Bien conocido es el pasaje del Evangelio en el cual un doctor de la Ley le pregunta a Jesús sobre cuál es el principal mandamiento de la Ley y la respuesta: “Amarás a tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y primer mandamiento”. (Mateo 22, 36-38).
Ya en el Antiguo Testamento, encontramos el mandato de Dios: “Yo, el Señor, soy tu Dios, que te ha sacado del país de Egipto, de la casa de la servidumbre. No habrá para ti otros dioses delante de mí” . (Ex. 20, 2)
Este mandato lleva como consecuencia la necesidad de vivir la fe, la esperanza y la caridad. Así como la virtud de la religión.
La virtud de la religión es la virtud moral, por la cual el hombre tributa a Dios el culto que le es debido en justicia, como Creador y Ser Supremo.
Amar a Dios como al Ser supremo es una virtud. Podemos definir la virtud de la religión como el hábito de amar a Dios por encima de todo. Se exterioriza por medio de los actos de culto y por el cumplimiento de los Mandamientos.
El culto: son las acciones a través de las cuales el hombre expresa su relación de amor y respeto a Dios.
Existen diferentes tipos de culto:
Interno: culto que se rinde a Dios en la conciencia, en el corazón, en la inteligencia y la voluntad. Es el fundamento de la virtud. (Mateo 15, 8) Como pueden ser la devoción, es decir, la disponibilidad y la generosidad ante lo referente al servicio a Dios, y la oración.
Externo: manifestaciones externas en actos visibles, de la relación que se vive con Dios.
Hay diferentes categorías de culto:
Adoración: culto interno y externo que se tributa a Dios y que en sentido estricto solo se debe a Él, porque como criaturas sólo existimos por Él. Se llama de “latría”.
Veneración: culto que se tributa a los santos. A ellos nos encomendamos para que nos alcancen por su intercesión las gracias de Dios. Este culto se llama de “dulía”.
Una veneración especial: reservada a la Santísima Virgen por su dignidad de Madre de Dios. A este culto se le llama de «hiperdulía”.
El culto a las imágenes sagradas, fundado en el misterio de la Encarnación del Verbo de Dios, no es contrario al primer mandamiento.
El que venera una imagen, venera en ella al modelo, a la persona que representa. Es una veneración respetuosa no una adoración que sólo corresponde a Dios.(Catesismo 2132, 2141)
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