Francisco Pizarro fue uno de los grandes conquistadores españoles en tierras de América. Con su bizarría, valor e inteligencia conquistó el Perú para España y llevó a aquellas tierras la cultura y la civilización.
Francisco Pizarro, hombre ya mayor, vivía en Lima y tenía bastantes enemigos entre los españoles. Corría el año 1541, el último año de su vida. Los amigos fieles le advirtieron que sus enemigos intentaban asesinarle, y que estuviera dispuesto a defenderse en cualquier momento. El conquistador no podía creerlo.
Llegó el domingo, 26 de Junio de 1541. Pizarro se levantó de la cama y se vistió para oír la santa Misa. Después pasó a desayunar con los amigos que estaban con él. Cuando de pronto entró en el comedor un leal caballero, y sin aliento, le dijo: «¡Armaos, que vienen a mataros!». La turba de asesinos se lanzaron dentro de la estancia espada en mano contra Pizarro y sus pocos amigos que le rodeaban. Estos pronto cayeron muertos. Sólo quedó Pizarro ante sus enemigos. Pero se defendió con bravura y destreza, llegando a matar el solo, en su propia defensa, a cinco de sus atacantes. Era increíble que aquel anciano de setenta años pudiera luchar con tan juvenil valor. Pero en un momento dado abrió la guardia y uno de sus enemigos aprovechó la ocasión y le lanzó una estocada al cuello, abriéndole una arteria. Empezó a arrojar abundante sangre. Cayó al suelo y allí le acribillaron de heridas. Ya moribundo, pronunció el dulce nombre de Jesús, y mojando su dedo en su propia sangre, pintó en el suelo una cruz y cuando intentaba besarla cayó muerto.
Explicación Doctrinal:
Todos hemos de morir. Pero la Iglesia nos dice que no tengamos miedo a la muerte, que la vida cambia por otra mejor, que es el Cielo. La muerte para el justo es el encuentro gozoso con Cristo.
Jesucristo no quiso dejarnos solos en el instante de la muerte. Nos dio el Sacramento de la Unción de los Enfermos. Este es un sacramento que nos aumenta la gracia, perdona los pecados veniales y aun los mortales si el enfermo está arrepentido y no ha podido confesarse. Le da fuerzas para resistir a las tentaciones en el momento de la muerte y concede la salud del cuerpo si le conviene.
Jesús nos llama la atención indicándonos que estemos preparados: «Velad, pues, porque no sabéis cuándo llegará vuestro Señor.» (Mateo, 24.)
Norma de Conducta:
Cuando vaya a entrar en una cirugía o esté gravemente enfermo pediré este sacramento de la Unción de los Enfermos para entrar con gozo en el cielo.
Por Gabriel Marañon Baigorrí