Santo Tomás De Villanueva (1488-1555)
Castellano de la tierra de Don Quijote, tomó el hábito agustino y se distinguió por su gran cultura, su acción apostólica mediante la confesión y la predicación, así como por sus incesantes limosnas. A su gran prestigio se debió también que el emperador Carlos V lo tomara como consejero y lo impusiera como arzobispo de Valencia, pese a la resistencia de Tomás. En ese cargo se volcó con los más necesitados: mendigos, niños abandonados, presos. En tiempos en que la Iglesia Católica necesitaba con urgencia de reformas, este santo se convirtió en punto de referencia.
San Virgilio (siglo VI-VII)
Originario de Aquitania, Francia. Fue monje en Lérins, abad de San Symphorien de Autun, y durante una treintena de años, arzobispo de Arlés. El papa San Gregorio Magno le tenía en tan gran estima que hizo de él su vicario para toda la Galia. Como tal, le incumbió “reunir un concilio de doce obispos de todos los lugares, donde se exponía cualquier disputa relativa a la disciplina o la fe”.
Beato Daniel Comboni (1831-1881)
Nació en Limone, Italia, de una humilde y numerosa familia de la cual sólo sobrevivió Daniel. A pesar de ser el hijo único, cuando Daniel decidió dedicar su vida a la evangelización de los africanos, sus padres no se opusieron, aunque les supuso un doloroso sacrificio. Fue ordenado sacerdote a los veintitrés años y tres años más tarde partía en su primer viaje a África.
En su primer encuentro con los africanos quedó Daniel impresionado por la desgracia de los esclavos. De carácter impetuoso y valiente, no consintió con el sufrimiento infligido a tantos hombres y mujeres y decidió llevarse a todos los esclavos fugitivos que encontrara en su camino.
Sin embargo 2 años después de entrar en África tuvo que regresar a Italia. Se había dado cuenta del mayor problema para evangelizar a ese continente: el clima y las enfermedades. El europeo duraba poco en África y el africano no resistía el frío o la vida europea sin desarraigarse. Ideó entonces el “Plan para la regeneración de África” que consistía en establecer misiones, escuelas, hospitales y universidades en lugares estratégicos a lo largo de la costa africana, rodeando todo el continente; lugares templados donde los europeos pudiesen convivir con los africanos. En esos centros se formarían los futuros cristianos: maestros, enfermeras, religiosas y sacerdotes nativos que luego se internarían en el continente para evangelizar las poblaciones y promover su desarrollo.
Al ser ordenado obispo del África central, Daniel no tuvo ningún reparo en ordenar al primer sacerdote africano de aquellos lugares: un antiguo esclavo liberado por él mismo. En 1867 fundó el Instituto para las misiones de África que luego daría lugar a lo que hoy son los Misioneros Combonianos.
Comboni quiso que su obra fuera universal, por eso buscaba ayudas en muchos países: Italia, Francia, Alemania, Austria, Rusia…No quería que su trabajo misionero estuviese atado a una determinada potencia colonial.
Debilitado por la enfermedad, agobiado por el calor de los trópicos y el sudor de las fiebres, antes de exhalar su último aliento, levantó la mano y bendijo a sus compañeros, diciéndoles: “No temáis, yo muero, pero mi obra no morirá”.
* Los cristianos debemos querer ser luz que alumbra. El día de hoy, propónte un plan para mejorar tu cultura general y tu cultura cristiana.