San Lorenzo Justiniano (1381-1455)
De noble cuna, Lorenzo fue en su primera juventud caballero inquiero y fastuoso que deslumbró a la ciudad de Venecia. Convertido por una visión de la Virgen, se volvió a la vida religiosa, a las prácticas ascéticas más duras y a recorrer su ciudad natal vestido de esparto, con una cruz en la espalda, mendigando para los pobres.
Muy en contra de su voluntad, se le eligió obispo y más tarde patriarca de Venecia. Se le recuerda por haber sabido compaginar la vida contemplativa y su función de mando, misticismo y acción.
Santa Raisa (+300)
En el año 303, el emperador Diocleciano promulgó un edicto en el que se ordenaba encarcelar a todos los obispos, sacerdotes y religiosos. Asimismo, imponía la pena capital para todo aquel que se negase a hacer sacrificios a los dioses.
Fue en aquel año, cuando Raisa, hija de un sacerdote de Tamieh, en la frontera del desierto de Libia, venía de sacar agua de un pozo, cuando pasó un cortejo de monjes y vírgenes consagradas que la policía conducía a Alejandría para juzgarles y darles muerte. Dejando ahí su cántaro, Raisa intentó unirse a ellos, y cuando la rechazaron, gritó tan fuerte que era cristiana y profirió tales injurias contra los dioses y contra el emperador, que acabaron encontrándola digna de formar parte del cortejo. Le cortaron la cabeza y sus restos fueron echados al fuego.
Santos Pedro Nguyen Van Tu y José Hoang Luong Canh (+1838)
Mártires de Vietnam, Pedro era presbítero de la Orden de Predicadores y José, médico. Pedro nació en 1796 y desde niño se distinguió por su carácter humilde y afable. Se ordenó sacerdote a los treinta años y poco después ingreso en la Orden. Cuido de varias parroquias y su ministerio fue muy provechoso.
Aseguraban sus contemporáneos que era muy asiduo en la oración. Fue traicionado y apresado durante la persecución de los cristianos y confesó ante los jueces: “Soy sacerdote y de ningún modo pisaré nuestro adorable signo de la redención. Si he de morir estoy dispuesto a sufrir la muerte”. En el espacio de tres meses fue interrogado y torturado varias veces. Fue hacia el lugar del suplicio vestido con su hábito religioso.
José pertenecía a la Tercera Orden de Santo Domingo, ejercía la profesión de médico, y fue también catequista. Contaba con setenta y cinco años cuando fue detenido; com-partió la cárcel con el padre Pedro y fue torturado también varias veces por negarse a pisar el crucifijo. En los interrogatorios dijo: «Ruego que pronunciéis mi sentencia, para que pueda morir con mi sacerdote el padre Tu, y de esta suerte, me alegraré sobremanera”. Y así vió cumplidos sus deseos.