San Juan, Apóstol y Evangelista | Diciembre 27

Hijo del Zebedeo, hermano del Apóstol Santiago

Etim: «El Señor ha dado su gracia»

Autor del cuarto evangelio, de las tres cartas que llevan su nombre en el NT y del Apocalipsis.

Etim. Juan: «Dios es misericordioso»

Emblemas: El águila (por su visión mística elevada), Un libro (por su escritos llenos del Espíritu Santo).

Patrón de teólogos y escritores

Muerte: c.100 P.C.

El discípulo amado

SAN JUAN el Evangelista, a quien se distingue como «el discípulo amado de Jesús» y a quien a menudo le llaman «el divino» (es decir, el «Teólogo») sobre todo entre los griegos y en Inglaterra, era un judío de Galilea, hijo de Zebedeo y hermano de Santiago el Mayor, con quien desempeñaba el oficio de pescador.

Junto con su hermano Santiago, se hallaba Juan remendando las redes a la orilla del lago de Galilea, cuando Jesús, que acababa de llamar a su servicio a Pedro y a Andrés, los llamó también a ellos para que fuesen sus Apóstoles. El propio Jesucristo les puso a Juan y a Santiago el sobrenombre de Boanerges, o sea «hijos del trueno» (Lucas 9, 54), aunque no está aclarado si lo hizo como una recomendación o bien a causa de la violencia de su temperamento.

Se dice que San Juan era el más joven de los doce Apóstoles y que sobrevivió a todos los demás. Es el único de los Apóstoles que no murió martirizado.

En el Evangelio que escribió se refiere a sí mismo, como «el discípulo a quien Jesús amaba», y es evidente que era de los mas íntimos de Jesús. El Señor quiso que estuviese, junto con Pedro y Santiago, en el momento de Su transfiguración, así como durante Su agonía en el Huerto de los Olivos. En muchas otras ocasiones, Jesús demostró a Juan su predilección o su afecto especial. Por consiguiente, nada tiene de extraño desde el punto de vista humano, que la esposa de Zebedeo pidiese al Señor que sus dos hijos llegasen a sentarse junto a Él, uno a la derecha y el otro a la izquierda, en Su Reino.

Juan fue el elegido para acompañar a Pedro a la ciudad a fin de preparar la cena de la última Pascua y, en el curso de aquella última cena, Juan reclinó su cabeza sobre el pecho de Jesús y fue a Juan a quien el Maestro indicó, no obstante que Pedro formuló la pregunta, el nombre del discípulo que habría de traicionarle. Es creencia general la de que era Juan aquel «otro discípulo» que entró con Jesús ante el tribunal de Caifás, mientras Pedro se quedaba afuera. Juan fue el único de los Apóstoles que estuvo al pie de la cruz con la Virgen María y las otras piadosas mujeres y fue él quien recibió el sublime encargo de tomar bajo su cuidado a la Madre del Redentor. «Mujer, he ahí a tu hijo», murmuró Jesús a su Madre desde la cruz. «He ahí a tu madre», le dijo a Juan. Y desde aquel momento, el discípulo la tomó como suya. El Señor nos llamó a todos hermanos y nos encomendó el amoroso cuidado de Su propia Madre, pero entre todos los hijos adoptivos de la Virgen María, San Juan fue el primero. Tan sólo a él le fue dado el privilegio de llevar físicamente a María a su propia casa como una verdadera madre y honrarla, servirla y cuidarla en persona.

Gran testigo de la Gloria del Maestro

Cuando María Magdalena trajo la noticia de que el sepulcro de Cristo se hallaba abierto y vacío, Pedro y Juan acudieron inmediatamente y Juan, que era el más joven y el que corría más de prisa, llegó primero. Sin embargo, esperó a que llegase San Pedro y los dos juntos se acercaron al sepulcro y los dos «vieron y creyeron» que Jesús había resucitado.

A los pocos días, Jesús se les apareció por tercera vez, a orillas del lago de Galilea, y vino a su encuentro caminando por la playa. Fue entonces cuando interrogó a San Pedro sobre la sinceridad de su amor, le puso al frente de Su Iglesia y le vaticinó su martirio. San Pedro, al caer en la cuenta de que San Juan se hallaba detrás de él, preguntó a su Maestro sobre el futuro de su compañero:

«Señor, y éste, ¿qué?» (Jn 21,21)

Jesús le respondió: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿qué te importa? Tú, sígueme.» (Jn 21,22)

Debido a aquella respuesta, no es sorprendente que entre los hermanos corriese el rumor de que Juan no iba a morir, un rumor que el mismo Juan se encargó de desmentir al indicar que el Señor nunca dijo: «No morirá». (Jn 21,23).

Después de la Ascensión de Jesucristo, volvemos a encontrarnos con Pedro y Juan que subían juntos al templo y, antes de entrar, curaron milagrosamente a un tullido. Los dos fueron hechos prisioneros, pero se les dejó en libertad con la orden de que se abstuviesen de predicar en nombre de Cristo, a lo que Pedro y Juan respondieron: «Juzgad si es justo delante de Dios obedeceros a vosotros más que a Dios. No podemos nosotros dejar de hablar de lo que hemos visto y oído.»

(Hechos 4:19-20)

Después, los Apóstoles fueron enviados a confirmar a los fieles que el diácono Felipe había convertido en Samaria. Cuando San Pablo fue a Jerusalén tras de su conversión se dirigió a aquellos que «parecían ser los pilares» de la Iglesia, es decir a Santiago, Pedro y Juan, quienes confirmaron su misión entre los gentiles y fue por entonces cuando San Juan asistió al primer Concilio de Apóstoles en Jerusalén. Tal vez concluido éste, San Juan partió de Palestina para viajar al Asia Menor.

Efeso

San Ireneo, Padre de la Iglesia, quien fue discípulo de San Policarpo, quién a su vez fue discípulo de San Juan, es una segura fuente de información sobre el Apóstol. San Ireneo afirma que este se estableció en Efeso después del martirio de San Pedro y San Pablo, pero es imposible determinar la época precisa. De acuerdo con la Tradición, durante el reinado de Domiciano, San Juan fue llevado a Roma, donde quedó milagrosamente frustrado un intento para quitarle la vida. La misma tradición afirma que posteriormente fue desterrado a la isla de Patmos, donde recibió las revelaciones celestiales que escribió en su libro del Apocalipsis.

Maravillosas revelaciones celestiales

Después de la muerte de Domiciano, en el año 96, San Juan pudo regresar a Efeso, y es creencia general que fue entonces cuando escribió su Evangelio. El mismo nos revela el objetivo que tenía presente al escribirlo. «Todas estas cosas las escribo para que podáis creer que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios y para que, al creer, tengáis la vida en Su nombre». Su Evangelio tiene un carácter enteramente distinto al de los otros tres y es una obra teológica tan sublime que, como dice Teodoreto, «está más allá del entendimiento humano el llegar a profundizarlo y comprenderlo enteramente». La elevación de su espíritu y de su estilo y lenguaje, está debidamente representada por el águila que es el símbolo de San Juan el Evangelista. También escribió el Apóstol tres epístolas: a la primera se le llama Católica, ya que está dirigida a todos los otros cristianos, particularmente a los que él convirtió, a quienes insta a la pureza y santidad de vida y a la precaución contra las artimañas de los seductores. Las otras dos son breves y están dirigidas a determinadas personas: una probablemente a la Iglesia local, y la otra a un tal Gayo, un comedido instructor de cristianos. A lo largo de todos sus escritos, impera el mismo inimitable espíritu de caridad. No es éste el lugar para hacer referencias a las objeciones que se han hecho a la afirmación de que San Juan sea el autor del cuarto Evangelio.

Predicando la Verdad y el amor

Los más antiguos escritores hablan de la decidida oposición de San Juan a las herejías de los ebionitas y a los seguidores del gnóstico Cerinto. En cierta ocasión, según San Ireneo, cuando Juan iba a los baños públicos, se enteró de que Cerinto estaba en ellos y entonces se devolvió y comentó con algunos amigos que le acompañaban: «¡Vámonos hermanos y a toda prisa, no sea que los baños en donde está Cerinto, el enemigo de la verdad, caigan sobre su cabeza y nos aplasten!».

Dice San Ireneo que fue informado de este incidente por el propio San Policarpio el discípulo personal de San Juan. Por su parte, Clemente de Alejandría relata que en cierta ciudad cuyo nombre omite, San Juan vio a un apuesto joven en la congregación y, con el íntimo sentimiento de que mucho de bueno podría sacarse de él, lo llevó a presentar al obispo a quien él mismo había consagrado. «En presencia de Cristo y ante esta congregación, recomiendo este joven a tus cuidados». De acuerdo con las recomendaciones de San Juan, el joven se hospedó en la casa del obispo, quien le dio instrucciones, le mantuvo dentro de la disciplina y a la larga lo bautizó y lo confirmó. Pero desde entonces, las atenciones del obispo se enfriaron, el neófito frecuentó las malas compañías y acabó por convertirse en un asaltante de caminos. Transcurrió algún tiempo, y San Juan volvió a aquella ciudad y pidió al obispo: «Devuélveme ahora el cargo que Jesucristo y yo encomendamos a tus cuidados en presencia de tu iglesia». El obispo se sorprendió creyendo que se trataba de algún dinero que se le había confiado, pero San Juan explicó que se refería al joven que le había presentado y entonces el obispo exclamó: «¡Pobre joven! Ha muerto». «¿De qué murió, preguntó San Juan. «Ha muerto para Dios, puesto que es un ladrón» , fue la respuesta. Al oír estas palabras, el anciano Apóstol pidió un caballo y un guía para dirigirse hacia las montañas donde los asaltantes de caminos tenían su guarida. Tan pronto como se adentró por los tortuosos senderos de los montes, los ladrones le rodearon y le apresaron. «¡Para esto he venido!», gritó San Juan. «¡Llevadme con vosotros!» Al llegar a la guarida, el joven renegado reconoció al prisionero y trató de huir, lleno de vergüenza, pero Juan le gritó para detenerle: «¡Muchacho! ¿Por qué huyes de mí, tu padre, un viejo y sin armas? Siempre hay tiempo para el arrepentimiento. Yo responderé por ti ante mi Señor Jesucristo y estoy dispuesto a dar la vida por tu salvación. Es Cristo quien me envía». El joven escuchó estas palabras inmóvil en su sitio; luego bajó la cabeza y, de pronto, se echó a llorar y se acercó a San Juan para implorarle, según dice Clemente de Alejandría, una segunda oportunidad. Por su parte, el Apóstol no quiso abandonar la guarida de los ladrones hasta que el pecador quedó reconciliado con la Iglesia.

Aquella caridad que inflamaba su alma, deseaba infundirla en los otros de una manera constante y afectuosa. Dice San Jerónimo en sus escritos que, cuando San Juan era ya muy anciano y estaba tan debilitado que no podía predicar al pueblo, se hacía llevar en una silla a las asambleas de los fieles de Efeso y siempre les decía estas mismas palabras: «Hijitos míos, amaos entre vosotros . . .» Alguna vez le preguntaron por qué repetía siempre la frase, respondió San Juan: «Porque ése es el mandamiento del Señor y si lo cumplís ya habréis hecho bastante».

San Juan murió pacíficamente en Efeso hacia el tercer año del reinado de Trajano, es decir hacia el año cien de la era cristiana, cuando tenía la edad de noventa y cuatro años, de acuerdo con San Epifanio.

Según los datos que nos proporcionan San Gregorio de Nissa, el Breviarium sirio de principios del siglo quinto y el Calendario de Cartago, la práctica de celebrar la fiesta de San Juan el Evangelista inmediatamente después de la de San Esteban, es antiquísima. En el texto original del Hieronymianum, (alrededor del año 600 P.C.), la conmemoración parece haber sido anotada de esta manera: «La Asunción de San Juan el Evangelista en Efeso y la ordenación al episcopado de Santo Santiago, el hermano de Nuestro Señor y el primer judío que fue ordenado obispo de Jerusalén por los Apóstoles y que obtuvo la corona del martirio en el tiempo de la Pascua». Era de esperarse que en una nota como la anterior, se mencionaran juntos a Juan y a Santiago, los hijos de Zebedeo; sin embargo, es evidente que el Santiago a quien se hace referencia, es el otro, el hijo de Alfeo.

La frase «Asunción de San Juan», resulta interesante puesto que se refiere claramente a la última parte de las apócrifas «Actas de San Juan». La errónea creencia de que San Juan, durante los últimos días de su vida en Efeso, desapareció sencillamente, como si hubiese ascendido al cielo en cuerpo y alma puesto que nunca se encontró su cadáver, una idea que surgió sin duda de la afirmación de que aquel discípulo de Cristo «no moriría», tuvo gran difusión aceptación a fines del siglo II. Por otra parte, de acuerdo con los griegos, el lugar de su sepultura en Efeso era bien conocida y aun famosa por los milagro que se obraban allí.

El «Acta Johannis», que ha llegado hasta nosotros en forma imperfecta y que ha sido condenada a causa de sus tendencias heréticas, por autoridades en la materia tan antiguas como Eusebio, Epifanio, Agustín y Toribio de Astorga, contribuyó grandemente a crear una leyenda. De estas fuentes o, en todo caso, del pseudo Abdías, procede la historia en base a la cual se representa con frecuencia a San Juan con un cáliz y una víbora. Se cuenta que Aristodemus, el sumo sacerdote de Diana en Efeso, lanzó un reto a San Juan para que bebiese de una copa que contenía un líquido envenenado. El Apóstol tomó el veneno sin sufrir daño alguno y, a raíz de aquel milagro, convirtió a muchos, incluso al sumo sacerdote. En ese incidente se funda también sin duda la costumbre popular que prevalece sobre todo en Alemania, de beber la Johannis-Minne, la copa amable o poculum charitatis, con la que se brinda en honor de San Juan. En la ritualia medieval hay numerosas fórmulas para ese brindis y para que, al beber la Johannis-Minne, se evitaran los peligros, se recuperara la salud y se llegara al cielo.

San Juan es sin duda un hombre de extraordinaria y al mismo tiempo de profundidad mística. Al amarlo tanto, Jesús nos enseña que esta combinación de virtudes debe ser el ideal del hombre, es decir el requisito para un hombre plenamente hombre. Esto choca contra el modelo de hombre machista que es objeto de falsa adulación en la cultura, un hombre preso de sus instintos bajos. Por eso el arte tiende a representar a San Juan como una persona suave, y, a diferencia de los demás Apóstoles, sin barba. Es necesario recuperar a San Juan como modelo: El hombre capaz de recostar su cabeza sobre el corazón de Jesús, y precisamente por eso ser valiente para estar al pie de la cruz como ningún otro. Por algo Jesús le llamaba «hijo del trueno». Quizás antes para mal, pero una vez transformado en Cristo, para mayor gloria de Dios.

NOVENA A SAN JUAN EVANGELISTA

“A vosotros os he llamado amigos,

porque todo lo que he oído a mi Padre

os lo he dado a conocer”

(Jn 15, 15)

Preparada por:

María de Jesús Chávez-Camacho Pedraza

Ginebra, Suiza

www.claraesperanza.trimilenio.net

Primer día

“Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado. Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos”. (Jn 15, 9-13)

Jesús, ayúdame a continuar siguiéndote en abandono y alegría.

“Queridos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor”. (I Jn 4, 7-8)

Juan, tú que nos dices que Dios es Amor, intercede ante Jesús para que…..(Petición)

Oración

Salmo 103 (102)

Bendice al Señor, alma mía, y todo mi ser a su santo nombre.

Bendice al Señor, alma mía, no te olvides de sus beneficios.

Él perdona todas tus culpas, y sana todas tus enfermedades.

Él rescata tu vida de la tumba, y te colma de amor y de ternura;

sacia de bienes tu existencia, y te rejuveneces como un águila.

Padre Nuestro

Segundo día

“No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios; creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas mansiones: si no, os lo habría dicho; porque os voy a preparar un lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo para que dónde esté yo estéis también vosotros. Y a donde yo voy sabéis el camino.» Le dice Tomás:»Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?» Le dice Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Desde ahora lo conocéis y lo habéis visto”. (Jn, 14, 1-7).

“Jesús, te ruego me ayudes a crecer como hija y amiga de Dios Papá…

“Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, ¡pues lo somos!” (I Jn 3, 1)

Juan, tú que nos recuerdas que somos hijos de Dios, intercede ante Jesús para que… (Petición)

Oración

Salmo 63 (62)

¡Oh Dios! Tú eres mi Dios, desde el amanecer te deseo;

estoy sediento de ti, a ti te anhelo en una tierra sedienta,

reseca sin agua.

Quisiera contemplarte en tu templo, ver tu poder y tu gloria.

Tu amor vale más que la vida, te alabarán mis labios;

te bendeciré mientras viva, hacia ti levantaré mis manos.

Me saciaré como en un espléndido banquete,

y mi boca te alabará con alegría.

En mi lecho me acuerdo de ti, en ti medito durante la noche,

porque tú has sido mi ayuda,

y a la sombra de tus alas grito alegremente.

Estoy unido a ti, tu brazo me sostiene.

Padre Nuestro

Tercer día

“Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, magistrado judío. Fue éste donde Jesús de noche y le dijo: «Rabbí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede realizar las señales que tú realizas si Dios no está con él.» Jesús respondió: «En verdad, en verdad os digo: el que no nazca de lo alto no puede ver el Reino de Dios. «Dícele Nicodemo: » ¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo? ¿ Puede acaso entrar otra vez en el seno de su madre y nacer? Respondió Jesús: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es espíritu. No te asombres de que te haya dicho: Tenéis que nacer de lo alto. El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu»”. (Jn 3, 1-8)

Jesús, que pueda yo vivir de tu Vida.

“Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos. Quien no ama permanece en la muerte”. (I Jn 3, 14)

Juan, tú que nos dices que el amor nos lleva de la muerte a la vida, intercede ante Jesús para que… (Petición)

Oración

Salmo 108 (107)

Mi corazón está dispuesto, ( ¡oh Dios!;

voy a cantar y a tocar para ti: ¡Despierta gloria mía!

¡Despierten, cítara y arpa! ¡Despertaré a la aurora!

Te daré gracias entre los pueblos, Señor tocaré para ti entre las naciones;

pues tu amor llega hasta el cielo, hasta las nubes tu fidelidad.

¡Muestra, oh Dios, tu grandeza en los cielos, y tu gloria sobre toda la tierra!

Padre Nuestro

Cuarto día

“Yo soy el buen pastor; y conozco a mis ovejas y las mías me conocen a mí, como me conoce el Padre y yo a él, y doy mi vida por las ovejas. También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a ésas tengo que llevarlas y escucharán mi voz; habrá un solo rebaño, un solo pastor. El Padre me ama porque doy mi vida, para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente”. (Jn 10, 14-18)

Jesús, te pido me ayudes a amar a los demás con el amor de Dios.

“En esto hemos conocido lo que es el amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos”. (I Jn 3, 16)

Juan, tú que nos hablas de dar la vida por nuestros hermanos, intercede ante Jesús para que… (Petición)

Oración

Salmo 23 (22)

El Señor es mi pastor, nada me falta.

En prados de hierba fresca me hace descansar,

me conduce junto a aguas tranquilas, y renueva mis fuerzas.

Me guía por la senda del bien, haciendo honor a su nombre.

Auque pase por un valle tenebroso, ningún mal temeré,

porque tú estás conmigo; tu vara y tu bastón me dan seguridad.

Preparas un banquete para envidia de mis adversarios,

perfumas con ungüento mi cabeza y mi copa está llena.

Tu amor y tu bondad me acompañarán todos los días de mi vida;

y habitaré por siempre en la casa del Señor.

Padre Nuestro

Quinto día

“Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros.” (Jn 13, 34-35)

Jesús, te pido me des fortaleza interior.

“No hay temor en el amor; sino que el amor perfecto expulsa el temor”. (I Jn 4, 18)

Juan, tú que nos dices que el amor expulsa el temor, intercede ante Jesús para que… (Petición)

Oración

Salmo 145 (144)

El Señor es fiel a todas sus palabras, leal en todas sus acciones.

El Señor sostiene a todos los que caen y levanta a los que desfallecen.

Los ojos de todos se fijan en ti

y esperan que tú les des la comida a su tiempo;

abres tu mano y sacias de favores a todo ser viviente.

El Señor es fiel en todo lo que hace, leal en todas sus acciones.

El Señor está cerca de los que lo invocan,

de todos los que lo invocan sinceramente.

El Señor cumple los deseos de quienes lo respetan,

escucha su súplica y los libera.

Padre Nuestro

Sexto día

“Decía Jesús a los judíos que habían creído en él: Si os mantenéis fieles a mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” . (Jn 8, 31-32)

Jesús, te pido me des discernimiento, para saberme orientar por el amor

“Hijos míos, no amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad”. (I Jn 3, 18)

Juan, tú que nos invitas a amar con toda nuestra vida, intercede ante Jesús para que… (Petición)

Oración

Salmo 92 (91)

¡Qué bueno es dar gracias al Señor, y cantar para tu nombre, oh Altísimo!

Publicar tu amor por la mañana, y tu fidelidad por la noche,

al son de la lira de diez cuerdas, con la melodía de la cítara y el arpa.

Tú me alegras, Señor con tus acciones,

y canto jubiloso por la obra de tus manos.

Padre Nuestro

Séptimo día

“Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna.

Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él”. (Jn 3, 16-17)

Jesús, te pido me ayudes a crecer en la confianza

“En esto conoceremos que somos de la verdad, y tranquilizaremos nuestra conciencia ante Él, en caso de que nos condene nuestra conciencia, pues Dios es mayor que nuestra conciencia y conoce todo”. (I Jn 3, 19-20)

Juan, tú que nos invitas a confiar en Dios, intercede ante Jesús para que… (Petición)

Oración

Salmo 34 (33)

Bendigo al Señor en todo momento,

su alabanza está siempre en mi boca.

Mi ser se gloría en el Señor, que los humildes lo oigan y se alegren.

Engrandezcan conmigo al Señor, ensalcemos juntos su nombre.

Busqué al Señor y él me respondió, me libró de todos mis temores.

Miren hacia él: quedarán radiantes, y la vergüenza no cubrirá sus rostros.

Cuando el humilde invoca al Señor,

él lo escucha y los salva de todas sus angustias.

Padre Nuestro

Octavo día

“Al atardecer de aquel primer día de la semana, estando cerradas las puertas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: ‘La paz con vosotros’ . Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús repitió: ’La paz con vosotros. Como el Padre me envió también yo os envío’. . Dicho esto sopló sobre ellos y les dijo: ‘Recibid el Espíritu Santo’. (I Jn 20, 19-22)

Jesús, te pido me des tu paz.

“Dios nos ha dado vida eterna y esta vida está en su Hijo. Quien tiene al Hijo, tiene la vida”. (I Jn 5, 11-12)

Juan, tú que nos dices que quien tiene al Hijo tiene la vida, intercede ante Jesús para que…(Petición)

Oración

Salmo 37 (36)

Que los malvados no te hagan perder la paz

ni envidies a los que hacen el mal,

porque se secan pronto como el pasto, como la hierba verde se marchitan.

Confía en el Señor y haz el bien, habita en esta tierra y mantente fiel;

que el Señor sea tu deleite, y él te dará lo que desea tu corazón.

Encomienda al Señor tu camino, confía en él, que él actuará;

hará brillar como la aurora tu inocencia,

y tu rectitud como el sol del mediodía.

Padre Nuestro

Noveno día

“Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo”.(Ap. 3, 20)

Jesús, te pido me des tu consuelo.

“Uno de los Ancianos tomó la palabra y me dijo: ‘Esos que están vestidos con vestiduras blancas ¿quiénes son y de dónde han venido?’ Yo le respondí: «Señor mío, tú lo sabrás». Me respondió. ‘Esos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la sangre del Cordero. Por eso están delante del trono de Dios, dándole culto día y noche en su Santuario; y el que está sentado en el trono extenderá su tienda sobre ellos. Ya no tendrán hambre ni sed; ya no les molestará el sol ni bochorno alguno: Porque el Cordero que está en medio del trono los apacentará y los guiará a los manantiales de las aguas de la vida. Y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos’. (Ap 7, 13-17)

Juan, tú que nos dices que Jesús nos guía a manantiales de las aguas de la vida intercede ante Jesús para que… (Petición)

Oración

Salmo 36 (35)

Señor, tu amor llega hasta el cielo, hasta las nubes tu fidelidad,

tu justicia se asemeja a las altas montañas, tu derecho al océano profundo.

Tú, Señor, salvas a hombres y animales;

oh Dios, ¡que inapreciable es tu amor!

Los hombres se refugian a la sombra de tus alas,

se sacian con la abundancia de tu casa,

les das de beber en el río de tus delicias;

porque en ti está la fuente de la vida, y por tu luz vemos la luz.

Padre Nuestro

Por María de Jesús Chavez Camacho

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Juan

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San Juan Evangelista – Su vida en breve

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3 comentarios

  1. Buenas noches he comenzado una novena por la salud de toda mi familia, gracias San Juan por todas tus bendiciones.

  2. Hoy quiero pedir a San Juan Evangelista que interceda ante Jesús, ñara arreglar mis cosas.
    Vivo en una residencia de la tercera edad con una hermana con alzeimer.
    El ambiente es anticristiano.
    Uno de los compñeros de mesa del comedor siempre está de malhumor.
    NO VOY A PODER PAGAR LOS RECIBOS DE ESTE MES.
    San Juan intercede ante JESÚS, PARA QUE EL BANCO NO DEVUELVA LOS RECIBOS.,
    Que me toque la bonoloto hoy, y, poder meter algo de dinero en mi cuenta.
    Que no me despere ni oierda la Fe

  3. Hola me da mucho gusto saludarle. muchísimas gracias por la novena,; soy de Mérida Yucatán me gustaría saber si tiene algún canto especial para la novena, o si me podría sugerir alguno. siempre habíamos buscado la novena en las librerías pero nada que la encontramos. hasta el día de hoy llevamos 4 días de la novena, y la verdad pues solo hacemos el rosario con mucha devoción, pero si Dios lo permite y San Juan interceda el próximo año lo haremos mucho mejor. me gustaría me pudiera enviar a mi correo algún canto o letanía o jaculatoria. Dios le acompañe saludos de Mérida.

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