¿Qué relación tienen los animales con el séptimo mandamiento?

El séptimo mandamiento es más amplio de lo que creemos, pues solo conocemos el enunciado, y aunque parezca raro, se refiere también al trato de los animales

Desde que fuimos a la catequesis sacramental para hacer la primera comunión, sabemos que los mandamientos son diez y que el séptimo dice: «no robarás», y quizá nos quedamos únicamente con la idea de este enunciado, sin embargo, el Catecismo de la Iglesia católica nos enseña que es más amplio de lo que creíamos.

A grandes rasgos, «el séptimo mandamiento prohíbe tomar o retener el bien del prójimo injustamente y perjudicar de cualquier manera al prójimo en sus bienes» (CEC 2408), pero también se enfoca en el respeto de la integridad de la creación, a las actividades económicas, la justicia social, la solidaridad entre las naciones y el amor a los pobres.

Qué tienen que ver los animales

Es necesario recordar que debemos respeto a la integridad de la creación. No podemos pretender abusar de ella, porque también fueron hechas por Dios. El Catecismo menciona que:

«Los animales son criaturas de Dios, que los rodea de su solicitud providencial (cf Mt 6, 26). Por su simple existencia, lo bendicen y le dan gloria (cf Dn 3, 57-58). También los hombres les deben aprecio. Recuérdese con qué delicadeza trataban a los animales san Francisco de Asís o san Felipe Neri» (2416).

Claramente entendemos que las personas somos responsables del cuidado de la creación y que podemos usar libremente esos bienes. Con respecto a este punto, el Catecismo continúa:

«Dios confió los animales a la administración del que fue creado por Él a su imagen (cf Gn 2, 19-20; 9, 1-4). Por tanto, es legítimo servirse de los animales para el alimento y la confección de vestidos. Se los puede domesticar para que ayuden al hombre en sus trabajos y en sus ocios. Los experimentos médicos y científicos en animales son prácticas moralmente aceptables, si se mantienen en límites razonables y contribuyen a cuidar o salvar vidas humanas» (2417).

En el plan de Dios, el ser humano se ayuda de la creación para vivir, porque primero está la vida humana que la de cualquier otra criatura.

Entonces, ¿está mal amar a los animales?

En el mundo actual, se ha puesto por encima de todo la vida de las mascotas y otros animales, despreciando la de los seres humanos. Claro que se puede amar a las mascotas, pero es necesario entender qué dice la Iglesia; revisando nuevamente el Catecismo:

«Es contrario a la dignidad humana hacer sufrir inútilmente a los animales y sacrificar sin necesidad sus vidas. Es también indigno invertir en ellos sumas que deberían remediar más bien la miseria de los hombres. Se puede amar a los animales; pero no se puede desviar hacia ellos el afecto debido únicamente a los seres humanos» (CEC 2418).

Es muy importante que recordemos que la vida humana no tiene precio, ya que el mismo Hijo de Dios pagó con su propia vida por la de nosotros. Demos a cada cosa su justo valor y amemos a las personas como Dios nos ha amado, cuidando también del resto de la creación.

Por Mónica Muñoz
es.aleteia.org

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