Santa Irene (siglo VI)
Irene era una joven noble de Nebancia, Portugal. Era tan bella como piadosa y un joven se prendó de ella al verla en la iglesia. La pidió en matrimonio y fue rechazado, explicándole Irene que había hecho voto de virginidad y que se si seguía siendo buen cristiano, se verían en el paraíso. El joven lo aceptó, pero poco tiempo después, un maestro de Irene que intentó seducirla y fue arrojado de su casa, para vengarse, corrió a contar al joven que Irene pronto sería madre. Este, loco de rabia la mató al salir de la iglesia y arrojó su cuerpo al río. La encontraron en la orilla del río Tajo, frente a la villa de Scalabis que desde entonces se llama Santarem (Santa Iria o Irene). Esta santa es muy querida en Portugal y en España.
Santa Bertilia Boscardin (1888-1922)
Anna Francesca Boscardin era una muchacha campesina del noreste de Italia que se hizo religiosa a los diecisiete años y se llamó desde entonces sor Bertilia. Trabajó en un asilo infantil y cuando estalló la primera guerra mundial fue enfermera en un hospital militar donde despertó gran admiración pos su serenidad durante los bombardeos y por su abnegada solicitud con los enfermos. Al concluir la guerra, su superiora decidió que, debido a su escasa instrucción, sólo podían encomendársele tareas muy serviles y volvió al asilo de Treviso donde trabajó como lavandera. Allí murió esta monjita que, sin embargo, dejó un recuerdo imborrable de bondad en cuantos la conocieron. Muchos favores fueron concedidos por la intercesión de sor Bertilia, y treinta años después de su muerte fue beatificada y luego canonizada en l961 por S.S. Juan XXXIII.
Beata Adelina (+1125)
Hermana del beato Vital, fundó un convento en el bosque de Savigny, en Francia. Fue la primera abadesa de las “Damas Blancas”.
Beato Contardo Ferrini (1859-1902)
Este abogado y profesor italiano, nacido en Milán, amante de la naturaleza y del alpinismo, vivió en el celibato y la pobreza por amor de Dios, siendo terciario franciscano. Se puede decir que es un modelo de santo actual pues se le conoce una vida marcada por las virtudes cristianas: la fe firme, la sencillez, la ascética del trabajo ejercido con competencia y profesionalidad, la afirmación del sentimiento católico y la coherencia de pensamiento y práctica.
* Por más simple que sea una labor que siempre sea hecha por amor a Dios.