Alrededor del año 609 se transforma el Panteón de templo pagano, dedicado a todos los dioses, a la iglesia cristiana, dedicada a la Virgen y a los mártires cristianos.
Bonifacio III
Aunque había sido legado en Constantinopla, Bonifacio III tuvo que esperar cerca de un año la conformidad del emperador para poder ser consagrado obispo de Roma el 19 de febrero del año 607. Nada tiene, pues, de sorprendente que se preocupara por el modo de elegir a los papas, prohibiendo, por ejemplo, que se hiciera campaña electoral en favor de un candidato y exigiendo, incluso, que se dejara un espacio de tres días desde la muerte del antecesor para comenzar la elección del que habría de sucederle.
Parece que fue Bonifacio III quien consiguió del emperador Focas un edicto reconociendo a Roma como cabeza de todas las Iglesias, pero -en el toma y daca- concedió al patriarca de Constantinopla el título de «patriarca ecuménico».
Bonifacio III murió a los nueve meses de pontificado el 12 de noviembre del año 607.
San Bonifacio IV
El 15 de agosto del 608 fue consagrado obispo de Roma un monje benedictino originario de los Abruzos. Con motivo de su elevación al solio pontificio recibió un presente importante: el emperador Focas le regaló el Panteón.
Este templo de planta circular coronado por una impresionante cúpula había sido construido en el año 27 antes de Jesucristo por Agripa en honor de todos los dioses. Bonifacio decidió al punto convertirlo en iglesia y, en el año 609, consagró el edificio a «Santa María de los Mártires», en memoria de todos los que habían derramado su sangre por dar testimonio del único Dios. Se instituyó entonces la fiesta de Todos los Santos.
Un año después, en el 610, recibía en Roma al obispo de Londres, Mellitus, llegado para asistir a un sínodo en el que se iba a debatir la cuestión de la Iglesia en Inglaterra y la vida monástica.
Tras la muerte de san Gregorio Magno, la corte imperial había recuperado toda su influencia sobre el papado, hasta el punto de que éste había ido cayendo progresivamente en lo que luego se llamaría la «cautividad de Bizancio». Y durante largo tiempo sería juguete de la política imperial.
En aquellos momentos pesaba sobre Heraclio (610-641) la amenaza simultánea de ávaros, eslavos y persas. Necesitaba más que nunca un imperio unido y su preocupación principal consistía en que las numerosas comunidades monofísitas de Siria y Egipto no le traicionaran.
Se entiende, pues, que en esa coyuntura presionara al papa para que mostrara a los monofisitas la mayor comprensión posible. Y Bonifacio se comportó con tal benevolencia y espíritu conciliador que fue acusado de herejía por Colombano de Bobbio. Es evidente que este prelado estuvo mal informado, puesto que el papa no se comprometió hasta ese extremo.
Los romanos, en todo caso, no fueron tan meticulosos: cuando falleció Bonifacio el 8 de mayo del 615 no dudaron en declararlo santo. Su fiesta se celebra actualmente el 25 de mayo.
San Adeodato I
Adeodato (o Diosdado) fue consagrado el 19 de octubre del 615. Era hijo del subdiácono Esteban, y sacerdote del clero romano desde hacía cuarenta años.
Se comprende que, desde entonces, procurara favorecer muy especialmente al clero secular, invirtiendo así la tendencia dominante desde san Gregorio Magno -tendencia acentuada bajo Bonifacio IV, antiguo benedictino- de privilegiar unilateralmente al clero regular, es decir, a los monjes.
Como también estaba endeudado con Bizancio, tuvo que recibir en Roma, con esplendor extraordinario, a Eleuterio, el nuevo exarca de Rávena enviado por el emperador para defender a Italia de sus enemigos.
El 8 de noviembre del 618 falleció Adeodato I. Lo sepultaron en la basílica de san Pedro y el clero, reconociendo sus virtudes, le veneró como santo.