Pregunta:
¿Qué es el Espiritismo?
CONCEPTO E HISTORIA. (Por OTTO SKRZYPCZAK)
Se entiende por espiritismo el conjunto de doctrinas que no sólo admiten la posibilidad de una comunicación con espíritus o con algunas personas fallecidas, sino que atribuyen a la acción de los mismos ciertos fenómenos aparentemente superiores a las fuerzas de la naturaleza. Se llama también e. a la práctica de la evocación de las almas que esperan nueva encarnación, según esas doctrinas, así como a la simple participación en las sesiones en que se intenta provocar estos fenómenos, con o sin adhesión a la doctrina espiritista.
Historia
El origen del e. se remonta a los tiempos más antiguos de la Humanidad. El culto a los muertos, practicado por los pueblos primitivos, tenía, entre otros motivos, el de impedir las influencias maléficas de los muertos en la suerte de los VIVOS (V. DIFUNTOS I; MUERTE IV). También la magia (v.) tenía por fin poner al servicio del hombre los seres invisibles, inclusive los espíritus de los muertos. Las tradiciones folklóricas de todos los tiempos son ricas en historias sobre apariciones de difuntos, que llenan a los vivos de terror. El pavor que inspiran los cadáveres, el miedo de atravesar un cementerio durante la noche, la creencia en casas embrujadas, son otros tantos reflejos de una creencia en la posibilidad de que los muertos interfieran en la existencia de los vivos. La nigromancia o arte de evocación de los muertos es practicada por muchos pueblos, antiguos y actuales; aunque estaba prohibida por la legislación mosaica, parece que tuvo también algunos cultivadores entre los israelitas, según como se traduzca e interprete el pasaje en el que parece que la pitonisa de Endor evocó al espíritu de Samuel a petición de Saúl (1 Sam 28). Es admitida también en ciertas religiones la posibilidad de que las ‘almas desencarnadas’ se aposenten en el cuerpo de algún hombre vivo, y por medio de él se comunique con los participantes de una reunión. La creencia en la reencarnación o metempsícosis (v.) es un elemento presente en algunas religiones, como el hinduismo (v.) y el budismo (v.). Pero fue a mediados del s. xix cuando tales creencias y prácticas se constituyeron en un verdadero sistema, bajo el nombre de espiritismo. El origen del moderno e. está unido a una modesta familia de Hydesville, localidad del estado de Nueva York. A fines de 1847 Margarita y Catalina, hijas menores de la familia Fox, afirmaron oír, todas las noches, ciertos crujidos, que parecían provenir de las más diversas partes internas de la casa. Estos ruidos también eran percibidos por la madre, que se mostraba asustada, mientras que las niñas parecían divertirse con el fenómeno. El 31 marzo 1848 -fecha considerada como el día del nacimiento del e. moderno- las niñas indujeron al misterioso motivador de los ruidos a que diese golpes en series correspondientes a números que ellas indicaban; pedían, por ej., el número tres e inmediatamente se escuchaban tres golpes consecutivos. La madre, admirada, ‘pidió entonces a los ruidos’ que le dijesen la edad de sus hijas; en seguida se oyeron tres series de golpes, en números exactamente correspondientes a los años de Margarita, de Catalina y de una hija de tres años, ya fallecida. La noticia de tales acontecimientos comenzó a atraer a casa de los Fox un número continuamente creciente de curiosos. Poco a poco las dos niñas fueron ampliando las posibilidades de comunicarse con el invisible causante de los ruidos, o de los raps como los llamaban. Dieron a determinadas series de estallidos el valor de letras del alfabeto y así el supuesto interlocutor se les ‘reveló’ como siendo el espíritu de un antiguo inquilino de la casa, que había sido asesinado sin que jamás se hubiese descubierto al autor del crimen. La prensa comenzó a ocuparse de las ocurrencias de Hydesville, provocando acalorados debates en todos los Estados Unidos. La familia se trasladó a Rochester, pero también en la nueva residencia las niñas oían los extraños ruidos. En febrero de 1851 una comisión compuesta por tres médicos y algunos profesores de la Univ. de Búfalo examinó minuciosamente a las pequeñas, llegando a la conclusión de que los raps provenían de las junturas de los huesos en las rodillas de las niñas, y posiblemente también de otras articulaciones óseas, como las de los dedos de los pies. Durante cuarenta años las hermanas Fox viajaron por numerosos países de América y Europa dando demostraciones públicas de comunicaciones, cada vez más perfeccionadas, con los ‘espíritus’. Sin embargo, en 1888 Margarita declaró públicamente que todo había sido un fraude y que se arrepentía de una falsificación que se prolongaba desde hacía cuarenta años. Dos veces hizo esta retractación: la primera a un periodista del New York Herald y la segunda ante un numeroso público reunidc en el salón de actos de la Academia de Música de Nueva York, estando presente su hermana Catalina. Declaró que como niñas ignorantes y sin preparación fueron explotadas por una persona mayor con fines lucrativos. Con estas declaraciones el movimiento espiritista parecía haber entrado en un colapso mortal. Pero un año después se divulgaba la noticia de que una de las hermanas había desmentido la primera retractación, no en público, sino en la casa de uno de los principales espiritistas y solamente ante la presencia de algunos testigos, adeptos igualmente al mismo credo. Con esto los que creían en la autenticidad de las comunicaciones con los espíritus se dieron por satisfechos y el e. continuó difundiéndose. Nacido, pues, en los Estados Unidos fue, sin embargo, en Francia donde el e. moderno alcanzó su sistematización doctrinal. La mayor y más intensa influencia en el movimiento espiritista mundial se debe a la obra de Hippolyte Léon Denizard Rivail, más conocido por su seudónimo Allan Kardec. N. en Lyon en 1803 y, discípulo de Pestalozzi (v.), se dedicó al magisterio publicando diversos libros escolares de indudable valor didáctico. Habiendo conocido el movimiento espiritista, se dedicó el resto de su vida a publicar una serie de estudios en donde intentó dar consistencia filosófica y científica a los fenómenos espiritistas. Sus obras más conocidas son: El libro de los Espíritus (1857), Lo que es el espiritismo (1859), El libro de los mediums (1861), El evangelio según el espiritismo (1864), El cielo y el infierno (1865), El Génesis: Los milagros y las profecías (1868). M. en 1869 siendo su elogio fúnebre pronunciado por el conocido astrónomo francés Camilo Flammarion (1842-1925) que con algunas obras reforzó el prestigio del espiritismo kardecista.
Doctrina espiritista
Los puntos más importantes de la doctrina del e. moderno fueron resumidos por el propio Allan Kardec en la Introducción de su Libro de los Espíritus en los siguientes términos: ‘Dios es eterno, inmutable, único, omnipotente, soberanamente justo y bueno. Creó el Universo, que abarca todos los seres animados e inanimados, materiales e inmateriales. Los seres materiales constituyen el mundo visible o corpóreo, y los seres inmateriales, el mundo invisible o espiritista. es decir, de los espíritus. El mundo espiritista es el mundo normal, `primitivo, eterno, preexistente y sobreviviente a todo. El mundo corporal es secundario: podría dejar de existir, o no haber jamás existido sin que por esto se alterase la esencia del mundo espiritista’. Los espíritus, afirma Kardec, ‘revisten una envoltura material perecedera, cuya destrucción por la muerte les restituye la libertad. Entre las diferentes especies de seres corpóreos Dios escogió la especie humana para la encarnación de los espíritus, dándole una superioridad moral e intelectual sobre las otras especies. El alma es un espíritu encarnado, siendo el cuerpo sólo su envoltorio’. Según él, en el hombre existen tres cosas: 1°) el cuerpo o ser material, análogo a los animales y animado por el mismo principio vital; 2°) el alma o ser inmaterial, espíritu encarnado en el cuerpo; y 3°) el lazo que une el alma al cuerpo, principio intermediario entre la materia y el espíritu. El hombre, dice, ‘tiene dos naturalezas: por el cuerpo participa de la naturaleza de los animales cuyos instintos le son. comunes; por el alma, participa de la naturaleza de los espíritus. El lazo o perispíritu, que une el espíritu al cuerpo, es una especie de envoltura semimaterial. La muerte es la destrucción de la envoltura más tosca. El espíritu conserva la segunda, que le constituye en cuerpo etéreo, invisible para nosotros en el estado normal; sin embargo, puede accidentalmente hacerse visible y aun tangible, como ocurre en los fenómenos de las apariciones. El espíritu no es, pues, un ser abstracto, indefinido, solamente posible de concebirse por medio del pensamiento, sino que es un ser real, circunscrito que, en ciertos casos, se vuelve perceptible por la vista, por el o.`do y por el tacto’. ‘Los espíritus pertenecen a diferentes clases y no son iguales… Los del primer orden son los espíritus superiores, que se distinguen de los otros por su perfección, sus conocimientos, su proximidad con Dios, por la pureza de sus sentimientos y por su amor al bien: son los ángeles o espíritus puros. Los de las otras clases se encuentran cada vez más distanciados de esa perfección, mostrándose los de las categorías inferiores, en su mayoría, contaminados de nuestras pasiones: el odio, la envidia, los celos, el orgullo… Se complacen en el mal. Existen, también, entre los inferiores, los que no son ni demasiado buenos, ni muy malos, más perturbadores y enredadores que perversos… Los espíritus no ocupan perpetuamente la misma categoría. Todos se mejoran, pasando por diferentes grados de la jerarquía espiritista. Esta mejora se efectúa por la encarnación, que es impuesta a unos como expiación, a otros como misión. La vida material es una prueba que han de sufrir repetidamente, hasta que hayan alcanzado la absoluta perfección moral. Dejando el cuerpo, el alma vuelve al mundo de los espíritus, de donde salió, para pasar por una nueva experiencia material, después de un lapso de tiempo más o menos largo, durante el cual permanece en estado de espíritu errante… La encarnación de los espíritus se da siempre en la especie humana; sería errado creer que el alma o espíritu pueda encarnarse en el cuerpo de un animal. Las diferentes existencias del espíritu son siempre progresivas y nunca regresivas; pero la rapidez de su progreso depende de los esfuerzos que haga para llegar a la perfección… Los espíritus encarnados habitan los diferentes globos del Universo. Los no encarnados están por todas partes en el espacio y a nuestro lado, viéndonos y provocándonos continuamente. Es toda una población invisible, moviéndose en nuestro rededor’. ‘Los espíritus, sigue diciendo Kardec, ejercen una incesante acción sobre el mundo. Actúan sobre la materia y sobre el pensamiento y constituyen una de las potencias de la naturaleza, causa eficiente de una multitud de fenómenos hasta ahora sin explicación o mal explicados y que no encuentran una solución racional si no es a través del espiritismo… Las comunicaciones de los espíritus con los hombres son ocultas u ostensivas… Las comunicaciones ostensivas se dan por medio de escritos, de la palabra o de otras manifestaciones materiales, casi siempre a través de los mediums, que les sirven de instrumentos’. ‘Los espíritus se manifiestan espontáneamente o por medio de una evocación. Pueden evocarse todos los espíritus tanto a los que animaron a hombres oscuros como a los de los personajes ilustres, sea cual fuere la época en que les tocó vivir… Los espíritus son atraídos en razón de la simpatía que les inspire la naturaleza moral del medium que los evoca. Los espíritus superiores se complacen en las reuniones serias, donde predominan el amor al bien y el deseo sincero, por parte de todos los componentes, de instruirse y mejorar. La presencia de éstos aleja a los espíritus inferiores que, al contrario, encuentran libre acceso… entre personas frívolas o atraídas tan sólo por la curiosidad… Distinguir los buenos de los malos espíritus es extremadamente fácil. Los primeros usan constantemente un lenguaje digno, noble, sostenido por la más alta moralidad, mientras que el de los espíritus inferiores, por el contrario, es inconsecuente, frecuentemente trivial y grosero… La moral de los espíritus superiores se resume en esta máxima: hacer a los otros lo que desearíamos que los otros hicieran con nosotros, es decir, hacer el bien y no el mal…’. En cuanto a la reencarnación en particular Allan Kardec, en el cap. VII de la misma obra El libro de los Espíritus, esclarece que los espíritus pueden acelerar su propia reencarnación por un intenso deseo de progresión y también pueden adelantarla, aunque no indefinidamente, pues la necesidad de progresión y de perfeccionamiento es destino de todos. Normalmente el propio espíritu puede escoger el cuerpo en que va a reencarnarse, aunque a veces la designación es hecha por Dios mismo, algunas veces por castigo; en el caso de que muchos espíritus deseen encarnarse en el mismo cuerpo sería Dios, sigue opinando Kardec, quien escogería el más apto; y explica el proceso de la reencarnación de este modo: ‘La unión comienza en la concepción,, pero sólo es completa en el momento del nacimiento. Desde el instante de la concepción el espíritu designado para habitar determinado cuerpó se une a éste por un lazo fluídico, que cada vez se va apretando hasta el instante en que la criatura ve la luz…’. Fenómenos espiritistas. Lo llamativo de las sesiones de e. no es tanto su doctrina, sino el aparato de unos fenómenos extraños, más o menos inexplicables, que en ellas se observan. El medium es un elemento indispensable en estas sesiones, y es así denominado porque, en estado de trance, parece hacer de intermediario entre los espíritus y los asistentes. Suscitan especialmente interés los siguientes fenómenos: Tiptología (de typtein, golpear): una mesa se levanta y desciende, dando en el piso golpes acompasados, a los cuales se puede dar valor de letras y con éstas componer mensajes; a veces semejantes ruidos se hacen oír en otros objetos, como en las paredes o en una pianola, que comienza a tocar sin intervención de agente visible. Materializaciones: los asistentes ven salir unos filamentos fluídicos del cuerpo del medium, de forma nebulosa, que van evolucionando y tomando aparente consistencia, formando figuras más o menos nítidas, sobre todo cuerpos humanos; los espiritistas los llaman ectoplasma (del griego ektós, fuera, y plasma) que en el lenguaje científico significa la parte externa que circunda el endoplasma de la célula viva; pretendidas o verdaderas fotografías de formaciones ectoplasmáticas son para los adeptos del e. pruebas ciertas de su realidad. Levitación: el propio medium, u objetos colocados a su alrededor parecen escapar a la ley de la gravedad, flotan en el aire y se mueven sin aparente causa física; fenómenos que, según el caso, se designan también con el nombre de telequinesia (de tele, distante, y kínesis, movimiento). Xenoglossia (de xenos, extranjero, y glossa, lengua): el medium habla o escribe en lenguas que nunca aprendió, lo que es atribuido a espíritus que en encarnaciones anteriores hablaban aquellos idiomas. Psícografía: el medium, aparentemente movido por fuerza extraña, escribe como automáticamente mensajes, cuyo contenido en ese momento no podía conocer, p. ej., la noticia de un hecho que en el mismo instante está sucediendo a una gran distancia. Se combina este fenómeno con el de la clarividencia o telepatía o criptestesia. Pases: un hecho que atrae de modo especial a las sesiones de e. son las pretendidas curas de las más variadas enfermedades; por pases se designan los gestos con que el medium, aparentemente, domina el mal espíritu provocador de la enfermedad. Explicaciones no espiritistas de los fenómenos. Mientras los espiritistas explican los fenómenos como una intervención de las almas desencarnadas, sus adversarios procuran encontrar explicaciones naturales. La psicología científica explica parte de los fenómenos; pero no todos. Existen autores, sobre todo católicos, que por razones teológicas y ante el hecho del abandono por parte de muchos espiritistas de las prácticas religiosas, atribuyen dichos fenómenos a una intervención diabólica, a factores análogos. Otros adversarios del e. insisten en el hecho de que muchos y hasta famosos mediums se hayan servido de métodos fraudulentos, recurriendo, p. ej., a las técnicas de la prestidigitación. Con pretensiones de explicación científica surgió la metapsiquica, encabezada por el fisiólogo de la Sorbona Charles Richet, quien describe en su Tratado de metapsíquica (1922) sus experiencias e investigaciones con mediums, y después la parapsicología, escuela que admite en el hombre facultades y funciones parapsíquicas o paranormales, a las cuales se dio el nombre de extra-sensorial-perception (percepción extra sensorial) sigla ESP, cuyo máximo exponente es el norteamericano J. B. Rhine. Hasta el momento, la llamada metapsíquica se mueve en la esfera del empirismo vulgar y tendrá que caminar bastante para llegar a conclusiones aceptables desde el punto de vista científico. Por ahora se ha planteado como una alternativa a la explicación espiritista: el Congreso de Metapsíquica de Bolonia, octubre 1953, se declaró contrario a la explicación de los fenómenos espiritistas por la intervención de los difuntos.
Espiritismo y reencarnación
La reencarnación de las almas es uno de los puntos centrales del e.; de ahí que sus representantes intenten alegar muchas razones. Argumentan, p. ej., a partir de los sueños, diciendo que serían recuerdos de hechos sucedidos en existencias anteriores. El sufrimiento solamente se explicaría como castigo de malos actos practicados en otras encarnaciones. Los niños prodigio, que con poca edad resuelven complicados problemas matemáticos, componen piezas musicales y dirigen orquestas, serían reencarnaciones de grandes matemáticos, músicos, etc. Igualmente la paramnesia, es decir, la impresión que a veces tenemos de ya haber visto lugares y personas que en realidad vemos por primera vez, se explicaría como recuerdos de existencias pasadas.
Espiritismo y cristianismo
Algunos teóricos del e. relacionan su doctrina con el cristianismo y lo quieren presentar nada menos que como su expresión más genuina. Afirman que hay tres épocas en la historia de la revelación divina: la del Padre en el A. T., la del Hijo en el N. T. y la del Espíritu Santo con el advenimiento del espiritismo. El e. juzga prestar un gran servicio al cristianismo en su lucha contra el materialismo, afirmando la fe en la inmortalidad del alma no con dogmas, como hace la Iglesia, sino con hechos experimentales. Pero no admite la divinidad de Cristo; el dulce rabino de Galilea sería sólo la reencarnación de un espíritu bien adelantado y dispuesto a entrar en la esfera de los espíritus puros, y niega otros muchos dogmas. La Iglesia Católica con razón considera la adhesión al e. incompatible con su propia doctrina. Los postulados centrales del e. como el de la reencarnación y del destino indeclinable de todo individuo a un estado final de perfección, son diametralmente contrarios a la enseñanza católica sobre el carácter definitivo de una única existencia humana y sobre la posibilidad de un castigo eterno para los pecadores que mueren en la impenitencia. Sin negar teóricamente la posibilidad de una comunicación con las almas de los difuntos, la Iglesia considera la evocación de las mismas por lo menos como una irreverencia. En 1856, en carta dirigida al Episcopado mundial, y después en 24 abr. 1917, la Congregación del Santo Oficio (actualmente Cong. para la Doctrina de la Fe) prohibió a los católicos la participación en prácticas del espiritismo (v. II). V. t.: ANIMISMO; DIFUNTOS I; ESPÍRITU 11; TEOSOFÍA; HOMBRE III.
BIBL.: J. E. DE MURVILLE, Pneumatologie, Des Esprits et de leurs manifestations diverses, 5 vol., 4 ed. París 1863; J. DIPPEL, Der neuere Spiritismus, 2 ed. Munich 1897; J. GRASSET, L’occultisme hier et aujourd’hui, 2 ed. Montpellier 1908; L. RIBEIRO y MURILLO DE CAMPOS, O espiritismo no Brasil, Sáo Paulo 1931; P. PASCOAL LACROIX y C. F. M. BUENO DE SEQUEIRA, O espiritismo á luz de razr7o, Río de Janeiro 1941; P. SIWEK, La réincarnations des Esprits, Río de Janeiro 1942; F. M. PALMÉS, Metapsíquica y espiritismo, 2 ed. Barcelona 1950; C. M. DE HEREDIA, Los fraudes espiritistas y los fenómenos metapsíquieos, México 1953; G. ARRIGHI, Spíriti e Spiritismo moderno, Turín 1954; R. OMEZ, Peut-on communiquer avec les morts?, París 1955; Card. ALEXIS M. LvPICIER, O mundo invisivel (The unseen world), Oporto 1957; B. KLOPPENBURG, O espiritismo no Brasil, Petrópolis 1960; íD, O reencarnacionismo no Brasil, Petrópolis 1961; íD, A Umóanda no Brasil, Petrópolis 1961; P. CASTELLI, El espiritismo, en VARios, El pecado en las fuentes cristianas primitivas, Madrid 1963, 321-345.
JUICIO MORAL. (Por M. A. MONGE SÁNCHEZ)
El espiritismo, en los tratados tradicionales de Teología moral y en los escritos de los Padres, se conoce también con el nombre de nigromancia, y se define como ‘el arte de invocar las almas de los difuntos, especialmente las de los conocidos, con el fin principal de obtener la revelación de cosas ocultas, o bien la realización de cosas maravillosas’ (P. Castelli, o. c. en bibl. 321). En el s. xix, con Allan Kardec (v. I), esta práctica se constituye como doctrina, con un conjunto de principios que se refieren a la existencia y naturaleza de Dios, del hombre y de las almas en virtud de las cuales se pretende razonar la naturaleza y posibilidades de esa clase de relaciones del hombre con los difuntos. El Congreso Internacional Espiritista de Londres (7-13 sept. 1928) intentó fijar sus principios fundamentales. Pero se trata de una doctrina que, como tal, es inconsistente: las pretendidas revelaciones de las sesiones espiritistas no se apoyan en una autoridad de valor absoluto o demostrado; son hechos que se esfuman cuando se quieren estudiar; los pocos casos de intervenciones preternaturales, si las ha habido, sólo pueden atribuirse a una intervención diabólica. Por lo dicho, la Iglesia Católica considera la adhesión al e. como incompatible con la doctrina cristiana revelada. Los postulados espiritistas, con sus errores sobre la revelación y sobre verdades de fe, su interpretación evolucionista del alma y de la gracia, cte., cae bajo la condena general de toda doctrina herética (v. HEREIíA). Con relación a las prácticas espiritistas, dejando de lado la cuestión de la naturaleza de los hechos mediánicos (cuyo valor preternatural niegan muchos autores, por los frecuentes fraudes descubiertos en estas manifestaciones), el intento de ponerse en comunicación con espíritus desencarnados según el modo y fines del e., representa una culpa grave de idolatría (v.) y superstición (v.), una falta contra la verdadera virtud de la religión. Ya el A. T. condenaba esta práctica (cfr. Di 18,9-12; Lev 20,6; 27). La religión enseña que entre las almas de los difuntos y las de los vivos no debe mediar otra relación más que la espiritual, basada en el recuerdo y en la oración: ‘Dios no puede consentir a nuestras curiosidades morbosas y no puede, por tanto, permitir que las almas, que sólo a É1 están sometidas, contesten a nuestras llamadas, ni satisfagan nuestros deseos de temeraria presunción por penetrar en el reino de las almas separadas. Por esto, si es verdad que a veces se dan estas respuestas por parte de seres inteligentes que no son de este mundo (ya hemos dicho cuán incierto es el material recogido en el campo de la fenomenología metapsíquica), éstos no pueden ser más que espíritus malignos’ (Lanza- Palazzini, o. c. en bibl. 129). Los decretos del Santo Oficio de 4 ag. 1856 y 1 abr. 1898, declaran ilícita la práctica de evocar las almas de los muertos; una declaración de la S. Penitenciaría, de 1 febr. 1882, prohibe también asistir, aunque sea pasivamente, a sesiones espiritistas. El mismo S. Oficio a la pregunta: ‘Si es lícito, con la intervención de un medium o sin él, sirviéndose o no del hipnotismo, asistir a cualquier manifestación espiritista, sobre todo si tiene apariencia de honestidad y piedad, ya sea interrogando las almas de los espíritus, ya sea escuchando las respuestas, ya sea sólo observando, incluso si, expresa o tácitamente, se manifiesta no querer tener ninguna relación con los espíritus malignos’, contestó negativamente (Decr. 24 abr. 1917: AAS 9, 1917, 258). El llamado neo-espiritismo católico se rechazó con Decr. de 27 abr. 1955. La Iglesia al rechazar estas prácticas, aunque no se haya pronunciado sobre la naturaleza de las mismas, no vela sólo por la fe y la moral de sus hijos (las sesiones espiritistas corroen la fe verdadera y, con frecuencia, dan lugar a acciones inmorales) sino que previene también de los daños físicos o mentales que proceden del e.; de hecho, estas prácticas suelen comportar graves efectos en la salud y, en no pocas ocasiones, el suicidio de los mediums. Por eso, la transgresión, sobre todo si es habitual, de- este precepto de la Iglesia constituye un pecado grave. Ello no quiere decir que no sea lícito el intento de hacer un estudio de estos fenómenos mediánicos y metapsíquicos. Si se trata de personas competentes, que no buscan la satisfacción de una curiosidad morbosa, sino la investigación seria de leyes de la naturaleza que todavía están por explorar, estas experiencias, conducidas de una manera que no haga daño a la salud o a la moralidad del medium y de los asistentes, no quedan prohibidas. Algunos moralistas juzgan sólo pecado leve el asistir, por mera curiosidad y sin ninguna participación, a una sesión, si se evita además el escándalo y el peligro de perversión (E. Genicot, 1. Salmans, Institutiones Theologiae moralis, I, 271.). Otros admiten la asistencia si se trata de personas expertas que intentan descubrir los posibles fraudes frecuentes en esas sesiones (A. Vermeesch, Theologia Moralis, 11, 248). De todos modos, para resolver las dudas que pueden plantearse en estos casos, conviene recordar, que, como enseña la doctrina moral, no es lícito ponerse o poner a otros en ocasión de pecado si no hay causa proporcionada (v. PECADO iv, 2). Y no parece que, exceptuados aquellos casos en los que se intenta una investigación a fondo del tema, la curiosidad, que es la que mueve casi siempre a asistir a una sesión espiritista, sea motivo suficiente; por tanto, esa asistencia es moralmente ilícita. V. t.: RELIGIÓN IV; TEOSOFÍA.
Tomado de la gran Enciclopedia Rialp
BIBL.: S. TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, 1-2 q95 a3-4; P. CASTELLI, El pecado en el ocultismo, en VARIOS, El pecado en las fuentes cristianas primitivas (Enciclopedia de la Ética y Moral Cristianas, XI), Madrid 1963, 321-345 (con bibl.); C. M. DE HEREDIA, Los fraudes espiritistas y los fenómenos metapsíquicos, México 1951; R. SANTILLI, Spiritismo, 2 ed. Pinerolo 1952; F. M. PALMÉS, Metapsíquica y Espiritismo, Barcelona 1955; E. UGARTE DE ERCILLA, El espiritismo moderno, Barcelona 1916; A. LANZA, P. PALAZZINI, Principios de Teología moral, II, Madrid 1958, 125131; P. PALAZZINI, Spiritismus, en Dictionnarium morale et canonicum, IV, Roma 1968, 335-340.