Santoral 27 de agosto | Santa Mónica, San Guerín y San Amadeo

Santa Mónica (331-387)

«Enterrad éste mi cuerpo donde queráis, ni os preocupe más su cuidado.  Una sola cosa os pido: que os acordéis de mí ante el altar del Señor en cualquier lugar donde os halláreis».  Así dijo poco antes de morir a sus hijos y demás deudos aquella mujer que fue Sta. Mónica, modelo de esposas, madres, suegras y nueras.

Nació en Tagaste al final del imperio Romano, de padres ricos pero venidos a menos.  Eran cristianos y la educaron en la fe en Jesucristo, pero quien más influyó en su educación fue una criada que ya había educado a su mismo padre y que tenía gran influencia en esa familia.  A los veinte años contrae matrimonio con Patricio, que era de noble familia también, pero venida a menos.  Era pagano y de temperamento muy violento.  Las pasiones bullían en su corazón y en su cuerpo.  Mónica era lo contrario: modesta, suave, recatada…  A los veinte años tiene su primer hijo, Agustín y después le seguirán dos más.  Pronto empezaron los problemas en su matrimonio.  Pero la prudencia y bondad de Mónica hace que todo se quede en casa y nada desagradable lo airea por ahí como hacen tantas mujeres que cuentan sus martirios conyugales.  Mónica se dedica a formar a sus hijos con toda su alma.  Los dos pequeños no le causan problemas: son dóciles, sencillos y no gozan de las cualidades extraordinarias de su hermano mayor, quien desde pequeño gozaba de una recia personalidad.

La madre de su esposo era parecida a él: colérica, de muy mal carácter, autoritaria.  Pero poco a poco  Mónica se la fue ganando con su dulzura y buenos modales, procurando darle gusto en todo cuanto ella quería.  Se la ganó «con atenciones y perseverando en sufrirla con mansedumbre».  Buen modelo de nueras.

A pesar del carácter y de las infidelidades de su esposo nunca le contestó, ni con obras ni con palabras.  Tenía una paciencia enorme con él.  Dice ella misma: «Porque esperaba, Señor, que vuestra misericordia viniese sobre él, para que creyendo en vos, se hiciese casto», como así sucedió.

Las gruesas y frecuentes lágrimas de Mónica eran para y por su hijo Agustín.  Ella le veía ricamente adornado por el Señor, pero caminando por desvíos peligrosos.  Le seguía a todas partes.  Ponía ante él cuantos medios podía para que le llegara su conversión… Un día, San Ambrosio, Obispo de Milán, al que había acudido repetidas veces, la despidió con estas palabras: «¡Vete en paz, mujer!, pues es imposible que se pierda el hijo de tantas lágrimas».  Y por fin, un día salta de gozo: «Aquella noche en la que yo partí a escondidas y ella se quedó orando y llorando, dice Agustín, sus lágrimas dieron su fruto».  El ejemplo de Sta. Mónica quedó grabado de tal modo en el ánimo de San Agustín, que años más tarde, quizá recordando a su madre, exhortaba: «Procurad con todo cuidado la salvación de los de vuestra casa».

Cuando tenía 56 años y Agustín 33, tiene el inmenso consuelo de verle hecho cristiano y en camino a la santidad.  No se equivocó.  Ya podía morir tranquila.  Muere acompañada de sus hijos el año 387.

San Guerín (1065-1150)

Fue abad de los Alpes, en Ginebra, Suiza, cuando fue nombrado obispo de Sion, Suiza.  Toda su felicidad residía en regresar cada año a pasar una temporada en su antiguo monasterio, donde finalmente le sorprendió la muerte.

San Amadeo (+1159)

Contemporáneo de San Guerín, era también cisterciense.  Era discípulo directo de San Bernardo, quien lo puso a la cabeza de la abadía de Hautecombe, Saboya.  El papa Lucio II le relevó del cargo y lo nombró obispo de Lausana, Suiza.

* Si Santa Mónica logró convertir a su esposo, a su hijo y a su suegra con su oración perseverante, empieza a rezar hoy mismo por los familiares que quieras acercar más a Dios.

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba

Copyright © 2025 Encuentra by Juan Diego Network. Todos los derechos reservados.