San Pedro Fourier (1565-1640)
Es el santo del este de Francia, un revuelto territorio agitado por la Reforma y las ambiciones políticas. A los veinte años se hace canónigo agustino y se ordena sacerdote. Luego hace brillantes estudios telógicos, pero en lugar de procurar lucirse y hacer una buena carrera eclesiástica, escoge una oscura y difícil parroquia en los Vosgos, en la aldea de Mattaincourt.
Sus sermones, su caridad y su ejemplo operan allí una rápida transformación: evangeliza a sus feligreses, funda cajas de socorros mutuos, organiza escuelas gratuitas para niños y para niñas y pone paz entre los belicosos lugareños.
Por su lealtad a su duque de Lorena, san Pedro muere desterrado en su exilio del Franco Condado durante la guerra de los Treinta Años.
San Juan Diego
Juan Diego, llamado Cuauhtlatoatzin antes de su conversión al Cristianismo, fue un pobre indio plebeyo, natural y vecino de Cuautitlán, Edo. de México, de edad madura, viudo de una mujer llamada Ma. Lucía, sin instrucción ninguna, recién bautizado, sencillo, piadoso y de muy buenas costumbres. Acostumbraba asistir a Misa en Tlaltilolco. Nació el año de 1474. Es considerado un profeta de su tiempo. La figura de Juan Diego es comparable a los más grandes profetas, mensajeros de las voluntades divinas. Su actitud es admirable: está hecha de amor y de respeto; de fe y abandono filial; de reverencia y de confianza, de sencillez, humildad y obediencia; de prontitud y diligencia; de olvido propio, de seguridad en la misión, de solicitud y de cuidado; en una palabra, de absoluta donación personal.
Fue testigo presencial de cinco apariciones de la Virgen de Guadalupe, en la colina del Tepeyac, en diciembre de 1531. Su actitud interior ante lo extraordinario y desconocido, lejos de reflejar temor y sobresalto, reboza en serenidad y es muestra de su gran fe.
La tarea primordial de la Virgen de Guadalupe en el mensaje del Tepeyac, es dar a conocer a Dios y se valdrá de un método original: lo dará a conocer y enseñará cómo es El, a través de la cálida expresión de su amor de Madre, de su mirada misericordiosa y de sus cuidados maternales, y es Juan Diego el profeta elegido, quien debe cumplir la misión de transmitir los mensajes guadalupanos, a través de las autoridades eclesiásticas de aquella época, a un pueblo que nace de la fe del Dios único y verdadero y abandona la idolatría y el paganismo y pedir al mismo tiempo a estas autoridades, que estos mensajes sean cumplidos.
Juan Diego es un ejemplo para todos los fieles, pues nos enseña que todos los fieles de Cristo, de cualquier condición y estado, son llamados por el Señor a la perfección de la santidad por la que el Padre es perfecto, cada quien en su camino. Y Juan Diego, obedeciendo esto, fue sobresaliente en el tierno amor para con la Sma. Virgen María, a la que tuvo constantemente presente y veneró como Madre y después de las Apariciones se entregó al cuidado de su Templo con humilde y fiel ánimo.
El acontecimiento del Tepeyac es verdaderamente un mensaje de salvación, un anuncio de liberación que nos invita a todos nosotros a la conversión, siendo unos hombres libres, responsables y activos, colaboradores de su obra en el mundo y en la construcción de su Reino.
Juan Diego murió en 1548 y fue canonizado por el Papa Juan Pablo II, el 31 de julio del 2002.
Beato Bernardino Silvestrelli (1831-1988)
Noble romano que destacó por su sencillez, desprendimiento y espíritu de servicio a lo largo de su vida. Elegido y reelegido cinco veces consecutivas superior general de su Congregación Pasionista, dejó por última vez su cargo con la misma serenidad y senci-llez con que lo había asumido en el año 1878, optando, a renglón seguido por el oculta-miento y retiro más profundos.
El papa Pío X le propuso formalmente ser designado cardenal de la Iglesia, pero Silves-trelli rehusó siempre con determinación aquella posibilidad.
* Reflexiona hoy, qué estas haciendo por el bien de tu comunidad.