jesús; más allá del conocimiento teórico y rabínico de la Ley y los Profetas. La resurrección de la hija de Jairo hubo de confirmarles que estaban delante del Mesías con poder del Altísimo sobre la vida y la muerte. Mucho les queda aún por aprender, pero la fe ya es más plena, y al resguardo de las críticas más o menos maliciosas.

Reproducido con permiso del Autor,

Enrique Cases, Tres años con Jesús, Ediciones internacionales universitarias

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