Santa Lea
Murió en Roma hacia el año 383.
Como Marcela (31 de enero) o Melania (26 de enero), era una dama patricia que asistía a las clases sobre las Sagradas Escrituras dadas por san Jerónimo cuando éste vivía en Roma. Al enviudar, Lea se retiró a un monasterio romano del cual llegó a ser superiora. Murió a la vez que cierto cónsul que, al parecer había llevado una vida disoluta y al cual san Jerónimo mandó sin rodeos al infierno. Desde su gruta de Belén, escribió a Marcela las siguientes líneas:
«¿Quién alabará lo suficiente a la bienaventurada Lea? Ella renunció a los afeites, a las perlas brillantes, a las riquezas de toda clase para cubrirse de un simple sayal. Dejó de mandar para obedecer, viviendo en un rincón con unas pocas pertenencias, pasando noches en oración constante, esperando llegar al cielo como única recompensa. Desde el seno de Abraham, donde se encuentra, está viendo sin duda a nuestro cónsul, poco antes cubierto de púrpura y aplaudido por la plebe en el Capitolio, y ahora vestido de andrajos y reclamando una gota de agua sin obtenerla. Su desvergonzada mujer va diciendo por ahí que está en el cielo. Lo cierto es que está llorando en las tinieblas exteriores, mientras Lea, que quiso pasar por loca, ha sido recibida en la casa de Dios, en el banquete del Cordero. ¡Ah! Os lo suplico con lágrimas en los ojos: renunciemos a todo lo que es de la carne y vivamos en el desprendimiento, puesto que nuestro cuerpo pronto será polvo y todo lo que queda no durará mucho más».
* Que no pase la semana sin que acudas al Sacramento de la Reconciliación.