San Josafat, obispo y mártir (1580-1623)
Nació en Valdimir, Ucrania, el año de 1580. Fue hijo de un cónsul y educado en el cisma de Focio y Cerulario. El año 1595, a sus 15 años, empezó a trabajar en un comercio y en los ratos libres se dedicaba a la lectura, especialmente la vida de los santos.
En ese mismo año se promulgó el Decreto de Unión de los Eslavos Orientales con Roma y el Papa Clemente VIII publicó la Constitución «MAGNUS DOMINUS» para celebrarlo.
Pío XI, el año 1923 -en el tercer centenario de la muerte de San Josafat- publicó la Encíclica «ECCLESIAM DEI». En ella alaba el interés de Josafat por buscar en la Liturgia Eslava las razones de la unión entre las Iglesias. Josafat se decidió a la unión con la Iglesia católica, sin renunciar a las peculiaridades de Oriente. Al contrario, defendió la conservación del Rito Oriental Eslavo y la Orden monástica de San Basilio, en la Iglesia Universal. Él mismo se hizo monje basiliano en Viena, y cambió su nombre de Juan por Josafat. Allí se entregó a la piedad y a las más duras penitencias. En breve tiempo llegó a ser maestro de todos, en la ciencia, en la disciplina religiosa y en todas las virtudes.
El año 1614, ya ordenado sacerdote, es nombrado archimandrita. El monasterio floreció en afanes de santidad y en anhelos de unión con Roma. Josafat entusiasmaba y arrebataba a todos con su dialéctica irrebatible. Muchas fueron sus conquistas; hasta los enemigos le llamaban «el ladrón de almas».
En 1618 es nombrado Obispo de Pólotzk. El ejemplo de su vida casta, pobre y de gran generosidad para todos, era la mejor fuerza de su apostolado.
Por socorrer a los pobres se desprendía de todo, hasta de las cosas más necesarias.
Escribe varios folletos sobre el bautismo de San Vladimiro, sobre el primado de Pedro y en defensa de la fe católica. Crece su fama y también el odio de los cismáticos, que le llamaban «el apóstata papista». Es perseguido y sufre atentados. Él sigue en la brecha y se ofrece como víctima.
La intrepidez de su celo, la contundencia de sus argumentos en las controversias, las múltiples y resonantes conversiones, fueron encrespando cada vez más a sus enemigos que se sentían totalmente impotentes ante él. Lo único que ya les quedaba era eliminarlo por la violencia. Lo hirieron de bala y fue rematado con un golpe de hoz. El santo había previsto que no podría acabar de otra manera, al predicar con tanta valentía la Verdad ante tantos enemigos. Pero Josafat sabía que también había acabado así su Divino Maestro. El discípulo no podía ser menos, quería seguir sus huellas fielmente.
A los veinte años de su heróico martirio, Urbano VIII beatificó a Josafat con el honroso título de «APÓSTOL DE LA UNIDAD CATÓLICA». Más tarde fue canonizado por el Papa Pío IX.
San Emiliano ó Millán (+574)
Vivió como ermitaño frente al pico de la Cogolla en La Rioja, España, salvo un corto intervalo en que el obispo de Tarragona le invita a recibir el sacerdocio y ser párroco de Berceo. Como Emiliano daba todo a los pobres, el resto de los sacerdotes se quejaba de que les hiciera la vida imposible porque sus pobres se habían vuelto muy exigentes. En consecuencia, el obispo le permitió a Emiliano volver a su montaña, donde murió siendo ya centenario. Gran amante de la música, Emiliano tocaba frecuentemente la cítara en su ermita. En España se le conoce más como san Millán y ha dado su nombre a un pueblo: San Millán de la Cogolla.
San Margarito Flores (1899-1927)
Nació en Taxco, México, en una familia creyente de muy pocos recursos económicos. Se ordenó sacerdote en 1924 y, como era muy buen estudiante, su primer destino fue de profesor en el mismo seminario de Chilapa. Era muy estimado entre sus compañeros y alumnos por su modo de ser solícito y amable, servicial y humilde.
Siendo vicario en Chilpancingo, Guerrero, irrumpieron las tropas federales con intenciones de arrasar todo rastro de cristianismo, comenzando por los sacerdotes. Margarito escapó a las montañas y después de muchos trabajos y privaciones, consiguió llegar a la capital del país. Fue apresado y conducido a la cárcel de donde salió por influencia de algunos amigos. Decidió volver a Chilapa cuando supo del martirio del padre David Uribe. El ejemplo de este joven sacerdote lo empujó a ofrecerse incondicionalmente a su obispo en Chilapa, donde sabía que con seguridad lo apresarían y conducirían al martirio. Fue destinado a la parroquia de Atenango del Río, donde habían amenazado las autoridades que matarían al sacerdote que fuera enviado a esa parroquia. Efectivamente, los agentes del gobierno pronto lo localizaron, lo condujeron a la cárcel de Tulimán, y sin más trámite, lo ejecutaron detrás del templo parroquial, sin que Margarito permitiera que le vendaran los ojos.
El cadáver fue arrojado a una fosa común. Cuando, meses más tarde, se exhumaron sus restos, pudieron comprobar que fluía sangre fresca, sus restos se veneran en la parroquia de Taxco.
Fue canonizado por Juan Pablo II el 21 de mayo del año 2000.
Santa Agustina Livia Petrantoni (1850-1894)
Religiosa de las Hermanas de la Caridad Italiana que fue asesinada por un enfermo al que ella cuidaba en el hospital romano de Santo Spirito.
Fue beatificada en 1972 y canonizada el 18 de abril de 1999.