Santo Tomás, Apóstol
Jesús no escogió a sus Apóstoles entre los ricos, los nobles o los sabios. Ellos salieron del pueblo humilde, de pescadores ignorantes, de pobres proletarios de Galilea. Así era Tomás el Gemelo, galileo, pobre y sencillo, uno de los doce que tuvo el privilegio de vivir con el Rabí de Nazaret, como vivían los discípulos con los maestros: estando con El día y noche, escuchándole de cerca, comiendo con El y durmiendo en la misma habitación. Tomás era un hombre de carácter. Entre los doce Apóstoles se destaca como uno de los más autónomos y decididos. Aún sin entenderle, seguía a Jesús ciegamente, con entusiasmo. Aunque huyó como los demás en el momento de la Pasión, era valiente.
Cuando la tarde de la Pascua Jesús se aparece a los Apóstoles encerrados en el Cenáculo, Tomás no se encontraba allí. Le parecía que todo había terminado. Por eso cuando sus compañeros le comunican que han visto al Señor, Tomás el escéptico no quiere dejarse engañar otra vez. Tomás les responde: «Si no veo en sus manos las llagas de los clavos, y no meto mi dedo en el lugar de los clavos y mi mano en su costado, no creeré».
Era un hombre práctico, desilusionado. Quiere garantías. Y no le basta ver.
Quiere tocar, palpar, para convencerse. Pero nada sucede por casualidad. Jesús le permite hacerlo una semana más tarde, y luego le dice: «Has creído porque has visto; dichosos los que creerán sin haberme visto». La actitud de Tomás, -dice un Santo Padre- su incredulidad, fue más provechosa para nosotros que la fe de la Magdalena. Tomás, con la impetuosidad de su carácter, quiso compensar aquella duda con una entrega total al apostolado.
Los Santos Padres nos lo muestran predicando de reino en reino, hasta llegar al desierto Indico. Se dice que llegó hasta Calcuta, el Ganges y Ceilán.
Desde el siglo VI se celebra el día tres de julio el traslado de su cuerpo a Edesa. Es el patrono de los agrimensores, arquitectos, albañiles y carpinteros.
Según la tradición predicó el Evangelio en la India, donde murió mártir. Sabemos que cuando Jesús les habló de su próxima muerte, Tomás, dijo: “Vayamos también nosotros y muramos con El”, lo que muestra su valentía y celo. Cuando notemos, en la práctica, nuestra poca fe sepamos confiar en el Señor, diciendo sinceramente lo mismo que el apóstol Tomás.
San Felipe Phan Van Minh (+1853)
Presbítero y mártir en la ciudad de Vinh Long, Vietnam, degollado por la fe de Cristo bajo el imperio de Tu Duc.
San José Nguyen Dinh Uyen (+1838)
Catequista y mártir, que murió en la cárcel por defender su fe, en Hung An, Vietnam, bajo el emperador Minh Manh.
Santos Pedro y Juan Bautista Zhao Mingxi (+1900)
Mártires hermanos, que después de defender a mujeres y niños en la persecución de los bóxers, fueron asesinados en Tong-Yang-Tai, China.
Beato Raimundo o Ramón Lull (1235-1316)
Terciario franciscano, nació y murió en Mallorca, España. Es uno de los mayores genios de la Edad Media y el espíritu más original de sus tiempos. Su inmensa producción comprende obras de teología, filosofía, ciencia y pedagogía, novelas filosóficas, y poemas líricos y místicos de gran belleza.
Fue casado y tuvo dos hijos y muchos bienes, pero en un momento dado lo abandonó todo por la gloria de Dios y la misión de propagar la verdadera fe. Lo apresaron y flagelaron los sarracenos numerosas veces, y a la edad de ochenta años lo lapidaron en la plaza pública de Bejaia, Argelia. Murió poco después en el barco que lo llevaba a Mallorca.
Beata María Ana Mongas Fontcuberta (1829-1886)
Fue fundadora de las Franciscanas Misioneras de la Madre del Divino Pastor. De origen catalán, se dedicó asiduamente a la educación de las niñas, a los pobres y a los enfermos. Fue incansable y prudente superiora general de la congregación hasta su muerte que ocurrió en el pueblo de Fuencarral, provincia de Madrid, España.
* Procura repetir la jaculatoria que nos legó Santo Tomás: “Señor mío y Dios mío”, muchas veces durante el día de hoy, en reparación por tu ocasional tibieza en la fe, o falta de convicciones firmes.