Nació en Treveris, en el año 340. Pertenecía a la nobleza romana y era gobernador de las provincias del Norte de Italia. Sólo era un catecúmeno cuando el pueblo de Milán lo eligió como obispo por aclamación en año 374. Se hizo inmortal no sólo como predicador y poeta sino como defensor intrépido de la fe. Su influencia fue decisiva en la situación religiosa de su tiempo y dio el golpe de gracia al paganismo agonizante. Promovió con afán la piedad cristiana, luchó con denuedo contra los arrianos e impidió el restablecimiento de la idolatría en el senado de Roma.
San Ambrosio contribuyó mucho a la conversión de San Agustín. Dejó muchas homilías y tratados, entre ellos el de la Virginidad, y varios himnos que aún se cantan en la iglesia. Murió en el año 397.