Nació en el año 354. Es considerado el máximo Doctor de la Iglesia de aquellos tiempos. Moldeó las doctrinas de la Iglesia de la Edad Media. Vivió en el pecado y la herejía hasta la edad de 33 años. Se convirtió gracias las oraciones de su madre Santa Mónica y las exhortaciones de San Ambrosio, el cual lo bautizó. Después de la muerte de su incomparable madre, distribuyó sus bienes a los pobres y se retiró a la soledad. Fue consagrado Obispo de Hipona, al Norte de Africa, a los 40 años, y es el padre de los religiosos agustinos.
Incansable escritor, combatió sin tregua el maniqueismo, que enseñaba que existen dos principios eternos: el bien y el mal, la luz y las tinieblas, en lucha permanente; contra el donatismo, que enseñaba que la Iglesia no debe perdonar a los pecadores, y que como católicos, solamente pueden ser admitidos los que son totalmente puros. San Agustín fue llamado el «Doctor de la Gracia» por sus luchas contra el pelagianismo. Sus obras más célebres son: la Ciudad de Dios, que es la más excelente apología de la antigüedad cristiana y uno de los más profundos ensayos de la filosofía de la historia; y su autobiografía llamada «Las Confesiones», en la que desnuda su alma con sinceridad y candor.
En la sincera adhesión a la verdad cristiana y en la multiforme actividad pastoral encuentra la paz del corazón a la que anhelaba su espíritu atormentado por los afectos terrenos y por la sed de la verdad, como él mismo afirma: «Nos has creado para ti, Señor, y nuestro corazón está inquieto mientras no descanse en ti». Murió en el año 430.
San Agustín de Hipona