Colaborador de Dios (1 Cor. 3,9), Pablo busca a su vez colaboradores en la tarea evangelizadora. Escribiendo a los filipenses, da gracias a Dios «a causa de la colaboración que habéis prestado al Evangelio, desde el primer día hasta hoy» (Fil. 1,5); efectivamente, ellos le han apoyado sufriendo con él y como él por el Evangelio (Fil.1,29-30) y ayudándole en repetidas ocasiones con socorros materiales (Fil. 4,10-16).
Ciertamente hemos de borrar como falsa la imagen de un Pablo actuando individualmente y como francotirador. Ante todo, procura mantener y estrechar la comunicación con los demás apóstoles (Gal. 1,18; 2,1-10). Pero además vemos que funciona en equipo: normalmente iba acompañado por dos o tres colaboradores, tanto en sus viajes como en la predicación.
Vemos de hecho que el primer viaje (He. 13-14) lo emprende acompañado por Bernabé y Marcos. Lucas presenta en todo momento su obra como esfuerzo de grupo (He. 14,6-7). Cuando escribe las cartas 1ª y 2ª a los Tesalonicenses y la 2ª a los Corintios aparece unido a Silvano y Timoteo y las cartas son encabezadas por el equipo (1 Tes. 1,1; 2 Tes. 1,1; 2 Cor. 1,1) y la 1ª a los Corintios la escribe unido a Sóstenes (1 Cor 1,1). Continuamente se alude a la tarea evangelizadora como trabajo común: habla de «nuestro evangelio» (1 Tes. 1,5), de que «os predicamos el evangelio» (1 Tes. 2,2), de que «os hemos predicado» (2 Cor. 1,19).
Podemos asegurar que Pablo no fue nunca a misionar solo. Escogía colaboradores que servían como él a la causa del Evangelio. Además de los ya mencionados -Bernabé, Juan-Marcos, Silas o Silvano, Timoteo, Sóstenes-, encontramos otros nombres a lo largo de las cartas y del libro de los Hechos: Tito (Gal. 2,1; 2 Cor. 7,13; 8,16.23; 12,18), Lucas (Col. 4,14; Flm. 24; 2 Tim. 4,11), Aristarco (Col. 4,10; Flm. 24), Tíquico (Ef. 6,21; Col. 4,7), Apolo (He. 18,24-28; 1 Cor.16,12), Epafrodito (Fil. 2,25;4,18), Demas (Col.4,14; Flm. 24; 2 Tim. 4,10), Trófimo, Erasto, Sópatro, Epafras, Jesús el Justo, Artemas, Crescencio, Clemente…
Al obrar así Pablo imita el estilo del Maestro, que envió a los discípulos «de dos en dos» (Mc. 6,7). De este modo el grupo de apóstoles es un signo de la Iglesia, a la cual se invita a incorporarse (cf. He. 17,4: «se unieron a Pablo y Silas»). Más aún, ellos mismos pueden vivir una cierta vida comunitaria, a la vez que las cualidades de cada uno se complementan con las de los demás. Finalmente, el equipo apostólico sirve de escuela práctica de evangelización: (parece que el mismo Pablo se haya entrenado de la mano de Bernabé: cf. He. 9,27-28; 11,25-26).
Ante la vasta e ingente obra pendiente de realizar, Pablo siente la necesidad de implicar y enrolar a muchos en la tarea evangelizadora. Consciente de que «la mies es mucha y los obreros son pocos» (Lc. 10,2), procura suscitar colaboradores del Evangelio. Y cuando ve que se acerca el final de su vida, insiste en que otros después de él continúen difundiendo el Evangelio por el mundo: «cuanto me has oído en presencia de muchos testigos confíalo a hombres fieles, que sean capaces a su vez de instruir a otros» (2 Tim. 2,2).
«Todo para edificación» (1 Cor. 14,26)
Llama la atención que San Pablo contempla a sus cristianos como colaboradores activos y no como meros receptores pasivos. Ya hemos tenido ocasión de comprobar cómo les pide la ayuda de su oración y les insiste en que sean luz a su alrededor…
En Corinto se alojó en casa de Aquila y Priscila (He. 18,2-3) y luego los llevó consigo a Efeso, dejándolos allí mientras él se dirigía a Jerusalén; ellos instruyeron a Apolo (He. 18,25-26), y debió ser grande la alegría de Pablo al encontrar a su vuelta que la dinámica pareja había establecido ya los fundamentos de la Iglesia en Efeso; en 1 Cor. 16,19 los encontramos enviando saludos desde Efeso, donde tienen una comunidad que se reúne en su casa. Pablo les agradecerá que «expusieron sus cabezas» para salvarle (Rom. 16,3-5).
En Rom. 16 aparece una larga lista de colaboradores, hombres y mujeres, con quienes -y no sólo para quienes- Pablo trabaja; varias veces en esos versículos aparece el término «colaborador», así como la expresión «fatigarse», que en el lenguaje paulino es sinónimo de cooperar activamente en la propagación de la Iglesia. Igualmente se alude a diversos colaboradores en otros textos: 1 Cor. 16,15-17; Fil. 2,25; 4,2-3…
Detrás de esta conducta esta la convicción de Pablo de que en la Iglesia todos los miembros son necesarios (1 Cor. 12, 14-30) y de que cada uno ha de poner los dones o carismas recibidos al servicio de los demás para edificación y crecimiento de la Iglesia (1 Cor. 12, 4-7; Rom. 12, 4-8; Ef. 4,7-13). Era muy consciente de que cada cristiano ha recibido su don propio y de que sin la colaboración de todos no puede realizarse la construcción del Cuerpo de Cristo. Confiaba en el Espíritu Santo y en sus dones, consciente, a la vez, de que todos los dones no pueden encontrarse reunidos en una sola persona.
Además de procurar que cada comunidad pudiera seguir funcionando por sí misma -llegando a ser él mismo innecesario-, contaba con que cada comunidad colaborase en la irradiación del Evangelio a su alrededor; así lo había experimentado -como hemos visto- en el caso de Tesalónica (1 Tes. 1,7-8) y esperaba que debía continuar sucediendo; escribe, por ejemplo, a los de Corinto: «esperamos, mediante el progreso de vuestra fe, engrandecernos cada vez más en vosotros conforme a nuestra norma, extendiendo el Evangelio más allá de vosotros…» (2 Cor. 10,15-16).
Reproducido con permiso del Autor,
Enrique Cases, Los 12 apóstoles. 2ª ed Eunsa pedidos a eunsa@cin.es