Nació en Alençon el 2 de enero de l873, siendo la última de nueve hermanos, de los cuales sobrevivieron solamente cinco. Una hermana fue Visitandina, Teresa y las otras tres fueron carmelitas en el convento de Lissieux.
Sus padres, Luis y Celia, que desearon ser religiosos, no pudieron conseguirlo por enfermedad, pero transmitieron a sus hijas la vocación.
Estando por cumplir 14 años, durante la noche de Navidad le sucedió lo que ella llamaría «la noche de mi conversión». A los 15 años de edad empleó todo su empeño en ingresar en el Carmelo. Fue una lucha titánica ya que no le permitían ingresar tan joven. Yendo con su padre en una peregrinación a Roma se atrevió a pedirle al Papa León XIII que le concediera esta gracia. El Papa le dió esperanzas. Entró a los 15 años y 3 meses de edad.
Ya en el Carmelo escribió por obediencia su autobiografía, «Historia de un Alma», un regalo impagable para la humanidad. Teresa de Lissieux, con su bondad y dulzura, y su autobiografía, con su estilo lírico, pueden dar la impresión de una personalidad débil y acaramelada. Pero una mirada más atenta descubre un alma gigante, una voluntad y un carácter indomables.
El mensaje de Teresa es maravilloso: «he venido a salvar a las almas y a rogar por los sacerdotes. Como Moisés en la montaña, rezo por los que combaten». Deseó ir al Carmelo de Saigón. Pero, sin salir de su convento, es la Copatrona de las misiones, junto con San Francisco Javier.
El Kempis y San Juan de la Cruz eran sus lecturas preferidas, pero luego se limita a la Sagrada Escritura. «JESÚS -dice-será mi guía y único director».
Una vez de niña, dijo: «yo lo escojo todo. Igualmente ahora: no quiero ser santa a medias. Sólo una cosa me asusta: conservar mi voluntad». Quería serlo todo. San Pablo le da la solución: «el amor encierra todas las Vocaciones». Y Teresa clamó: «mi vocación es el amor. En el corazón de la Iglesia, mi madre, yo seré el amor. Así lo seré todo».
Después piensa que, más que querer ser santa, como tarea personal, ahora su tarea será dejar hacer a Dios, vivir la confianza y el abandono en sus manos, ofrecerse como víctima al amor misericordioso. No se desanima ante las propias imperfecciones. Descubre el camino de la infancia espiritual. Desea ir al cielo en el ascensor de los brazos de Dios, ser como un juguete del Niño Jesús. Practica las pequeñas virtudes, como sonreír a una anciana difícil. Enseña a las novicias a VIVIR EL HOY.
Teresa cargó valerosamente con la cruz: la enfermedad de su padre, incomprensiones en el convento, dudas de fe, aridez espiritual, el terrible frío invernal de Normandía. Uno de los momentos cumbres de su vida es cuando descubre con gozo su enfermedad mortal, diciendo estas palabras:. «el Esposo Divino vendrá pronto a buscarme, pero no le temo, al contrario… « «quiero pasar el Cielo haciendo bien a la tierra». La vida de Teresa fue una «existencia teológica». La Teresa celestial fue ocupando paso a paso a la terrestre, hasta vaciarla. Sus últimas palabras fueron: «DIOS MÍO, OS AMO». Murió el 30 de septiembre de l897 a los 24 años. Fue canonizada por el Papa Pío XI el Año Santo de 1925.
* Ejecuta hoy una obra buena, en perfecto secreto, para que sólo a tu Padre Dios, que ve en lo secreto, puedas dar gusto.