En muchas sectas y nuevos movimientos religiosos, así como también en varias de las disciplinas promovidas por la New Age, o Nueva Era, puede observarse que subyace una fuerte concepción mágica. En muchos casos, esta concepción está también presente en algunos católicos, y se manifiesta de distintas formas. Esto puede hacer que sean más susceptibles de acercarse a las sectas
La creencia popular en la magia y el temor atávico frente a la posibilidad de un maleficio, es explotado por numerosos nuevos movimientos religiosos (NMR), de características sectarias, y los anuncios clasificados de los periódicos dan sobrada prueba de ello. Lamentablemente, en los últimos años se registra un verdadero aumento, de este tipo de pensamiento y, en mayor o menor medida, casi toda la sociedad tiene algún elemento o responde a ciertos hechos con un carácter mágico.
Esto es fácilmente observable, con tan sólo agudizar un poco la mirada. Lo vemos en los adolescentes que, al obtener un boleto capicúa, creen que ese día van a ser coronados por la suerte; lo vemos en la cinta colorada, atada en derredor de la muñeca, para contrarrestar la envidia o el mal de ojo; en el niño que camina tratando de no pisar las rayas de las baldosas, porque le traería mala suerte; en el adulto que se coloca una corbata de un color específico para buscar trabajo o solicitar un aumento de sueldo; en la señora que, religiosamente, lee su horóscopo de cada día; en ciertas oraciones que se publican en los clasificados de los periódicos; o en el espejo del ciertos coches donde encontramos la cinta colorada, la ristra de ajo y los cuernitos, todo ello muy ecuménicamente agrupado.
También podemos observar estas actitudes en la deformación de lo religioso, cuando se lleva la medalla, la estampa o el rosario no como un sacramental, sino como un amuleto; en los que promueven cadenas de oración a través de correos electrónicos, exigiendo que se envíen un determinado número de copias para que lo solicitado se cumpla, anulando así el don de gratuidad de Dios y pretendiendo manejarlo como un simple títere; o en aquellos que toman las Sagradas Escrituras como un libro oracular, abriendo la Biblia en cualquier lado y al azar, tomando la lectura de un versículo descontextuado como un mensaje personal de Dios.
Puerta abierta a las sectas
El pensamiento o conciencia de tipo mágico es, a su vez, un elemento clave para la adhesión de una persona a una secta. Una de las muchas características de estos grupos consiste en el hecho de que, en el momento de la captación de nuevos adeptos, siempre realizarán una oferta de tipo mágico. Con mensajes tales como Ingresen en nuestro grupo y tendrán la vida eterna; Sigan estas enseñanzas y sanarán físicamente; o Hagan este curso de control mental y dominarán poderes parapsíquicos, inducen a creer que, por el sólo hecho de adherirse al grupo en cuestión, mágicamente se obtendría todo esto.
Por ello, el fomentar un pensamiento de tipo mágico no haría más que provocar un efecto de permeabilización o acostumbramiento que, a fin de cuentas, no hace otra cosa que facilitar la captación por parte de estos movimientos. Es decir: si se acostumbra a pensar mágicamente, más fácilmente se va a responder a un estímulo que sea mágicamente ofertado.
Aquí es donde no sólo el gusto por lo novedoso, sino la necesidad de respuestas y soluciones rápidas (mágicas), especialmente frente a estos elementos tan humanos y acuciantes como son la enfermedad, el dolor y la muerte, son aprovechados por no pocos grupos en su particular proselitismo.
Movimientos relacionados con la New Age, o Nueva Era, como Wicca, las Escuelas del Cuarto Camino y grupos gnósticos y ocultistas en general; algunos cultos evangélicos de tipo pentecostal, como Pare de sufrir, y, especialmente, cultos afroamericanos de lo más diversos, como la Santería, el Vudú, la Umbanda o la Quimbanda, entre muchos otros, que prometen solución a todos los problemas ?laborales, familiares y sentimentales?, recurren a la concepción mágica en su proselitismo.
¿Cuántas veces leemos en periódicos que se desbaratan redes enteras de prostitución, especialmente aquellas que se nutren de mujeres procedentes de África, y se informa que eran forzadas a trabajar bajo la amenaza de rituales maléficos? ¿Cuántas veces escuchamos a personas que, desesperadas por dificultades económicas y laborales, acuden a estos movimientos, y por respuesta no reciben explicaciones racionales, sino que les han hecho un maleficio y que, para deshacerlo, deben pagar sumas que van desde los doscientos a los cinco mil euros, o más? Y ¿cuántas veces algunas personas, preocupadas por la enfermedad propia o de algún familiar cercano, reciben igual respuesta, abandonando tratamientos médicos con graves consecuencias?
En el mejor de los casos, sólo pierden tiempo y dinero; en otros, se puede perder también la vida del cuerpo y del alma.
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