La noche posterior al encuentro inaugural de la Copa del Mundo, iniciamos los trabajos para el programa “La Jugada del Mundial”, a transmitirse todos los dias por la empresa Televisa, para la cual presto mis invaluables servicios desde hace casi doce anos.
Cada Mundial, este consorcio suele contratar a estrellas del balompie, ya sea jugadores en retiro o directores técnicos de gran renombre e integra una mesa de análisis del más alto nivel.
Para la ocasión, el equipo se ha nutrido, ademas del aporte de los analistas de siempre como Ricardo Pelaez y Roberto Gómez Junco, de la bonhomía del “Virrey” Carlos Bianchi y el indudable aporte del camerunés Tomas N’kono, Luis Figo, Fernando Morientes, el “Pupi” Javier Zanetti y el personaje central de esta historia, Zinedine Zidane.
Corría el ano de 1998 y su siempre fiel servidor y amigo habia sido convocado a la Copa Mundial de Francia. Instalados en el Manoir de Gressy, un hermoso castillo situado a una hora de París, los silbantes esperabamos ansiosos nuestra primera designación.
Me ha tocado en suerte dirigir, en el Stade de France, la presentacion del equipo local ante el público parisino enfrentando al cuadro de Arabia Saudita.
En el papel, el juego no parecia entranar ningún problema, dada la evidente superioridad de los galos pero uno nunca sabe donde salta la liebre y he aquí lo que voy a contarles.
Corrían los primeros minutos de la segunda parte cuando cerca de la jugada, como siempre, me percato que un jugador vestido de azul le pisa la nuca a un pobre arabe que se habia caído no se si del pánico escenico o de agotamiento. Ni tardo ni perezoso saco el cartón rojo y entonces, !ay Jesus lo que diviso! era la refulgente estrella del equipo local, el famosísimo Zidane.
Cruzamos las miradas y obvio, él no podia creer que lo hubiera expulsado en su propia casa, (yo tampoco) y entonces tomó resignadamente el camino del vestuario.
Eso le costo a este impresionante atleta quedar suspendido dos encuentros de los que volvió para ganar, con dos goles suyos, la Copa del Mundo venciendo a Brasil.
Muchas veces me han preguntado si hubiera podido aguantar a Zizou en la cancha, por el bien del juego. Entre mas veo la jugada, quedo mas convencido que hice lo correcto.
El encuentro fue ante las cámaras y le presentaron escenas de la expulsión. El tipo sonrió y nos despedimos con un cortés aunque frío apretón de manos. Creo que la herida sicológica que deja una tarjeta roja, pero sobre todo en un Mundial, jamas sana para el jugador ni para el árbitro.