Nuestra Señora del Pilar
Según una antigua y venerada tradición, la Santísima Virgen María, todavía en cuerpo mortal, se apareció en Zaragoza sobre una columna o pilar, al apóstol Santiago, alentándole en su evangelización por tierras españolas. La Basílica construida en ese lugar es uno de los templos marianos más visitados del mundo. Bajo su patrocinio, el 12 de octubre de 1492, se inició la evangelización de América.
San Serafín (1540-1604)
Nació en Montegranaro, Italia, y a los diez años, Félix cuidaba los corderos de un campesino de su pueblo, lo cual le aseguraba el alimento y tener tiempo para rezar todo el día. Después fue peón de albañil, pero su vocación estaba muy clara: deseaba ser monje. Después de muchos trabajos, logró entrar a la Orden de los Capuchinos.
A pesar de su ignorancia y rusticidad, pronto asombró a todos por sus virtudes, sus éxtasis y sus milagros. Él, que no había leído nunca un libro, leía en las conciencias. Quien sólo servía para plantar coles en el jardín, explicaba el Evangelio como si el Espíritu Santo hubiese venido a comentárselo.
Aunque favorecido por tantas gracias extraordinarias, fue probado durante largos años con desconsuelos interiores que cesaron en la recta final de su vida. Seis años después de su muerte, el papa Pablo V permitió que encendieran lámparas en su tumba, lo cual presagiaba que un día sería elevado a los altares.
San Wilfrido (634-709)
Nacido en Northumbria, Inglaterra, fue el responsable directo de lograr la fusión de las dos facciones que existían dentro de la Iglesia inglesa de esos tiempos: la Iglesia celta, prácticamente autónoma y la Iglesia anglosajona, obediente a la sede romana.
La vida de Wilfrido fue sumamente movida y se granjeó tantos enemigos como amigos. Fue obispo de York, pero rara vez llegó a ocupar su sede. En los intervalos evangelizó Sussex, Inglaterra y Holanda. Fundó monasterios en muchas partes de Europa y terminó su vida un poco más tranquilo en la abadía de Hexhan, en Austria.
Beata Ana de los Ángeles Monteagudo (1602-1686)
Dice de esta monja peruana S. S. Juan Pablo II: “En ella admiramos sobre todo a la cristiana ejemplar, la contemplativa monja dominica del célebre monasterio de Santa Catalina. Fue maestra espiritual y fiel ejecutora de las normas de la Iglesia que urgían la reforma de los monasterios.
Todos encontraron en ella un amor verdadero. Los pobres y humildes hallaron acogida eficaz; los Pastores encontraron oración y consuelo; los ricos comprensión que no escatimaba la exigencia de conversión, los enfermos, alivio; los tristes, consuelo: los viajeros, hospitalidad; los perseguidos, perdón; los moribundos, la oración ardiente.”
* No hay necesidad ni trance en el cual no esté la Santísima Virgen dispuesta y ansiosa de ayudarte. Ten hoy en mente este cuidado materno de tu Madre del Cielo, y agradéceselo.