Santoral 25 de abril | San Marcos y San Pedro de Betancur

San Marcos, Evangelista

Los documentos más antiguos que hablan de San Marcos nos lo presentan como «el intérprete de Pedro».   La tradición nos asegura que Marcos estuvo  a su lado, en Roma, como intérprete y redactor de la «Buena Nueva», primeramente en la catequesis oral y después, en la composición, -guiado por el Espíritu Santo- de aquel admirable texto que es el Evangelio más condensado de la vida, los milagros y la muerte de Jesús.

Críticamente poco es lo que sabemos de «Juan Marcos», como se le conoce en el  Libro de los Hechos. Casi se resume a cuanto este libro de San Lucas nos dice de él, y la rica tradición de los primeros historiadores que gozan de gran autoridad en cuanto afirman.

Sabemos que su madre se llamaba María.  La vez primera que hablan los Hechos de él, es en el Cap. 12 (12-16), cuando relatan la salida milagrosa de San Pedro, de la cárcel, por obra del ángel que le abre las puertas y se dirige «a casa de María, madre de Juan, por sobrenombre Marcos, donde muchos hermanos se hallan congregados en oración».

Quizá era un niño o jovencillo cuando Jesús fue condenado a muerte.  Dice su Evangelio que cuando Jesús fue apresado en el Huerto de los Olivos, le seguía un joven envuelto en una sábana para curiosear, a ver en qué paraba todo aquello.  Era verosímil que este joven fuera el mismo Juan Marcos.  Es fácil que también Jesús tuviera estrecha amistad con los padres de Juan Marcos y que éste escuchara, en muchas ocasiones, los discursos de Jesús.  Fue él uno de los primeros bautizados por San Pedro .

El que era un niño el año 30, por el 44 ya era todo un hombre y decidió marcharse con su primo, José Bernabé, hacia la ciudad de Orontes.  Acompañó a Pablo y Bernabé en sus correrías apostólicas por Chipre y otras ciudades.  Posteriormente pasó diez o doce años en Jerusalén al lado de Pedro, ayudándole en sus correrías y haciendo de «intérprete y consejero».

Pedro amaba con cariño a Marcos.  Le llama «mi hijo Marcos» (1Pe. 5,13).  El evangelista Marcos  escribe con fluidez, sencillez, en estilo directo y sólido, a la vez.  Es el más breve de los Evangelios (16 capítulos) y se propone probar la Divinidad de Cristo.

El león es el símbolo de San Marcos.  Tanto este símbolo como el de los otros tres evangelistas (Apoc. 4, 7-8), son muy antiguos.  De ellos hablan San Jerónimo y San Agustín, explicando que San Marcos, en su primer capítulo, habla de Juan el Bautista en el desierto y el león es el rey del desierto (Mc. 1,3).

Marcos se halla en Roma el año 67 cuando mueren los dos Apóstoles, San Pedro y San Pablo.  La tradición dice que Marcos evangelizó como Obispo de Alejandría y murió allá como mártir.  En Venecia se veneran, en la preciosa catedral de su mismo nombre, los restos mortales del evangelista, cuyo traslado de Alejandría se remonta al siglo IX.

Beato Pedro de Betancur (1626-1667)

Nació en Villaflor de Tenerife, Islas Canarias, España y a los 20 años dejó su isla para trasladarse a Cuba y de ahí a Guatemala. No era clérigo, no era caballero, apenas llevaba encima lo necesario para cubrirse, y no tenía ningún amigo, pero iba a América con la ambición santa de predicar a Cristo. 

Pronto lo descubrió en los más pobres y enfermos de la ciudad.  De rodillas ante el Niño Jesús, la Santísima Virgen y San José, Pedro exponía en alta voz todas las miserias y necesidades de aquellos hombres y mujeres, de aquellos niños.  Para él no había distinciones sociales, solo almas que podían perder el único negocio importante y decisivo: el negocio de su salvación.

Su caridad no le daba reposo.  Su esperanza y su fe lo mantenían en vigilia, el oído atento al dolor.  Pedro, un hombre sin techo y sin pan, daba de comer al hambriento y vestía al desnudo.  Acudía a los ricos y acercándoles la llama de su caridad derretía su egoísmo y encendía la generosidad de aquellos hombres.  Su figura seducía:  hombres y mujeres se disponían a seguir su ejemplo, y así pudo fundar la Orden Betlemita, testimonio de su amor a la contemplación de Belén, del Dios Niño. 

Fundó la primera escuela de párvulos que registra la historia de la educación en la América Central. 

Fue el Hermano Pedro el testimonio vivo de lo que la Iglesia ha hecho y hace por el pobre, el olvidado, el huérfano, en dos mil años de historia.  Al mismo tiempo enseñó qué hacer y cómo hacerlo, que es obrar con la Iglesia y de acuerdo con la Iglesia. 

El 30 de julio del 2002, el Papa Juan Pablo II lo declara santo. Desde su beatificación el 22 de junio de 1980, su espíritu está presente de manera extraordinaria en las «Obras Sociales del Hermano Pedro», en la Antigua Guatemala.

* Lee hoy un capítulo del Evangelio de San Marcos, que tan bien conoció a Jesús.

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