¿Por qué se considera al acto conyugal como el acto de autodonación, como la expresión más distintiva del amor marital? ¿Por qué se ve en este acto —que, en resumen, es algo pasajero y fugaz— un acto de unión?
SIGNIFICADO UNITIVO Y PROCREATIVO DEL ACTO MARITAL
El argumento de los defensores de la contracepción se fundamenta en una tesis esencial: que el aspecto procreativo y el aspecto unitivo del acto conyugal son separables, es decir, el aspecto procreativo se puede anular sin viciar el acto conyugal ni dañar su capacidad de expresar —de modo propio y singular— la verdad del amor y de la unión maritales.
Esta precisa tesis fue y es explícitamente rechazada por la Iglesia. La razón principal por la que la contracepción es inaceptable para la conciencia cristiana es, tal como Pablo VI la expresa en Humanae vitae, la «conexión inseparable, establecida por Dios… entre la significación unitiva y la significación procreativa que están ambas inherentes en el acto conyugal» (HV 12).
Pablo VI afirmó esta conexión inseparable; pero no se detuvo a desarrollar por qué estos dos aspectos del acto marital están tan inseparablemente conectados, o por qué esta conexión es tal que viene a ser el fundamento mismo de la valoración moral del acto. Quizás una serena reflexión —madurada por estos veinte años de debate— puede conducirnos a descubrir las razones por las que esto es así: por qué la conexión entre los dos aspectos del acto de hecho es tal que la destrucción de su referencia procreativa necesariamente destruye su significación unitiva y personalista. Más sencillo: si se destruye deliberadamente el poder del acto conyugal de dar vida, se destruye necesariamente su poder de significar el amor: el amor y la unión propios del matrimonio.
El acto conyugal como acto de unión
¿Por qué se considera al acto conyugal como el acto de autodonación, como la expresión más distintiva del amor marital? ¿Por qué se ve en este acto —que, en resumen, es algo pasajero y fugaz— un acto de unión? A fin de cuentas, los enamorados expresan su amor y sus anhelos de unión de muchas maneras: mirándose, escribiéndose cartas, intercambiando regalos, paseando cogidos de la mano… ¿Qué es lo que da su singularidad al acto sexual? ¿Por qué este acto une a los esposos de tal modo que no lo hace cualquier otro acto? ¿Qué tiene que lo convierte no sólo en una experiencia física sino en una experiencia de amor?
¿El placer especial que lo acompaña? ¿La significación unitiva del acto conyugal queda contenida tan sólo en la sensación, por intensa que sea, que es capaz de producir? Si la intimidad sexual une a dos personas sencillamente porque da un placer especial, entonces parece que un esposo podría a veces encontrar una unión más profundamente significativa fuera del matrimonio que dentro de él. También seguiría lógicamente que una relación sexual sin placer carece de sentido, y que el sexo con placer—aunque sea dentro de una relación homosexual— cobra sentido.
No. Al acto conyugal puede acompañar el placer, o no. Pero el sentido del acto no consiste en el placer. El placer proporcionado por el acto conyugal puede ser intenso, pero es transeúnte. La significación del acto conyugal también es intensa, y no es transeúnte; permanece.
¿Por qué ha de ser más significativo este acto, que cualquier otra manifestación de cariño entre los esposos? ¿Por qué será este encuentro conyugal una expresión más intensa de amor y de unión? Evidentemente, a causa de lo que ocurre en este encuentro, que no es un sencillo contacto, ni una mera sensación, sino una comunicación, una oferta y una aceptación, un intercambio de algo que representa de un modo totalmente singular el don de la persona y la unión entre dos personas.
Es importante no olvidar que el deseo de los dos esposos de donarse recíprocamente, de unirse mutuamente, queda, en lo humano, en un nivel puramente intencional. Cada esposo puede y debe vincularse al otro. Pero no puede realmente darse a sí mismo al otro. La máxima expresión de su deseo de darse a sí mismo es dar la semilla de sí (2). La entrega de la propia semilla es mucho más significativa, y de modo especial es mucho más real, que la entrega del corazón. «Soy tuyo; te doy mi corazón; tómalo», puede quedar en el plano de la mera poesía, a la que ningún gesto físico llega a dar auténtico cuerpo. En cambio, «Soy tuyo; te doy mi semilla; tómala», no es mera poesía; es amor. Es el amor conyugal encarnado en una singular acción física por la que se expresa la intimidad —«te doy lo que no doy a nadie»—, y se alcanza la unión: «toma lo que te doy: la semilla de un nuevo yo. Unido a ti, a lo que tú me vas a dar, a tu semilla, se convertirá en un nuevo «tu-y-yo», fruto de nuestro mutuo conocimiento y amor». Ésta es la mayor aproximación que se puede lograr al don conyugal de sí y a la aceptación de la auto-donación conyugal de otro, lográndose así la unión de los esposos.
Por tanto, lo que constituye el acto conyugal en una relación y una unión singulares no es la participación en una sensación, sino la participación en un poder: un poder físico y sexual que es extraordinario precisamente por tener una orientación intrínseca a la creatividad, a la vida. En una auténtica relación conyugal, cada esposo dice al otro: «Yo te acepto como no acepto a nadie más. Tú eres único para mí, y yo para ti. Tú, y tú solo, eres mi marido; tú sola eres mi mujer. Y la prueba de tu singularidad para mí es el hecho de que contigo —y sólo contigo— estoy dispuesto a participar en este poder divinamente dado y orientado a la vida».
En esto consiste la cualidad singular de la cópula conyugal. Cualquier otra manifestación de afecto no va más allá del nivel de un gesto, y es símbolo de la deseada unión. Pero el acto conyugal no es un mero símbolo. En el trato sexual genuino entre los esposos, hay un intercambio real: hay entrega y aceptación plenas de masculinidad y feminidad conyugales. Y queda, como testimonio de su relación conyugal y de la intimidad de su unión conyugal, la semilla del marido en el cuerpo de la mujer (3).
Ahora bien, si se anula intencionadamente la orientación a la vida del acto conyugal, se destruye su poder intrínseco de significar la unión conyugal. De hecho, la contracepción transforma el acto marital en un tipo de auto-decepción o en sencilla mentira «Te amo tanto que contigo, y contigo sólo, estoy dispuesto a participar en este singularísimo poder…». Pero, ¿qué poder singular? En un acto contraceptivo no se participa de ningún poder singular, si no es un poder de producir placer: su significación ha desaparecido.
El trato sexual contraceptivo es un ejercicio carente de sentido humano auténtico. Cabría compararlo al ejercerse en las mociones de una canción sin dejar que ningún sonido de música pase de los labios.
Algún lector quizás se acordará de los «dúos» de amor de Jeanette McDonald y Nelson Eddy, dos grandes cantantes —estrellas de Hollywood—de los primeros años de los talkies. ¡Qué absurdo si se hubiesen cantado dúos «silenciosos»!: pasando por los gestos de unas canciones, pero sin dejar que sus cuerdas vocales produjesen ningún sonido inteligible: nada más que reverberaciones sin sentido…; unas agitaciones que no dicen nada. La contracepción está en esa línea. Los esposos contraceptivos se entretienen en movimientos corporales, pero emplean un «lenguaje del cuerpo» que no es verdaderamente humano (4). No permiten que sus cuerpos se comuniquen mutuamente, de un modo sexual e inteligible. Pasan por las mociones de una canción; pero no hay canción.
La contracepción no es tan sólo una acción sin sentido; es una acción que contradice el sentido esencial que el verdadero trato sexual marital debe tener, si ha de significar la mutua auto-donación total e incondicional (5). En vez de aceptarse en su totalidad, los esposos contraceptivos se rechazan en parte, porque la fertilidad es parte de cada uno de ellos. Rechazan parte de su amor mutuo: su capacidad de tener fruto…
1 Aquí, como será evidente, no hablamos de la donación a Dios que una persona puede hacer de sí misma.
2 Por semilla se quiere significar aquí el elemento procreativo tanto femenino como masculino.
3 De esta manera la originalidad o la excepcionalidad de la decisión de casarse con una persona determinada, de hecho queda reafirmada en cada acto conyugal. Por medio de todo y cada acto de verdadero trato sexual, cada esposo es confirmado en su condición singular de ser marido o mujer del otro.
4 Como es sabido, «lenguaje del cuerpo» es una de las expresiones clave en los escritos de Juan Pablo II sobre sexualidad y matrimonio.
5 «La contracepción contradice la verdad del amor conyugal» (Juan Pablo II, Discurso. 17 de septiembre de 1983).
Del libro Cormac Burke, Felicidad y entrega en el matrimonio, pp.42-46
mi presunta es y por favor necesita rspuesta, cual es la verdadera funcion del matrimonio? es acaso» solo y puramente la finalidad de la procreación’ «por supuesto entre dos personas que se aman. y plalnifican recibir el sacramento.
favor responderme esta duda. la necesito imperiosamente. gracias.lida